En primer lugar, hay que comenzar comentando que el Congreso
de los Diputados del Estado Español, en septiembre del año pasado, reconoció al
fin, que durante siglos, ha perseguido a la etnia gitana, como durante La
Gran Redada, el 30 de julio de 1749. Con esto se demuestra que el Estado español,
como todos los estados en el capitalismo, se apoyan en el racismo para dividir
a la gente trabajadora y buscar chivos expiatorios a quienes culpabilizar de
las consecuencias que provoca el Estado (pobreza, desempleo, migraciones
forzadas…).
El racismo
institucional y de los partidos reformistas que ocupan esas instituciones
se alimentan de los discursos racistas de grupos de ultraderecha, al mismo
tiempo que abonan el terreno para que estos grupos crezcan. Un ejemplo es el
discurso y las prácticas racistas del Partido Socialista y del partido
conservador en Francia contra los gitanos rumanos. Desplegadas para
ganarle terreno y frenar al Frente Nacional, solo le han dado alas al
justificar su racismo desde el poder. En Estados Unidos, la victoria de
Trump con su discurso racista y xenófobo la impulsado a los grupos de
ultraderecha, ya sean grupos claramente nazis o, los más peligrosos, aquellos
que van de demócratas siendo ultraderechistas, como la Alt Right.
En este contexto, en Europa vemos como la extrema derecha
ha ido tomando fuerzas hasta que en varios países europeos han llegado con
fuerza a los parlamentos (Ej. Alemania) e incluso al poder (Ej. Austria). Esto
ha hecho que las políticas de fronteras y migratorias de la UE, se vuelvan
aun más represivas hacia las personas migrantes. La UE ha llegado a un acuerdo
para parar a los emigrantes en Turquía, basado en grandes campos de
concentración e invertido grandes cantidades de dinero en ampliar la flota
militar que vigila el Mar Mediterráneo.
Este racismo institucional se refleja,
por ejemplo, en el Estado Español, en la Ley de Extranjería aprobado por PP y
PsoE, en la política de fronteras de la Europa Fortaleza, en las redadas callejeras
con identificaciones racistas de la policía nacional, en las “devoluciones en
caliente” en Melilla y Ceuta o mediante vuelos a países terceros(condenadas por
el Tribunal Europeo de Derechos Humanos), en el discurso de los medios de
comunicación público donde se habla de las personas migrantes como “ilegales” y
se proyecta la idea falsa de que hay “avalanchas de inmigrantes”, etc.
Desde el sistema y sus instituciones que fomentan el
racismo se nos dice siempre que no es
necesario luchar contra el racismo desde las calles porque en el mal
llamado “Mundo Libre”, la democracia ya está consolidada, y los jueces, los
gobiernos y la policía se encargan de luchar contra el racismo, cuando
realmente lo favorecen netamente.
Todo esto se desarma cuando la gente trabajadora sale a
la calle para profundizar en sus derechos y libertades, como en el Procés
catalán. Entonces, el capital y su
Estado sacan a pasear a sus perros fascistas y su racismo. Las
manifestaciones de grupos fascistas en los últimos meses en defensa de la
“unidad de España” han venido de la mano de agresiones homófobas y racistas en
las calles. La historia nos muestra que los capitalistas necesitan del fascismo,
y su racismo, para machacar las luchas sociales y los procesos revolucionarios
(Ej. Estado español en 1936, Chile en 1973…). Con el fascismo, los capitalistas
se quitan la careta de demócratas para defender sus intereses con autoritarismo
y violencia.
Actualmente no estamos en una situación revolucionaria,
pero sí en una crisis de civilización que pone en duda al sistema capitalista
en la mente de muchas personas, por ejemplo, respecto a la crisis ecológica
global o la crisis de desempleo y precariedad laboral. En este contexto, la crisis económica ha hecho que la
gente trabajadora se eche a la calle y el racismo (fomentado desde las
instituciones y desde grupos fascistas) es
una de las formas para hacer que no ataquen al sistema capitalista responsable
de la crisis, sino que odien a otra gente trabajadora: divide y
vencerás.
El racismo institucional y fascista, como el machismo,
impregna el pensamiento de muchas personas en nuestras sociedades. Y el
sembrar racismo recoge sus frutos, por ejemplo, en forma de palizas a migrantes
en las calles o como explosiones, más o menos espontáneas, de ataques racistas
colectivos, como el sufrido en El Ejido por personas subsaharianas en el
año 2000, en Estepa en 2014 contra familias gitanas y, recientemente, en Pedrera
por familias rumanas.
La ultraderecha no descansa en Sevilla, ni
en otros sitios, en su esfuerzo por sembrar el racismo. Utilizando la
islamofobia consiguieron frenar la construcción de una mezquita en Sevilla,
primero en Los Bermejales y después en San Jerónimo. Sin llegar, por ahora, a
ataques racistas físicos han desplegado campañas racistas en la Macarena contra
comerciantes chinos y contra personas sin hogar, y actualmente desarrollan en
Camas (pueblo del área metropolitana de Sevilla) una campaña contra familias
rumanas (que ocuparon un edificio vacío tras la crisis económica) con la excusa
de la seguridad ciudadana.
