La situación que vive Siria es muy compleja. Por
eso, cualquier análisis de la misma que parta de una concepción del mundo
dividido en dos grandes bloques caerá en un grave reduccionismo que impedirá un
entendimiento correcto de lo que ocurre. La URSS ya no existe y Rusia no puede
verse como su correlato; la Rusia de Putin es una potencia capitalista más que
mira por los intereses de sus oligarcas, no por los del pueblo sirio. Por otra
parte, la fuerza del imperialismo yanqui no es la misma que hace años debido,
en gran medida, a la resistencia a las intervenciones militares en el
extranjero que ha opuesto desde dentro del propio país americano el movimiento
anti-guerra, lo que provoca que a los dirigentes estadounidenses no les resulte
tan fácil aprobarlas. Otro síntoma de su debilidad es que no puede controlar a
sus tradicionales aliados, los cuales toman decisiones sobre el terreno sin
esperar a la aprobación de EEUU. Sin ir más lejos, Israel atacó en septiembre
posiciones del ejército de al-Ásad mientras estaba vigente una tregua acordada
entre EEUU y Rusia.
Actores
intervinientes
EEUU y Rusia son sólo dos actores más que están
interviniendo en Siria. Israel, Líbano, Turquía y las potencias locales del
golfo también tienen intereses en la zona, intereses que no necesariamente
coinciden con los de EEUU. Turquía, por ejemplo, desea controlar el norte de
Siria (Rojava, el kurdistán sirio), que fue abandonado por ISIS, para evitar a
toda costa la existencia de un área autónoma kurda, así que está luchando
contra el Partido de la Unión Democrática, partido hermanado con el Partido de
los Trabajadores del Kurdistán. Entre los rebeldes, el Frente al-Nusra, surgido
de una ruptura con Al-Qaeda en 2012 y considerado por EEUU como un grupo
terrorista, es su ala más conservadora. Sus enemigos son tanto el régimen de
al-Ásad como ISIS. Estos últimos tienen su origen en la destrucción causada por
el imperialismo en Irak, que además fomentó el sectarismo marginando a la
población suní, y se alimentan de la desesperación engendrada por el racismo y
la islamofobia en Europa. En cualquier caso, es importante comprender que ISIS
es solo una pequeña parte de un dibujo mucho más grande.
Al-Ásad
e ISIS
El régimen de Bashar al-Ásad no es
antiimperialista, aunque cierta izquierda post-estalinista se empeñe en
considerarlo así. Lo prueba el hecho de que Háfez al-Ásad, el padre del actual
presidente sirio, llegó a una alianza con EEUU durante la primera Guerra del
Golfo. Tampoco es ni ha sido socialista, o de inclinaciones socialistas. Con
Háfez al-Ásad hubo una transición desde el capitalismo de estado hacia el
neoliberalismo, camino que continuó su hijo al llegar al poder en el año 2000,
con liberalizaciones económicas y apertura al mercado global.
En 1982 ya hubo un levantamiento popular contra las
medidas represivas del régimen en la ciudad de Ham, que fue aplastado sin
miramientos por Háfez al-Ásad, y que puede considerarse un precedente de la
revolución siria de 2011, surgida al calor de las primaveras árabes. Ni antes
el padre ni ahora el hijo tuvieron reparos en masacrar a su propio pueblo.
Además, debemos preguntarnos si el régimen sirio
está luchando realmente contra ISIS. En este sentido, es un hecho probado que
ambos han llegado a acuerdos pragmáticos, como el que permite trabajar a
funcionarios del régimen, pagados por el mismo, en las industrias petrolíferas
y de gas controladas por ISIS.
El
cinismo de la Unión Europea
Y en este contexto, el papel de la UE está siendo
bochornoso, actuando como una fuerza imperialista más. Países como Francia y
Reino Unido (si bien ya no podemos considerar a éste como miembro de la UE)
usan la excusa de la lucha contra el terrorismo global para bombardear Siria.
