No les dejemos encontrar su “estabilidad”
Las elecciones generales del pasado 26 de junio cerraron el ciclo electoral que comenzara en 2014 con las elecciones al Parlamento Europeo. El resultado de este ciclo electoral es que el bipartidismo está más débil que nunca antes desde los años setenta cuando, a través de una Transición sin justicia social, se instauró el Régimen del 78. Un régimen de democracia burguesa corrupta que se empeña en conducirnos a una nueva transición para, de nuevo, “cambiarlo todo, sin que nada cambie”.
Desde las elecciones, Rajoy y el Partido Popular (PP) vienen celebrando los resultados, pero su fiesta puede durar muy poco. Los resultados no les solucionan el problema de gobernabilidad: siguen en minoría (solo 3 de cada 10 electores votó PP) e incapaces de imponer su hegemonía neoliberal y conservadora. El PP obtuvo unos 700 mil votos más que en diciembre de 2015, la mayoría (unos 400 mil) provenientes de Ciudadanos (Cs; 32 diputados – 13% votos); una vez que la gente se ha dado cuenta de que Cs no es más que una muleta para la “casta” del PPSOE. Además, el PP ganó unos 100 mil votos más del hundimiento final de UPyD, escenificando el reagrupamiento del voto conservador frente al “peligro” de Unidos Podemos (UP). Sin embargo, el PP perdió desde las elecciones generales de 2011 (186 diputados - 45% votos) 3,6 millones de votos en diciembre de 2015 (123 diputados - 29% votos), recuperándose muy levemente en 2016 (137 diputados - 33% votos). Las cifras hablan claramente de la crisis en la que está la derecha española. Al mismo tiempo, la derecha nacionalista (Convergència Democrática de Catalunya, Coalición Canaria, Partido Nacionalista Vasco) perdió más de 100 mil votos, y los fascistas de Vox cayeron aún más en relación a los insignificantes resultados de diciembre de 2015.
Por otro lado, el PSOE, el otro partido pilar del Régimen del 78, mantuvo la segunda posición tras el PP con, de nuevo, el peor resultado de su historia (85 escaños – 23% votos – menos de 5,5 millones de votos), perdiendo más de 100 mil votos respecto a la debacle de diciembre de 2015.
Seguimos viviendo la caída del bipartidismo. En 2008, el PPSOE tenía 22,5 millones de votos y en junio pasado tuvieron 13,3 millones. Han perdido más que 9 millones de votos en ocho años y, muy posiblemente, no han tocado suelo (a pesar de la recuperación mínima del PP).
Sin embargo, la gente de izquierdas se sintió triste y defraudada tras las últimas elecciones, ya que esperaban (a hombros de las encuestas) el sorpasso de UP al PSOE e, incluso, acercarse tanto al PP como para ganar las elecciones. El enfado y la decepción son lógicos y deberían dar paso a un análisis profundo y a una petición de responsabilidades a la dirección de UP. Unidos Podemos perdió más de 1,1 millones de votos desde las elecciones de diciembre, y esto con los partidos del bipartidismo inmersos en grandes dificultades debido a la corrupción y los recortes que han venido impulsando, especialmente, desde que comenzara la crisis económica en 2008. Casi 1 de cada 5 votantes que en diciembre votó a Podemos, IU y sus confluencias, no lo hizo en junio. Este análisis deja claro que el resultado de la segunda vuelta de las elecciones generales no es un triunfo de la derecha, sino un fracaso de la izquierda reformista al no saber aprovechar la “ventana de oportunidad”.
La solución a la crisis de Rajoy, Sánchez y Rivera no es convertir Podemos en otro PSOE como propone su dirección.
