Encaminándonos hacia las elecciones del 26 de junio, para prepararnos para lo que tenemos por delante, tenemos que mirar un poco fuera de nuestras fronteras, a Francia. El gobierno de Hollande fue elegido en 2012 con la consigna de imponer más impuestos a los ricos, en favor de las trabajadoras. Había quienes pensaban que Francia iba a crear un contrapeso de izquierdas a lo que se considera como el eje de la política europea de austeridad, Alemania. Las direcciones de los sindicatos franceses, con CGT (el sindicato más grande en Francia) en primera línea, se habían creído y aceptado las promesas de Hollande antes de las elecciones. Habían parado las luchas e intentaban conservar la paz social. Pero, bastante rápido, las cosas cambiaron. Bajo la presión de los capitalistas y de la UE, los grandes planes de políticas sociales quedaron a un lado. El gobierno de Hollande empezó a utilizar el racismo y la islamofobia para salvar el pellejo. Y fue esta política la que fomentó la subida de Le Pen. Hollande cambió a su primer ministro y, junto con Valls, empezó a atacar a la clase trabajadora. La ley El Khomry, la reforma laboral más reciente, es la peor etapa de todo este recorrido.
Y vino la resistencia. A todos los niveles. Contra los fascistas y contra el gobierno. Contra los prejuicios de los que dicen que la resistencia a un gobierno de centro-izquierdas puede ayudar solo a la derecha o, aún peor, a la extrema derecha, en este momento es la clase trabajadora, con la izquierda más combativa, la que dirige la lucha.
Una descripción de los últimos días dice: “Mientras siguen las huelgas en las refinerías, en las centrales nucleares y en Air France, se incorporan a las luchas más sectores, como los trabajadores de las cuatro sucursales de la multinacional Amazon. La huelga empezó en las tres sucursales un día antes de la huelga general del 26 de mayo y se extendió a la cuarta. Los huelguistas erigieron barricadas hechas con palés por fuera de los almacenes y pararon la distribución de los pedidos. Mientras tanto, los trabajadores y trabajadoras precarias de la Biblioteca Nacional de la Universidad en Saint Denis, después de un mes de ocupaciones, han conseguido que la dirección negocie sus condiciones laborales. La lucha sigue y en la última movilización, el pasado 4 de junio, ocuparon los cajeros y la entrada en la biblioteca era gratis todo el día.”
Tenemos que sacar conclusiones. La crisis es tan profunda que no deja espacio para esperanzas de gobiernos no dispuestos a enfrentarse con el sistema, de llevar a cabo cualquier cambio progresista. Por ello, es absurdo que Podemos e Izquierda Unida nos quieran convencer de lo contrario, proponiendo una alianza gubernamental con el PSOE, partido hermano del Partido Socialista Francés y de Hollande. La economía española está en una situación aún peor que la de Francia. Las presiones para más ajustes, austeridad y reformas laborales aún más salvajes serán más fuertes aquí, sea cual sea el gobierno que se forme después del 26 de junio.
Si necesitamos ejemplos, basta mirar a los y las trabajadoras francesas. Más huelgas, más piquetes, más ocupaciones y organización militante desde abajo. Esta es la vía para asegurar que no seamos nosotros y nosotras las que paguemos la continuación de esta crisis.
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