En Gran Bretaña, el enfado de clase acumulado que ha salido a la superficie con los resultados de las elecciones se está convirtiendo ahora en explosión, después de la tragedia en la torre Grenfell. Theresa May, aunque recién elegida como primera ministra, no se ha atrevido a establecer contacto con las familias de las víctimas y los supervivientes. Cuando se acercó al lugar del incendio, tuvo que salir corriendo porque la gente empezó a llamarla asesina.
Se
trata de un crimen capitalista en todos los aspectos y es obvio para todos. Es
un crimen de la especulación, de la indiferencia del Estado por las vidas de
las personas pobres. Es resultado de los recortes y de la austeridad, de los
estrechos lazos entre la derecha británica y los terratenientes, y además es
producto del racismo y la islamofobia.
Hasta
el número de muertos todavía se desconoce. La mayoría de las estimaciones
hablan de más de 100 personas, aunque el índice oficial estaba atascado en
cuatro o siete durante mucho tiempo, y en el momento en que se escribe este
artículo ha llegado a 79. Esto no es sólo resultado de las mentiras conscientes
por parte de las autoridades, sino de la pulverización de los servicios
sociales, que no tienen ni idea de cuánta gente y quiénes se alojan en un
edificio de protección oficial grande. Además de todo esto, hay familias de
migrantes que alojaban a más personas de las que habían declarado oficialmente,
o que tienen miedo de declarar la pérdida de sus familiares si no tienen
papeles legales y están amenazados con extradición.
La
torre fue renovada recientemente, pero el dinero se dirigió a cambiar la
fachada para que no perturbar la estética de los ricos, que ven desde sus propios
apartamentos este gran almacén de pobreza. Y también para no estropear las
fotos en los folletos de las grandes inmobiliarias que venden viviendas super
caras en el barrio.
Así
que había bastante dinero para el nuevo revestimiento del edificio, pero no lo había
para que el material no fuera tan inflamable, ni para que se pusiera un sistema
contra incendios automático. El resultado fue que el revestimiento hizo que el
edificio se quemara más rápido que una servilleta de papel, con la gente
atrapada y los bomberos incapaces de abrir camino de salida.
Londres
es una de las ciudades con viviendas más caras en el mundo. Las casas que
llegan a precios astronómicos permanecen vacías, ya que el motivo principal es
la especulación en los precios, no alojar a personas reales al final. Mientras
tanto, las familias pobres se tienen que acumular en viviendas como Grenfell.
La mayoría de los diputados de la derecha o lo son ellos mismos o son muy
amigos de especuladores y propietarios de inmobiliarias.
Los
últimos ministros de vivienda han estado orgullos de cómo los precios volvieron
a subir muy rápidamente después de la crisis y lo hicieron todo para que el
coste de seguridad y los demás costes sociales no echaran el freno a la nueva
burbuja. Uno de ellos, Brandon Lewis, decía claramente a los diputados de
derechas que el coste de implantar sistemas contra incendios tenía que asumirlo
“el mercado”, o sea, las empresas tenían que encontrar la manera de convencer a
los propietarios de la conveniencia de instalar un sistema contra incendios, y
que no es responsabilidad del estado imponer reglas u ofrecer ayudas y
subvenciones.
El
hasta hace poco alcalde derechista de Londres, también se declaraba orgullo por
los recortes que hizo al servicio de bomberos y así… puso orden en los
presupuestos de la ciudad.
La
combinación de todo esto no solo ha hecho que la gente saliera a la calle, con
manifestaciones e “invasiones” a las oficinas de los servicios sociales, sino que
también ha aumentado la crisis política, poniendo en duda el futuro de Theresa
May. Después de las elecciones, May ya tenía como única solución formar un
gobierno de minoría con el apoyo de los fanáticos del DUP norirlandés. Ahora se
considera un cadáver político, habiendo sido incapaz de manejar la situación
tanto a nivel práctico como propagandístico. Se mantiene en su silla solo
porque la derecha no tiene una alternativa preparada.
Mientras
tanto, las conversaciones en las calles y en los barrios van más profundo:
¿quién tiene la culpa y cuál podría ser la respuesta? Que paguen los ricos, que
se expropien sus fortunas, que se abran las viviendas vacías para las familias
que las necesitan. Los periódicos de derecha hasta hace poco se cachondeaban de
las “propuestas locas” de la extrema izquierda que supuestamente movía los
hilos detrás de Jeremy Corbyn. Ahora tienen que reconocer con miedo que esas “propuestas
locas” están conquistando las mentes de una gran parte de la clase trabajadora
y de los pobres.
Nikos Lountos
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