Durante la campaña electoral, mientras la derecha intentaba reorganizarse, amenazando del peligro de la izquierda radical y del comunismo, la dirección de UP (con Errejón a la cabeza como director de campaña) optó por seguir girando a la derecha en su programa y tenderle la mano al PSOE para gobernar juntos. De repente, el PSOE pasó de ser “casta” a ser aliado indispensable para “un gobierno de cambio”. Guiada por una estrategia populista (empeñada en ocultar ideología y girar a la derecha) y mediante un pacto de despachos (entre la antigua burocracia del Partido Comunista de España y la nueva burocracia de Podemos), la dirección de UP se vistió con la bandera española y la piel de cordero sin rebatir los ataques respecto al supuesto modelo de Venezuela y los recortes del gobierno de Tsipras en Grecia. La dirección de UP pensaba que, presentándose como una fuerza de prudencia y responsabilidad, iba a convertir la rabia de la gente en votos. Intentó evitar los debates difíciles, pensando que iba a perder votantes. Al final pasó lo contrario. El ejemplo más destacado es el del gobierno de Syriza en Grecia. Iñigo Errejón, en el debate a siete, dijo que si alguien quería hablar de Grecia que fuera a una agencia de viajes. Pero el fracaso del gobierno de izquierdas en Grecia preocupa a la gente, no son trucos del PP. Y por eso no deben evitarse temas como éste. Luis de Guindos, el Ministro de Economía del PP, dijo que la Unión Europea (UE) ha domesticado al gallito de Syriza, y lo ha convertido en un gatito. La pregunta sobre por qué un posible gobierno de UP y PSOE no iba a convertirse también en un gatito neoliberal debía ser contestada y, sin embargo, la dirección de UP se limitaba a decir que el Estado español es demasiado grande comparado con Grecia y tendrá más fuerza en la UE. Estamos ya en los días del Brexit: todo es posible dentro de una crisis sistémica como la actual. La izquierda, y Podemos lo es (aunque no le guste a parte de su dirección), tiene que posicionarse con claridad. Podemos perdió la tan deseada “transversalidad” populista muy pronto, cuando surgió con fuerza Cs de mano de la clase dirigente como una operación populista desde la derecha. Frente a los chantajes de la UE tenemos una estrategia clara: nacionalización de la banca, impago de la deuda, ruptura con la zona del euro, meter mano a los beneficios de las grandes empresas, nacionalización de los sectores claves de la economía, prohibición de despidos en empresas con beneficios... Pero claro, todo esto no se sostiene con una alianza con el PSOE.
Podemos es un partido que nació y se debe aún a las movilizaciones del 15M, de la PAH, de los sindicatos combativos, de las Mareas, etc. Movilizaciones que gritaban “PSOE, PP, la misma mierda es” o “Sí hay dinero, se lo dan a los banqueros”. Podemos consiguió sus grandes saltos electorales cuando se veía como una alternativa clara al bipartidismo de siempre. No es que la gente “no entendió el mensaje” (ésta es una de las excusas típicas del reformismo), es que el mensaje de la dirección de UP no representó las aspiraciones de mucha gente de izquierdas.
Podemos no puede desvincularse de las movilizaciones sociales que impulsaron su desarrollo. Se alimenta de ellas y debería impulsarlas con todas sus fuerzas.
Encierro del SAT en la Universidad de Sevilla a finales de junio.
Cuando la gente se moviliza, o conoce a gente cercana que lo hace, pierde el miedo y gana confianza en las ideas progresistas. Esto se refleja en muchos aspectos sociales: desde conseguir reformas que mejoran nuestra calidad de vida a los resultados electorales. La caída en las movilizaciones durante el ciclo electoral, de la que, en parte, es responsable la dirección de UP (que debería haberlas potenciado todo lo posible en la medida de sus posibilidades), explica gran parte de la decepción tras las elecciones.
Tanto el gobierno de Syriza y sus brutales recortes en Grecia, como los resultados electorales de Podemos, apuntan a las contradicciones y los límites de la estrategia reformista para mejorar nuestra sociedad en pro de la gente trabajadora y las clases populares. El reformismo tiene poca capacidad de transformación social en un sistema capitalista maduro y en crisis.
Tras la formación de gobierno vendrán más recortes y privatizaciones. El nuevo gobierno continuará cargando la crisis sobre las espaldas de la gente trabajadora, animado por la UE y su política de control artificial del déficit público. La UE y la OTAN seguirán imponiendo austeridad, el TTIP, guerras, xenofobia, islamofobia y racismo para los y las de abajo, mientras que favorecen a los grandes capitalistas a quienes representan realmente.
Pero el nuevo gobierno, y sus aliados internacionales, no tendrán nada fácil el desarrollo de su agenda neoliberal. La situación económica internacional sigue siendo muy volátil, de crisis en las potencias emergentes y de crecimiento insuficiente en los países enriquecidos. Los factores que conllevaron la explosión de la crisis en 2008 siguen presentes en un sistema capitalista que sufre de sobreproducción y burbujas especulativas. Nadie discute que pronto llegará una nueva recesión, la cuestión es cuándo.
El plano electoral es un espacio de lucha para mejorar nuestra sociedad, pero no el más importante. Como nos muestra la historia, casi todos los derechos y libertades que disfrutamos los hemos conseguido luchando en los centros de trabajo y las calles. En los últimos años, hemos aprendido que si la gente trabajadora no hacemos política, unos pocos nos la hacen.
Antes del 15M, durante y después de él, hemos venido tejiendo redes de movimientos sociales y activistas por la justicia social que están muy vivas. Un ejemplo claro son las Marchas de la Dignidad, que ya llama a la movilización el próximo 22 de octubre. No esperemos a las próximas elecciones, con todas sus limitaciones, apoyémonos en la coordinación de las luchas en los centros de trabajo y en las calles para mediante una movilización masiva y democrática echar al nuevo gobierno del PP y construir el poder popular que será la base de un mañana más justo.
Jesús M. Castillo
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