Una
nueva intervención imperialista se prepara para Libia en los
próximos meses, confirmando definitivamente el fracaso total de la
intervención de 2011. En marzo de ese año, durante la revolución
que derribó a Gadafi, los países de la OTAN, en coalición con
monarquías árabes, empezaron a bombardear a Libia, para “salvar
la población civil de las masacres de Gadafi”.
En
realidad, querían determinar que el escenario post-revolucionario de
Libia no saliera de los límites del orden y de la “seguridad”
imperialistas. Cinco años más tarde, ellos mismos reconocen que el
caos en Libia es increíble. Obama, en su última entrevista en la
revista Atlantic, manifiesta que la intervención en Libia ha sido el
peor error de su mandato. Ahora es Italia el país que encabeza una
nueva coalición de los “dispuestos” que va a intervenir otra
vez, con la esperanza de imponer la “estabilidad” de nuevo.
Los
planteamientos mencionan entre cinco y seis mil soldados. Gran
Bretaña se declara dispuesta a ofrecer entre 800 y 1300, dependiendo
de lo que van a ofrecer los demás: Alemania, Francia y el estado
Español. Todavía se desconoce cuál será la participación de
regímenes árabes, como Egipto.
Libia
a nivel militar está dividida en por lo menos cuatro partes, en el
este bajo el ejercito que seguía al gobierno de Tobrouk, en el oeste
el control lo tiene la coalición que controlaba el gobierno de
Trípoli, en el medio de la costa mediterránea ha extendido su
control el “Estado Islámico”, mientras el suroeste está
controlado por milicias Touareg. De hecho, esta descripción es
simplificada. El ministro inglés de Asuntos Exteriores, respondiendo
recientemente a preguntas en el Parlamento británico acerca de los
“dos bandos opuestos en Libia” dijo que “ojalá fueran las
cosas tan simples y hubieran dos bandos. Hay 120 bandos”. Esta
enunciación se hizo un día después de que el ministro regresara de
una visita a Trípoli de Libia.
Hasta
recientemente Libia tenía dos gobiernos. Después de intentos
sistemáticos por parte de los grandes poderes, se puso en marcha un
“gobierno unitario” con el que podrían tener discusiones. El
resultado fue que en vez de un gobierno sustituyendo a dos, los
libios obtuvieron un tercer gobierno al lado de los otros dos. El
parlamento de Tobrouk, al que reconocían los grandes poderes,
todavía no ha reconocido la autoridad del nuevo gobierno. Este
gobierno es el que ahora tiene que hacer una “invitación” formal
a la coalición que está organizando Italia para intervenir en el
país.
Por
ahora, el nuevo presidente impuesto en el país está presionando a
los imperialistas para que interrumpan las sanciones y empiecen a
suministrar a su ejército. Pero, nadie tiene confianza en nadie. Los
ejércitos que se están peleando llegaron la semana pasada al punto
de interrumpir la exportación de petróleo, mientras en Trípoli,
poco después de la visita de embajadores occidentales que estuvieron
ahí para reconocer al nuevo gobierno, estallaron escaramuzas
militares.
En
el este, ha impuesto su control el general Halifa Haftar, el que se
presenta como el azote de los islamistas, pero todos saben que las
armas y el apoyo no los debe al parlamento de Tobrouk, sino al
dictador de Egipto, Sisi, el que le facilita todo lo que necesita.
Una de las metas de la intervención de 2011 era asegurar el flujo
normal del petróleo. Esta meta ha fracasado totalmente y hoy hay
instalaciones que se han destrozado por el poco uso y la incapacidad
de exportar.
Dentro
de una situación así, los poderes occidentales pretenden que la
intervención que están preparando no es “bélica”, sino es
simplemente para entrenar las tropas que necesita el nuevo gobierno.
