Donald Trump ganó la presidencia estadounidense en
parte por haber pisoteado la reputación de su rival, Hillary Clinton, y de su
marido, Bill. Pero el ataque con misiles Tomahawk a la base aérea siria a
principios de abril fue al puro estilo clásico de Bill Clinton.
Durante los años 90, gran parte de los cuales Bill
Clinton fue presidente, EEUU efectuó más de 228 mil ataques aéreos sobre el
Iraq de Saddam Hussein. El jefe de la Aeronáutica Militar de EEUU describió la
situación como una “ocupación aérea”.
En agosto de 1998 Clinton efectuó ataques con misiles
cruise a las bases de Al Qaeda en Afganistán y a una fábrica que supuestamente
producía armas químicas en Sudán. Esos ataques no solucionaron nada. Pero eran
afirmaciones del poder global de EEUU en un momento en que no tenía competidor
ante su supremacía.
Ahora el contexto es muy diferente. EEUU se ha sido
debilitado con la guerra de Iraq y el estallido financiero, y está tratando con
rivales cada vez más firmes como China o Rusia. Trump hizo una campaña
electoral contra la sobreextensión de los recursos estadounidenses en el mundo
y está a favor de mejores relaciones con Rusia.
Entonces, ¿por qué este uso de fuerza clintonesca?
Una manera de leer la decisión es como un triunfo del
establishment de seguridad nacional. Trump ha estado en guerra con los servicios
de inteligencia, lo que le costó su primer asesor de seguridad nacional, el
general Michael Flynn. Flynn, tras el escándalo de sus conexiones rusas, fue
sustituido por un militar mucho más ortodoxo, HR McMaster.
Él, junto a otro general, el Ministro de Defensa James
Mattis, parece estar tomando las riendas de la política global estadounidense.
¿Fue entonces el jueves pasado, cuando se lanzaron los
misiles, una “noche de los generales”? Pruebas a favor de esta explicación las
aporta la destitución del ideólogo de la “alt-right” [la extrema derecha]
Stephen Bannon de un alto cargo en el Consejo de Seguridad Nacional.
Los ataques de misiles fueron recibidos con entusiasmo
por el establishment atlantista en ambos lados del charco. Periódicos que antes
eran muy hostiles hacia Trump publicaron titulares como “Un ataque a Siria
restablece nuestra credibilidad en el mundo” (New York Times) y “Bienvenida la
muestra de liderazgo
estadounidense de Donald Trump” (Financial
Times).
Obviamente Trump hizo lo que Hillary Clinton y muchos
de la burocracia de seguridad nacional han estado argumentando durante años, intervino
militarmente en la guerra siria contra el régimen de Bashar al-Assad. Barack
Obama fue criticado fuertemente por limitar la implicación estadounidense en
Siria.
Dudo, sin embargo, que Trump haya sido conquistado por
los generales. Bannon parece haber caído víctima de la “política de palacio”
por conflictos con el yerno de Trump, Jare Kushner.
Trump tomó la decisión por su cuenta, y no solo porque
estaba alterado por el sufrimiento de los “bebés guapos” de Siria, a los que
había prohibido entrar a EE.UU.
El historiador Greg Grandin ofreció una explicación
más creíble en la revista The Nation. “El objeto de los Tomahawks de Trump no
fue la capacidad de Siria de hacer uso del gas”, escribió. “Sino los oponentes
liberales domésticos que basan su resistencia a Trump solamente en la premisa de
que él es anti-americano porque está demasiado cerca de Putin, y que es un
traidor a la política bipartidista de intervencionismo militar humanitario”.
Además, Trump quizás haya mandado un mensaje a China,
cuyo presidente Xi Jingping lo estaba visitando cuando dio la orden de los
ataques. Un académico chino dijo al Financial Times: “Antes quizás lo veíamos
como un tigre de papel, pero ahora quizás tengamos que tratarlo más
seriamente”.
Los ataques dejan todavía grandes preguntas. ¿Ha dado Trump
marcha atrás a la política anterior de su gobierno y ha decidido derrocar a
Assad? Esto es fácil de decir, pero ¿cómo se hace? La cautela de Obama en el
asunto de Siria reflejaba tanto un entendimiento de las dificultades como del
objetivo de evitar otro atolladero como el de Iraq. La dificultad mayor surge
del apoyo que da Rusia a Assad y de la presencia rusa en el terreno. Esto
incluye un sistema de defensa aérea que da a Rusia control sobre gran parte del
espacio aéreo de Siria. Aunque no creo que los generales ya estén controlando
la partida, Mattis y McMaster han expresado ambos claramente una línea dura contra
Rusia.
Así que Trump está siguiendo los pasos de su predecesor
al que odiaba, vacilando sobre Siria y enfrentándose con Rusia.
Traducción de un
artículo
de Alex Callinicos en
Socialist Worker
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