Decimos que lo usa como excusa porque los atentados que ha habido en esos
países han sido causados por propios ciudadanos británicos y franceses,
inmigrantes de tercera y cuarta generación que llevan sufriendo un racismo
institucional y sistemático desde siempre. No les interesa tanto acabar con el
terrorismo como alcanzar buenas posiciones en el tablero geo-estratégico.
Además, es denunciable su cinismo e hipocresía con
el drama de las personas refugiadas. Hace poco más de un año, tras las imágenes
de Aylan Kurdi, el niño muerto en la orilla de una playa turca, que dieron la
vuelta al mundo, los dirigentes europeos se mostraban conmovidos y se
comprometieron a acoger 160 mil solicitantes de asilo y 20 mil personas
refugiadas. A día de hoy, la UE sólo ha acogido al 7% de esa cantidad. El
estado español, en concreto, ha recibido a 552 personas refugiadas. Le
corresponden 17 mil.
Conclusiones
Ninguna intervención
extranjera aporta solución alguna al pueblo sirio. Por el contrario, cada nueva
fuerza que interviene extiende el caos, la guerra y la desestabilización. No
hay intervención “buena”, ni la de Rusia ni la de la Unión Europea. El movimiento
contra la guerra tuvo un papel importante en las guerras de Afganistán y de
Irak en 2003. Cuando tantas personas nos agrupamos en aquel movimiento,
teníamos claro que estábamos contra las intervenciones. Lo mismo tenemos que
hacer hoy: exigir que abandonen Siria todos los ejércitos extranjeros, que la
UE no intervenga, y que tampoco el Estado español participe en esta guerra. La
implicación en la guerra de Siria no significa sólo mandar tropas. El estado
español participa cada vez más en el control sobre Libia y en las misiones de
“seguridad” en África. Las bases de Rota y Morón tienen un papel importante.
Hoy sigue más vigente que nunca el grito de “OTAN no, bases fuera”, no debemos
permitir ninguna tibieza en este sentido, ningún lavado de cara a la mayor
organización terrorista del mundo.
La lucha contra la
islamofobia es una cuestión central. Los imperialistas utilizan la islamofobia
para dividir, es un racismo moderno contra las personas migrantes que en su
mayoría vienen de países musulmanes. Quieren presentar a todos los musulmanes
como yihadistas y fanáticos. Pero incluso del yihadismo están creando un cuento
muy lejos de la verdad. Es presentado como la mayor barbarie (inexplicable,
retrógrada, maníaca, etc.), pero no son los yihadistas los que han asesinado a
más de un millón de personas en Irak y Siria en los últimos 15 años. Ni son los
yihadistas los que bombardean Alepo en este momento. ISIS es un fruto de la
desesperación y la ruina en la que han convertido Irak y Siria. Y las políticas
de miseria y de guerra no hacen sino crear más odio y desesperación.
Defendemos abrir las
fronteras para todos y todas porque la gente que quiere salir del infierno en
Siria tiene todo el derecho a venir a Europa. Por eso condenamos que esta misma
Europa que ha intervenido en Medio Oriente cierre ahora la puerta y cree
vallas, empezando por el gobierno griego, que ha girado 180 grados no solo en
las cuestiones relativas a la crisis y la austeridad, sino también en relación
a las personas refugiadas, convirtiendo las islas en campos de concentración.
Rusia, EEUU, la UE,
Turquía, etc., se disputan Siria como en un juego de mesa donde cada uno
posiciona sus soldados y se adueña una porción. Pero ¿alguien ha preguntado qué
quiere el pueblo sirio? Los sirios y las sirias que se levantaron en 2011
contra la dictadura de al-Ásad luchaban como todo el mundo por una vida mejor.
No tenemos que verlos solo como títeres de una u otra fuerza extranjera. De
hecho, sabemos que la única solución puede venir del pueblo sirio, de su
auto-organización desde abajo para acabar con el dictador, con ISIS, e
implantar un sistema democrático y de justicia social. Ahí debe recaer todo
nuestro apoyo.
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