Esta es también la excusa que utiliza Cámeron en Gran Bretaña. Se
Niega a presentarse en el parlamento para contestar a los diputados,
mientras sus ministros dicen que no es necesaria una votación en el
parlamento, porque no se trata de una intervención bélica. La
última vez que Cámeron pidió el voto del parlamento para la
intervención en Siria, perdió. Las mentiras no tienen mucho éxito.
Los diputados conservadores mismos que no tienen ganas de apoyar otra
vez una guerra-fiasco dicen que “Libia es un estado fracasado que
está en situación de una guerra civil multifacética. Por eso,
cualquier despliegue de fuerzas británicas, es por definición un
involucramiento en un conflicto militar.”
Dentro
de esta semana se organizan en Viena discusiones acerca de cómo
apoyar al nuevo gobierno y de los próximos pasos hacia la
intervención. Su miedo sobre la situación en Libia se refleja en
que la proporción de soldados con misión de seguridad de las
propias fuerzas occidentales es más grande que en otras
intervenciones, incluso en Irak. Si, como dicen, hay 120 bandos en
esta guerra, los soldados que van a pisar en Libia, tienen que
protegerse por 120 lados. Obviamente, como en Siria, todos declaran
que están luchando contra el Estado Islámico, y piden armas para
hacerlo. Dejando al lado sus hipocresías, uno de los “logros” de
la intervención de 2011 es que han llegado al punto de tener en
Libia el Estado Islámico exportado desde Siria. Según el Pentágono,
en el año pasado, el número de los militantes de ISIS aumento de
cuatro a seis miles en Libia.
El
camino mortal del Mediterráneo
Italia
está encabezando la nueva agresión por dos razones. Por un lado, es
el antiguo poder colonial que tenía bajo su control a Libia hasta
1943 y la considera como su patio interior, de la misma manera que
Francia está en primera línea para bombardear Siria. Por otro
lado, porque por Libia pasan miles de refugiadas y migrantes hacia
las islas italianas y Europa.
El
régimen de Gadafi, sobre todo en los últimos años, se había
convertido en el mejor aliado de la Europa fortaleza, asegurando que
los migrantes africanos terminarían en cárceles y campos dentro de
Libia y no en pateras que llegan a Lampedusa o Sicilia. El derrumbe
del régimen abrió las puertas de la migración y los primeros
ahogamientos masivos de migrantes se convirtieron en rabia y presión
para que se rompieran los acuerdos de Dublín y todos los mecanismos
de la Europa fortaleza.
Ahora,
con el acuerdo entre UE y Turquía y la escalada de barreras racistas
en Grecia y en los Balcanes, la llamada “ruta del mediterráneo
central” se hace otra vez muy importante. En 2016, la mayoría de
los migrantes y refugiados muertos en el Mediterráneo han perdido su
vida entre Libia e Italia (976 víctimas oficialmente hasta el 6 de
mayo, añadiéndose a las 376 personas que se han ahogado en el mar
Egeo). Cerca de 30 mil han llegado a Italia este año. En su mayoría,
hasta ahora, los que intentan pasar por Libia vienen de Nigeria,
Gambia, Senegal, Guinea y la Costa de Marfil. Pero las instituciones
mismas de la ONU prevén que se va a aumentar la gente de Asia que
intenta esta ruta marítima difícil
La
intervención que está preparando Italia tiene como meta que la
política de Gadafi encuentre otra vez un apoyo. Necesitan un régimen
que pueda encarcelar a refugiadas y migrantes en África y hunda las
pateras antes de que lleguen a aguas europeas.
Todos
los buitres que han masacrado la primavera árabe (europeos y
regímenes como él de Sisi) ahora no pueden controlar el caos que
ellos mismos han producido, desde Iraq hasta Libia. Siguen con miedo
a un nuevo levantamiento de la gente, como es obvio por el nivel de
represión que está ejerciendo Sisi en Egipto. El
movimiento de solidaridad a los refugiados, y un nuevo movimiento
contra la guerra es
la garantía que sus planes no van a funcionar.
Nikos Loudos, militante de CAA