La
historia del movimiento feminista se
ha caracterizado por diferentes olas. Desde las primeras feministas de la
ilustración que surgieron de la Revolución Francesa, pasando por la Segunda Ola
del movimiento sufragista hasta la Tercera Ola, la radical de la segunda mitad
del siglo XX, cuando hasta lo personal era político. Ahora ha llegado una Cuarta Ola feminista que viene para
quedarse. Ya no reclamamos derechos concretos, como el derecho al voto, acceso
al trabajo, la libertad sexual, derechos reproductivos o a la interrupción
voluntaria del embarazo, que también. La nueva ola feminista se lo cuestiona
todo, desde la desigualdad salarial hasta el derecho a volver solas por la
noche a casa sin ser acosadas, ni pasar miedo; desde la precariedad laboral a
la invisibilización de la mujer; desde los micro-machismos hasta los trabajos
de cuidados no reconocidos ni remunerados en el ámbito de la familia
tradicional opresora, pasando por tener que explicar que cuando las mujeres dicen
“no es no”.
El
pasado 8 de marzo de 2018, el Día
Internacional de la Mujer Trabajadora, varios millones de mujeres, apoyadas con
muchos hombres feministas, salimos a las calles y plazas de todo el Estado español.
Desbordamos todas las previsiones y como colofón a una huelga general laboral de
24 horas, de cuidados, de consumo y estudiantil, convocada bajo el lema “Si nosotras paramos se para el Mundo”.
Como
cualquier ola, la nueva ola feminista
lleva tiempo formándose. Sin el 15M del 2011 lo que ha sucedido este 8 de
marzo del 2018 no se podría explicar. El Movimiento de las Indignadas fue la
escuela donde parte de las activistas feministas de ahora empezaron. El auge de
Podemos y su apuesta por el parlamentarismo lastró definitivamente el
Movimiento del 15M, la mayor brecha junto con el 1-O catalán en el Régimen del
78. Estamos en una nueva ola feminista formada, en gran parte, por mujeres jóvenes,
fuertes y combativas. Posiblemente aún no hayan leído ni a Simone Beauvoir, ni a Silvia
Federici, ni a Ángela Davis, ni a Virgine Despentes e incluso desconozcan las
diversas teorías políticas feministas. Sin teoría también puede luchas
sociales, y aprender leyendo, debatiendo y luchando al mismo tiempo. Lo estamos
viendo, con la práctica se está aprendiendo la teoría y una vez más, como pasó durante
el 15M, el movimiento popular ha sobrepasado y sorprendido a
gobernantes y a los partidos políticos del Régimen, que han llegado a acusar a
las organizadoras de “luchar contra el capitalismo” o de “ser
comunistas”, y que, cuando la ola los ha golpeado de lleno, han intentado
subirse a ella. Pero para papelón oportunista, el representado por las
burocracias de las centrales sindicales mayoritarias burocráticas (CC.OO. y
UGT), desinformando, desmoralizando y boicoteando la huelga general feminista
de 24 horas del 8 de marzo con paros insuficientes de 2 horas por turno.
La ola feminista que inundó las calles y
plazas no ha sido cuestión del azar. ni de la improvisación. Enraizada en
parte, como hemos dicho, en el Movimiento 15M, ha bebido del movimiento “Ni Una Menos” de Latinoamérica y el “Me
too” de Estados
Unidos, y pensado tras la Marcha Estatal Contra las Violencias Machistas del 7
de noviembre de 2015. Se ha organizado desde abajo y horizontalmente en
asambleas feministas unitarias desde el 8 de marzo de de 2016, e incluso desde
antes. Este trabajo decidido y constante, y sin restarle espontaneidad a la
movilización, ha dado sus frutos.
No le faltan razones objetivas a la movilización
feminista: 739 mujeres asesinas desde el 2007 al 2017, 9 durante lo que va
del 2018 (2 de ellas en Andalucía); cada 8 horas se produce una violación en el
Estado español; las mujeres españolas cobran un 13% menos en los mismos puestos
que los hombres pese a una supuesta igualdad salarial. La brecha salarial se
acentúa a la hora de la jubilación: las mujeres cobran un 34% menos de pensión.
El 28% de las mujeres andaluzas están en paro, las andaluzas trabajan 87 días
gratis (la media estatal es de 54 días), y el 41% de estas mujeres están en
riesgo de pobreza, etc. Razones suficientes para convocar una huelga general feminista
de 24 horas.
Por
primera vez en el Estado español se ha realizado no sólo una huelga general feminista de 24 horas con un
alto seguimiento en sectores laborales altamente feminizados (educación,
telemárketing, prensa o sanidad), sino también ha sido una huelga de consumo,
de cuidados y estudiantil. Y las huelgas se hacen contra nuestro modelo de
sistema económico y nuestro sistema es el capitalista. Cierta crítica que se le
hace al movimiento feminista es que omite la opresión que sufren las mujeres
también como clase. Además, la huelga no sólo ha intentado parar la producción
en los centros de trabajo, sino también parar la reproducción y el cuidado de
la fuerza de trabajo en los hogares donde las mujeres cargan con ellos, unos
trabajo no remunerados e invisibilizados asignados por el capitalismo a las
mujeres y sin el cual no se podría mantener ni reproducir el capitalismo.
Y es que la mitad de la población, las
mujeres, no sólo sufre la opresión de género, a través del machismo, sino que
también sufren la explotación de clase por el capitalismo, de la misma
manera que hay mujeres (y hombres) que sufren la opresión de raza y de
orientación sexual. De aquí la importancia
de la lucha anticapitalista dentro del movimiento feminista. El capitalismo
sin las ideas machistas no se podría mantener en pié. De la misma manera que el
feminismo no puede ser de derechas, pues no es sólo un movimiento social o una
ética sino que también es un movimiento político y cuando se realizan políticas
de derechas que favorecen la precariedad laboral, la explotación y el recorte
de servicios públicos que se ceban en especial con las mujeres. las mismas
políticas de austeridad y de recortes en educación, sanidad o dependencia dejan
los trabajos de cuidados que deberían realizarse de forma colectiva en los
servicios públicos a las mujeres. El capitalismo (ahora en su fase neoliberal) castiga
a las mujeres y favorece la desigualdad de género. Es por todo ello que no
puede existir un feminismo coherente que no sea anticapitalista y transversal. Para
luchar contra todas las opresiones que sufren las mujeres, el movimiento
feminista debe de asumir la lucha anticapitalista. Lo vemos a diario, desde las
Kellys, las empleadas de hogar, las trabajadoras de telemárketing, las cajeras
de las grandes superficies comerciales o las empleadas en hostelería y
restauración son claros ejemplos de la explotación del capitalismo sobre las
mujeres de clase trabajadora. Cientos de miles de mujeres no se pudieron sumar
a la huelga general de 24 h del 8 de marzo debido a la precariedad laboral, al
acoso y la coacción empresarial. El movimiento feminista no puede olvidarlas.
De ahí surge la necesidad de unificar las luchas: contra el machismo y el capitalismo.
David Roble y Caterina Iannini,
activistas del Colectivo Acción Anticapitalista
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