domingo, 30 de abril de 2017

Turquía: tras el referéndum, la crisis



Erdogan consiguió una apretada victoria en el referéndum del domingo 16 de abril en Turquía, pero el resultado no es suficiente para sacarlo de la crisis. Él mismo se había puesto como meta un claro 55%, pero obtuvo 51,4%, con un 48,6% para el No. Hay muchas indicaciones de que el resultado del referéndum, en vez de ser una herramienta para la estabilización de su poder, puede traerle consecuencias adversas.
Las reformas que sometió a referéndum Erdogan le daban una serie de poderes extra, limitando el papel del primer ministro, del gobierno y del parlamento. Le dan derecho designar a dedo a todos los ministros, elaborar los presupuestos del estado y legislar con decretos sin la Asamblea Nacional.
Erdogan intentó sacar provecho del golpe de estado fracasado del verano pasado para convencer a la gente de que sólo dándole poderes especiales puede mantener a raya a los mecanismos oscuros del estado profundo. Pero, principalmente, quería convencer de que el fortalecimiento de su propio poder es la única alternativa en un momento en que la estabilidad de Turquía está siendo desafiada por todos lados. El 51,4% no es suficiente para dejar claro tanto a la gente como a la clase dirigente que tienen que depositar todas sus esperanzas en Erdogan. El país se dividió, no se “unió”.
Desde el mismo domingo salió gente de los dos bandos a la calle. Los del Sí para festejar, los del No para gritar contra la violencia y el fraude electoral. Los partidos de la oposición están demandando un recuento de los votos, no reconocen la legitimidad del resultado y subrayan que el comité electoral central estaba en manos del partido gobernante

Para Erdogan, el problema político tuvo también otros apectos. El No ganó tanto en Estambul como en Ankara, las ciudades que Erdogan tenía como puntos de partida para su ascenso meteórico desde 1994. Erdogan antes de ser primer ministro y presidente era alcalde de Estambul. Como apuntan los compañeros de DSIP (partido hermano del Colectivo Acción Anticapitalista en Turquía) “El No ganó en 13 de las 20 ciudades que suman el 77% del PIB. Otro elemento importante también ha sido el desgaste que sufrió AKP (el partido de Erdogan) en los municipios de Estambul que consideraba como sus bastiones. La victoria del No en Üsküdar y el tamaño del No en Fatih son ejemplos de este desgaste”.
En paralelo, entra en problemas su alianza con los nacionalistas del MHP. Los dos partidos están gobernando en común y han formado una alianza política, especialmente después del golpe de estado. Pero en el referéndum no consiguieron llegar a la suma de sus votos de las últimas elecciones. En noviembre de 2015 tuvieron 29,2 millones de votos y esta vez el Sí tuvo 4 millones menos. De hecho, no sumaron ni los votos que tenían en junio de 2015 (26,4 millones), antes de la polarización por la incapacidad de formar gobierno. Parece haber sido el MHP el partido que no consiguió movilizar a sus bases para que votaran a favor de los poderes de Erdogan. La oposición interna “más dura” de los fascistas de MHP que estaban en contra de la alianza con Erdogan ha salido fortalecida después del referéndum.
El comunicado de DSIP destaca que el partido que más reforzado políticamente sale después del referéndum es el HDP, el partido de izquierdas y del movimiento kurdo. En las regiones kurdas ganó el No, a pesar de que ahí está concentrada la campaña de violencia. HDP dio una sorpresa histórica en junio de 2015 rompiendo el límite del 10% y entrando en el parlamento. En noviembre, aunque las elecciones se organizaron en parte para echar a HDP del parlamento, resistió y contra todas las apuestas se quedó dentro del mismo. Ahora muchos de sus cuadros están en la cárcel o bajo persecución, y aun así consiguió hacer una campaña por el No y ganarla en las regiones kurdas.
La cooptación de parte de los Kurdos era uno de los puntos fuertes de Erdogan durante la fase de su ascenso. Erdogan consiguió ganar unas elecciones detrás de otras con cada vez más votos, habiendo convencido de que iba a abrir un proceso de paz que pondría fin a la guerra interna permanente. El referéndum ha demostrado la derrota de esta estrategia política. En la práctica la derrota ya era obvia. Erdogan ha vuelto a empezar las operaciones contra los Kurdos a una escala mayor que antes.
Todas estas tensiones no pertenecer al pasado. El 51% de Erdogan, incluso si contiene parte de fraude, significa que especialmente en el campo hay una parte de la población que sigue viendo a Erdogan como un luchador por la estabilidad, o como una alternativa mejor frente a los militares y los partidos tradicionales del capital.


No es correcto describir el debate del referéndum como un producto de la manía de Erdogan por acaparar más poder. El problema es más profundo. La crisis política en Turquía es resultado del fracaso de una estrategia entera. A nivel internacional, Turquía pretendía ser la fuerza que tiene un pie en Europa y otro en Medio Oriente, donde podía influir en los acontecimientos des-de Egipto hasta Palestina y de ahí hasta la guerra civil de Siria. Ahora está expuesta con su ejército en Siria, esperando a recibir un día la enhorabuena y otro día una colleja, tanto de Trump como de Putin. Sus relaciones con la Unión Europea tocaron fondo, con episodios como el de las provocaciones del gobierno holandés. Y la economía turca, que se suponía que era la excepción, va cuesta abajo a ritmo acelerado. Ha pasado de un ritmo “chino”, a que ahora el PIB per cápita esté estancado. La lira turca llegó al mínimo histórico frente al euro y al dólar en enero pasado.
Detrás de la caza de los “super-poderes” está la ansiedad y el miedo a las peligrosas maniobras que hacen falta para poner orden en este caos, tanto interna como externamente. “Reformas estructurales”, dice el gobierno Erdogan, que es su programa tras el referéndum. Recientemente, Erdogan aumentó considerablemente los seguros que ofrece el presupuesto estatal para los préstamos de bancos a empresas que están en rojo.
La pregunta tras el referéndum es si Erdogan está en mejor situación. Y ¿la clase dirigente turca está en mejor situación para estabilizar algo de todo esto? No parece. Los callejones sin salida los ven todos los sectores de la clase dirigente y cada uno de ellos está persiguiendo la solución que considera más oportuna. Unos con golpes de estado, otros con referéndums. Unos con el Sí, otros con el No. El referéndum ha profundizado, no reblandecido las divisiones.
Pero la respuesta definitiva no la dan las cifras y los votos. La pueden dar las luchas reales contra los planes de la clase dirigente. La fuerza de l@s de abajo se vio con la resistencia en las calles contra el golpe de estado. Ahora se ha visto también con la resistencia contra Erdogan. L@s compañer@s de DSIP dicen que el desafío está en cómo transformar esta dinámica en un núcleo político que supere los límites del Sí y del No y se transforme en punto de referencia de la resistencia de la clase obrera, de las mujeres, de la juventud, de los Kurdos y de todas las minorías contra la austeridad, el autoritarismo y el belicismo.

N.L.

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