La Revolución rusa de
1917 transformó todos los aspectos de la sociedad. El autor Dan Healey le habla
a Colin Wilson sobre su impacto en la libertad sexual.
El movimiento contemporáneo de los derechos de los homosexuales empezó en 1969 con la revuelta de Stonewall en Nueva York. Los activistas en aquella época daban por hecho que formaban parte de un movimiento más amplio que luchaba contra el racismo y contra la guerra en Vietnam.
En concreto, los
socialistas en aquel movimiento empezaron a estudiar la historia de las campañas
por la liberación sexual. Volvieron a descubrir una tradición que llega hasta
los años 1840 y que argumentaba que el socialismo no solo acabaría con la
explotación económica, sino que traería libertad personal y sexual.
El punto álgido de
esta tradición fue la revolución rusa de 1917, que derrumbó la dictadura del
zar e introdujo un gobierno liderado por los bolcheviques y basado en el
control de los obreros y campesinos.
La revolución de 1917
transformó las actitudes frente a la sexualidad y las mujeres. Se inició un
período de libertad sexual que duró hasta los primeros años de la década de
1930, cuando fue aplastado por la contrarrevolución de Stalin.
El libro “Deseo
homosexual en la Rusia revolucionaria”, escrito por Dan Healey, ofrece pruebas
abundantes sobre todo esto -a la vez que da una visión más detallada de las
contradicciones entre los primeros años de liberación y la intolerancia brutal
de Stalin-.
Rusia bajo el Zar era
una sociedad extremadamente desigual y represiva. Estaba dominada por la
iglesia ortodoxa rusa, y tanto el sexismo como el antisemitismo estaban muy
profundamente enraizados.
Pero partes de Rusia
en aquella época se estaban industrializando rápidamente, de modo que en
algunas regiones muchas de las tradiciones y los controles sociales que habían
existido durante siglos en el campo empezaban a desprenderse.
El concepto de
homosexualidad no estaba muy extendido en la Rusia de la época. La gente no
categorizaba a los demás ni a ellos mismos en base a su preferencia sexual.
Pero empezaban a
circular modernas ideas sobre el sexo, especialmente cuando la censura se fue
relajando después de la revolución fracasada de 1905.
Una subcultura gay
empezó a desarrollarse, con hombres quedando para sexo en parques y aseos
públicos. Muchos hombres ricos tenían relaciones con camareros, sirvientes o
soldados, mientras que prostitutos trabajaban en algunos baños públicos.
Algunas mujeres empezaron a identificarse a sí mismas como lesbianas, mientras
otras mujeres que deseaban a mujeres vivían sus vidas como si fueran hombres.
El sexo entre hombres
era un delito, castigable con exilio a Siberia. Los menos privilegiados corrían
mayor riesgo de ser detenidos. Los ricos sabían cómo ser “discretos” y evitar
la ley.
Pero la revolución de
octubre de 1917 bajo dirección bolchevique llevó a un cambio profundo de
visión. “Lo que vino con los bolcheviques fue un concepto muy diferente de
cómo se tiene que entender la sexualidad”, dice Dan Healey.
“Se trataba de una
idea extremadamente moderna: que la sexualidad debía ser laica, que todo el
abracadabra religioso debía ser eliminado y que la ciencia debía ser el factor
más importante que determinara el enfoque en la sexualidad.”
Este pensamiento era
la base detrás de la descriminalización del sexo entre hombres en el código
penal después de la revolución. El aborto fue también legalizado, mientras el
divorcio podía hacerse efectivo bajo petición de cualquiera de los cónyuges.
¿Fue esta
descriminalización legal acompañada de cambios en las actitudes sociales y de
una liberación más amplia? “Es muy difícil determinar con precisión”,
dice Healey, “pero se puede tener una idea de que se trataba de un gran
momento de liberación para algunas personas orientadas al mismo sexo. Hay
alguna gente que lo vivió como un momento de soltar amarras respecto a las antiguas
convenciones, incluso de pavonearse.”
Healey menciona un
ejemplo del período después de la revolución, cuando la guerra civil había
llevado a la hambruna y la pobreza. “La gente estaba abandonando las
ciudades porque no había ni comida, ni combustibles, ni trabajo. Se necesitó
mucho tiempo para que se estabilizara la situación hasta que la gente se sintió
económicamente cómoda y capaz de expresarse. Pero había una sensación de que
las personas gays lo vivían también como su revolución. Por ejemplo, una drag queen
en Kursk, mencionada en un artículo médico, parece que interpreta los eventos
de la guerra civil y de la revolución como un permiso a ser escandalosa.
Durante un tiempo la gente parecía dispuesta a seguir este camino.”
Un caso legal de 1927
nos ofrece otro ejemplo. Se trata de una mujer que había vivido como un hombre desde
la revolución, por la que había sido una activista entusiasta. Se había casado
con otra mujer en 1922. El juicio reconoció su matrimonio como “legal,
porque se había realizado con consenso mutuo.” Es destacable que la Rusia
soviética reconociera un matrimonio homosexual en los años 20, cuando en el Estado
español tuvimos que llegar al año 2005.
Algunos historiadores
han argumentado que no fue un gran avance para los homosexuales tener que
tratar con los médicos y los psiquiatras en la Rusia soviética, en vez de
tratar con la policía. Haley no está de acuerdo. Argumenta que exactamente esto
era lo que los activistas homosexuales de la época estaban reivindicando y fue
un paso adelante.
“En términos
históricos, es algo extremadamente progresista”, dice. “La medicina es
un arma de doble filo, puede ser una fuerza para lo bueno o para lo malo. Muchos
psiquiatras en los años 20 en Rusia mostraron una simpatía destacable para los
homosexuales y trabajaban para intentar ayudar a sus pacientes homosexuales a adaptarse
de algún modo a la homofobia que encontraban a su alrededor.”
