viernes, 19 de agosto de 2016

Brasil, lo importante es lo que se está jugando en las calles



No han acertado las multinacionales del deporte al elegir la ciudad donde organizan su fiesta, que se llama Juegos Olímpicos, en 2016. La tranquilidad social y el falso embellecimiento que quieren imponer en las ciudades organizadoras cada cuatro años son imposibles de conseguir en Rio de Janeiro pues Brasil está pasando una profunda crisis económica y política.

La antorcha olímpica ha tenido su propia batalla, incluso antes de que los Juegos empezaran, para llegar hasta Río pasando entre manifestaciones en varios lugares de Brasil, entre cubos de agua y extintores. Para las personas que vieron los edificios olímpicos levantándose mientras ellas estaban esperando en la lista para una vivienda social, la antorcha se convirtió en una oportunidad para expresar su rabia. Silbidos y gritos de “Fuera Temer”, contra el presidente del país, se escucharon incluso durante la ceremonia de apertura. El viernes 5 de agosto tuvo lugar la manifestación de la inauguración, en Copa Campana, organizada por los sindicatos y la izquierda. El martes 16 de agosto se declaró “día de luchas” por los sindicatos y se convocaron movilizaciones en todo el país.

Hace ocho años, cuando Brasil fue designado organizador para el 2016, las cosas parecían bastante diferentes. Lula, que todavía era presidente, tenía control político suficiente para organizar el traspaso del poder a Dilma Rousseff, sin ninguna controversia. Brasil figuraba como un ejemplo de los países que no sólo no sufrieron gravemente de la crisis económica mundial, sino también podrían salir reforzados. Era uno de los BRICS, los ladrillos sobre los que podía basarse la recuperación mundial. La subida de los precios del petróleo y de los demás productos que exporta Brasil creaban esta ilusión. En combinación con la Copa Mundial de Fútbol en 2014, los Juegos Olímpicos eran el regalo extra que se merecía el capitalismo brasileño.

En 2009 el 92% de los y las brasileñas se pronunciaban alegres por organizar los Juegos. Hoy el porcentaje ha caído por debajo del 50%. De los 6,5 millones de habitantes de Río solo un 40% dice que le interesan los Juegos.

Evidentemente todo este frenazo económico no lo han pagado los ricos. Para construir las instalaciones de los juegos desmantelaron barrios enteros de favelas (chabolas) y echaron a la gente pobre a la calle. Desde 2015 empezaron los desahucios y las indemnizaciones o no eran suficientes para que uno pudiera comprar una nueva casa o no se dieron nunca. Se calcula que 77000 personas se quedaron sin techo. Miles de chabolas de gente que trabaja en pequeños pesqueros o en la construcción fueron destrozadas. Río es una ciudad que se basa en este tipo de mano de obra. En un día normal dos millones de personas de las afueras pobres entran en la ciudad para trabajar.

La violencia contra los pobres es el trabajo principal de la policía brasileña, no sólo cuando desmantela chabolas. En 2008 Lula empezó un nuevo plan de fuerzas especiales para controlar la violencia y los cárteles de la droga en los barrios pobres. Hasta 2012, se suponía que había funcionado. La delincuencia se estaba reduciendo. Pero los comandos hiper-armados se habían convertido en un ejército de ocupación en el corazón de la pobreza brasileña. Y desde 2012 empezó a pasar lo que suele pasar con los ejércitos de ocupación. Para controlar su “terreno” empezaron a disparar con sangre fría en cada incidente que parece “sospechoso”.

Los asesinatos empezaron a despegar de nuevo. Estas fuerzas represivas se utilizaron para vaciar Río de mendigos y pobres. El criterio básico de la persecución fue el color de la piel. Mientras más oscura tengas la piel menos derechos tienes para caminar por el centro de la ciudad. En las operaciones para “transformar la ciudad” no dudaron en disparar a niños mientras estaban jugando. El presidente Temer mismo era responsable de “orden público” en San Pablo y tiene experiencia personal en la “caza de pobres”. Lo que no pudieron eliminar en los días de los Juegos han intentado esconderlo. Los carteles gigantes de publicidad desde el aeropuerto hasta las instalaciones están orientados adecuadamente para que las chabolas de los pobres no molesten la estética de los visitantes.

Por otro lado, los terrenos olímpicos son un regalo a los ricos. La villa olímpica misma se va a entregar como urbanización vallada para ricos blancos. Brasil es el país donde se concentra una desigualdad de un tipo específico que no se encuentra ni en los países desarrollados ni en los subdesarrollados. Tiene una parte de la población que vive en condiciones de pobreza como en el tercer mundo mientras hay ricos que se sitúan al lado de sus colegas norteamericanos en las listas de los millonarios del mundo. A algunos de ellos no les importan ni las carreteras atascadas, ni por supuesto la situación de los medios de transporte público. Utilizan helicópteros, que ofrecen sus servicios a 1350 euros por hora, para hacer sus negocios sobrevolando por encima de la miseria de los y las brasileñas normales.

El foco de los medios de comunicación estuvo durante unos días en la situación del agua donde se realizan los deportes marinos. ¿La piel de los deportistas de élite en agua donde flotan basura, residuos y cadáveres? Pero esta es la realidad para la población brasileña todos los días, no solo durante los Juegos. El virus Zika, que ha sembrado el pánico, es producto de la desigualdad enorme y de las infraestructuras insuficientes tanto a nivel de vivienda como de sanidad.

Además los Juegos de 2016 se organizan en medio de una aberración política pues el presidente Temer no ha sido elegido. Tomó el poder hace unos meses después de un golpe “institucional” contra la presidenta Dilma Rousseff. El “Partido de los Trabajadores” de Rousseff desde 2003 intentaba conciliar los intereses del capitalismo brasileño con la base obrera del partido y, mientras la economía iba bien, parecía como si lo estuviera consiguiendo. Cuando la situación se puso patas arriba los supuestos aliados de derecha de Rousseff se levantaron en su contra y la mandaron al juzgado por corrupción. Lo más indignante es que los “rebeldes” son los primeros en la lista de los corruptos, pero tanto casi todos los medios de comunicación del país como la “justicia independiente” están a su lado.

El gobierno de Temer es un grupo de rabiosos neoliberales, nostálgicos de la dictadura, predicadores fanáticos, homófobos, sexistas y racistas que aprovechan la ocasión para hacer todos los favores a los capitalistas brasileños. Quieren destrozar lo antes posible la educación y sanidad públicas y abrir la economía entera al “mercado libre”. Por ahora han conseguido concentrar todo el odio de los y las pobres, de los trabajadores y trabajadoras de Brasil, de toda la gente que parece que no tiene tiempo para atender a lo que está pasando en el interior de los estadios.

2 comentarios:

  1. Este artículo, entre otras cosas, muestra como en todo lo que les interesa, intentan engañarnos, si no estamos atentos, y nos hacen ver una realidad virtual no la realidad real. No tenemos que dejar que nos engañen, informémosno de lo que pasa y denunciemos sus mentiras.

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  2. Este artículo, entre otras cosas, muestra como en todo lo que les interesa, intentan engañarnos, si no estamos atentos, y nos hacen ver una realidad virtual no la realidad real. No tenemos que dejar que nos engañen, informémosno de lo que pasa y denunciemos sus mentiras.

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