En Andalucía desde la crisis, al
igual que en el resto del Estado Español, ha subido el número de grupos de
extrema derecha y racistas. La crisis económica y las políticas estatales y
autonómicas con los recortes en servicios sociales, hace que estos partidos e
ideas salgan a la calle con facilidad, porque tienen el mensaje simple de que
toda la culpa la tiene el diferente. Los ataques a LGTBI suben porcentualmente,
junto con el machismo y el racismo. Se están atreviendo incluso a montar mesas
informativas en las universidades y a hacer manifestaciones con todas sus
banderas y signos, respondidas desde el antifascismo, que está poco organizado
y sin fuerza real.
En la zona del Aljarafe,
desde los tiempos del 15-M, se han localizado varios grupos de extrema derecha.
Un ataque a un homosexual en Castilleja de la Cuesta marcó un antes y un
después en la lucha antifascista y dejó claro que teníamos que organizarnos y
se creó UCFR Andalucía, que por motivos diversos no terminó de arrancar, aunque
consiguió parar al grupo que operaba en Mairena del Aljarafe. Más tarde en
Camas, un grupo racista de vecinos, se organizó contra la población gitana
rumana que había okupado un bloque de pisos propiedad de la Caixa, que estaba
abandonado. Este grupo sigue en pie y hasta ha sido recibido por el
ayuntamiento para hablar supuestamente de seguridad. Toda esta ola racista se
culmina con incidentes racistas en varios pueblos más y siempre contra la
población gitana rumana o española.
Pero frente a estos peligrosos ejemplos de racismo, sabemos cómo parar el racismo y el
fascismo.
En general, cuando la clase trabajadora toma el
protagonismo en la lucha, los discursos racistas que intentan dividirnos quedan
arrinconados. Esto es lo que ocurrió, por ejemplo, cuando las
manifestaciones y las huelgas tomaron las calles en Francia contra la última
reforma laboral, arrinconando el discurso racista del Frente nacional que
estaba dominando en los medios de comunicación.
Además, es importante que tengamos muy claro que la
libertad de expresión para los racistas va contra las libertades de todos. Los racistas y fascistas no deben poder
expresar sus ideas de odio. Así, por ejemplo, tenemos que echarlos de las
manifestaciones donde aparezcan, como hemos hecho en Sevilla en las
manifestaciones del 15-M y, más recientemente, en las de la Marea Blanca donde
Vox intentó participar.
También es importante impulsar alternativas políticas
progresistas que hagan que la gente trabajadora mire hacia la izquierda, y
no a la ultraderecha, a la hora de buscar soluciones a sus problemas. Esto es
lo que ha pasado con Podemos en el Estado español, frente a otros países
europeos, como Alemania y Francia, donde partidos racistas han aumentado mucho
tras la crisis económica.
Donde
toda izquierda se une y organiza en un frente único contra el racismo y el
fascismo, la extrema derecha y su racismo desaparecen o se reduce mucho. Por
ejemplo, en Grecia se ha logrado parar a la extrema derecha (Amanecer
Dorado) y incluso desenmascararla de cara a la población. Esto se ha hecho
desde abajo, creando poder popular, lucha en la calle y unidad de toda la
izquierda: partidos, ONGS, sindicatos... Igual que se hizo en Reino Unido
desde los años 70 con la Liga Antinazi y ahora contra United Against Facism and
racism y Music Against Racism contra el British National Party y la English
defence League, que nunca han conseguido crecer significativamente.
Sin embargo, en Francia, cuando los fascistas eran
pocos, la izquierda pensó que no eran un problema, que era mejor no hablar de
ellos y denunciarlos públicamente para no darles propaganda, y poco a poco
fueron creciendo hasta tener ahora más del 20% de los votos.
Denunciar
públicamente a los grupos racistas no es hacerles propaganda, es mostrar a la
gente lo que realmente son para que no les engañen y comprenda que el racismo
no es la respuesta a sus problemas.
La experiencia nos muestra que la respuesta al racismo es
crear un frente amplio de toda la izquierda (desde
la reformista a la revolucionaria). Tenemos que tener claro que toda la
izquierda política es objetivo de la extrema derecha, y no podemos perder el
tiempo en peleas internas y sectarismos.
Tenemos el mal ejemplo de la Alemania de los
años 30, donde comunistas y socialdemócratas, se tiraron los
trastos a la cabeza en vez de estar unidos contra Hitler, puesto que no
entendieron que la unidad en la diversidad de la izquierda, de los MMSS y de ciudadanos de a pie, es la única forma
de terminar con la pesadilla que producen los grupos fascistas. Esto no quita
que dentro de dicha plataforma, cada grupo político o social, mantenga su
idiosincrasia y sus criterios internos.
En
una plataforma antirracista como ésta solo debe debatirse y actuar para frenar
el racismo, y no tratar otros temas que nos dividan.
Un espacio de frente único antirracista puede
organizar
charlas públicas, campañas de concienciación, información durante elecciones,
actividades culturales contra el racismo, denunciar públicamente a los racistas
y movilizarse masivamente frente a los racistas.
La lucha de la izquierda anticapitalista sola y de grupos
antifascistas solos, con enfrentamientos con los fascistas en las calles, está
muy bien, pero no los frena. La movilización unitaria de la izquierda, sí.
Desde
el Colectivo Acción Anticapitalistas animamos a personas a título individual y
a organizaciones de izquierda a reimpulsar Unidad contra el fascismo y el
racismo en Andalucía antes de que sea demasiado tarde.
Juan Antonio Gilabert Gil, activista Colectivo Acción Anticapitalista.
Juan Antonio Gilabert Gil, activista Colectivo Acción Anticapitalista.
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