Sin embargo, Healey
habla también sobre las tensiones en el pensamiento bolchevique y en su
experiencia con la sexualidad, tensiones que ve provenientes del deseo, por una
parte, de liberar a las personas y, por otra, de mantener el estado colectivo
soviético. Healey apunta que muchos líderes bolcheviques llamaron a la transformación
de la vida familiar, a poner fin al trabajo doméstico y a los comedores
sociales. Kollontai quería liberar las relaciones del penoso trabajo doméstico,
permitiendo a las mujeres vivir vidas como trabajadoras independientes fuera de
la casa familiar.
La posición de los
bolcheviques frente a la homosexualidad y su compromiso con la liberación
femenina le dio al régimen soviético una reputación internacional entre los que
luchaban por la libertad sexual.
Activistas por los
derechos de los homosexuales en todo el mundo, incluido Magnus Hirschfeld,
probablemente el activista gay más importante del mundo en aquella época, se
inspiraron en las victorias de la Rusia revolucionaria.
No obstante, Healey
detecta también una visión diferente de la de Kollontai -la que describe como “una
visión de poca confianza hacia el placer por el placer y una visión de muy poca
confianza hacia las conductas desordenadas e irresponsables en las relaciones
sexuales. El problema para los homosexuales es que sus relaciones parecen
desordenadas, en parte porque no hay maneras aceptadas para que las personas
gays se conozcan y formalizan sus relaciones”-. Healey tiene cuidado de
matizar el contexto de todo esto. “La sexualidad no era un asunto de primera
línea para el régimen”, opina. “Estaban más interesados en las cifras de
la industria y en la creación de la primera economía socialista del mundo -ésta
era su prioridad”. Estos argumentos tienen su mérito, pero la preocupación
de los bolcheviques por proteger a su nueva sociedad no era por consideraciones
económicas. Había también factores militares. La Rusia soviética estaba bajo
ataque de fuerzas imperialistas y ejércitos contrarrevolucionarios durante la
mayor parte de su tiempo en el poder.
Además, las visiones
progresistas de Kollontai sobre sexualidad no eran nada marginales o insólitas
entre los líderes bolcheviques. Leon Trotski, que jugó un papel crucial durante
la revolución de 1917 y en la guerra civil después de ella, tenía posiciones
similares en muchos de estos asuntos.
Cuando un periodista
estadounidense le preguntó si era verdad que en Rusia se podía llegar al
divorcio sólo con una simple petición de un cónyuge, Trotsky le respondió
preguntándole si era verdad que había países donde todavía no se podía hacer
esto.
Sea cual sea la
lectura que se haga de los debates de los años 20, Healey recalca que los años 30
fueron una revocación completa de las victorias de la revolución, tanto por la
democracia como para la libertad sexual.
La homosexualidad y el
aborto se convirtieron ambos en delitos criminales en 1933, con una sentencia
de cárcel de mínimo tres años por homosexualidad. Esto iba mano a mano con
otros ataques -los pasaportes internos se introdujeron desde 1932 y los sueldos
de los obreros se redujeron a una décima parte de los que eran en 1926-. Healey
opina que se puede ver el principio de este giro con el primer plan quinquenal
en 1928. La dirección empezó a preocuparse de aumentar la población, inquieta
porque no iba a tener suficientes personas para el ejército.
El régimen de Stalin
quería también mantener el control económico y social. La prostitución era
independiente del régimen, así que empezaron a tomar medidas contra las prostitutas.
Según comentaba Trotsky en aquel momento, el hecho de que de todas maneras
existiera la prostitución demostraba que lejos estaba Rusia del socialismo
real.
Al principio el Estado
aspiraba a sacar a las prostitutas de las calles y a enseñarles un oficio. Pero
después de unos años las pusieron en colonias de trabajo o las mandaron a
campos carcelarios. Muchos prostitutos y otros hombres gays solían quedar en
las mismas partes de las ciudades donde trabajaban las prostitutas, así que se
vieron afectados por estos acontecimientos.
Una vez la
homosexualidad volvió a ser criminalizada, centenas de hombres fueron
arrestados en cuatro o cinco ciudades claves. De estos ataques no sabemos
detalles, ya que los archivos relevantes de la KGB no son accesibles a los
historiadores.
Healey subraya que
incluso en esas condiciones, la prohibición fue un gran shock para mucha gente.
“Hay el caso maravilloso de un comunista británico, Harry Whyte, que
escribió a Stalin después de la prohibición de la homosexualidad. Le mandó
buenos argumentos contra la prohibición, todos basados en un conocimiento bueno
de la historia marxista.” Whyte estaba viviendo en Rusia en aquel momento,
añade Healey. “Acudió a psiquiatras que no tenían ni idea de la prohibición
y no se lo creían hasta que él les llevó un periódico y les enseñó que la
prohibición ya se había llevado a cabo. Habló con varios oficiales, fue hasta a
la policía y les preguntó cómo iban a interpretar esta prohibición.”
Healey explica que
antes de 1933 la libertad sexual se consideraba como el sentido común en la
Rusia soviética. “Era como una parte de la revolución sexual el hecho de que
Rusia no perseguía a la gente de la misma manera que lo hacen los países
“burgueses filisteos”, donde la constricción religiosa y moral alimentaba los
antiguos prejuicios.” Por el contrario, en los años 30, los portavoces de
Stalin empezaron a pretender que todos los homosexuales eran espías y
fascistas.
Los ideales de la
revolución fueron desenraizados y revocados. Las victorias y los atisbos de
libertad en todos ámbitos de la vida humana fueron destrozados por la
contrarrevolución estalinista.