Los políticos neoliberales y sus homólogos capitalistas en el mundo se frotan las manos ante la muerte de Fidel Castro, y en el Estado español no son menos. Se empeñan en llamar "dictadura" al régimen cubano, reduciendo el contenido de este concepto para asimilar lo que existe en Cuba a cualquier régimen fascista. Este argumento da alas a la hipótesis conservadora de que, tanto Cuba como la URSS son la verdadera demostración práctica de la inviabilidad del socialismo.
La revolución cubana triunfó el 1 enero de 1959. Supuso una inmensa transformación en la estrategia de los movimientos revolucionarios latinoamericanos, inaugurando una nueva época de movimientos guerrilleros por todo el continente. Cuba, que fue el último país latinoamericano en obtener la independencia de España, ha sido intervenido por EEUU durante los 60 años posteriores.
En los últimos años antes de la revolución gran parte de la sociedad cubana cuestionaba la práctica política de la oligarquía de Batista y demandaba una mejora de su condición social. El liderazgo de la revolución proviene de la juventud radicalizada, en su mayoría con orígenes en la clase media, que quería resistir tanto a los incesantes ataques imperialistas como a la pobreza extrema a la que estaba sometido el país.
La revolución cubana y sus conquistas sociales hicieron de Fidel una de las figuras políticas más influyentes de la segunda mitad del siglo XX y, sin duda, una de las principales referencias de la izquierda latinoamericana. Llevó a cabo un programa nacional de educación, que iba desde la alfabetización integral hasta la educación superior y el “impetuoso desarrollo de la investigación científica”. Introdujo importantes avances sociales, erradicando el hambre y la pobreza extrema, consiguiendo la tasa de mortalidad infantil más baja de América, una educación y sanidad de calidad e implementando una reforma agraria.
La insurrección hay que verla como lo que realmente fue, un movimiento social que involucró cada vez a capas más amplias de la población con reivindicaciones que respondían a la realidad social de la época y que combinó variedad de formas de alzamiento y lucha contra la tiranía existente. Entre estas se cuentan manifestaciones estudiantiles y populares, acciones armadas urbanas, sabotajes, acciones de propaganda, huelgas, boicot económico y guerra de guerrillas; esta última asumió en la fase final el peso fundamental de la lucha, hasta que la guerra irregular llevó a la caída de la dictadura militar de Fulgencio Batista. Pero la revolución misma fue un acto centralizado, sin participación activa de los de abajo. La clase trabajadora apoyó plenamente a los rebeldes, esperando que ellos solucionaran la situación desde arriba.
Cuba ha jugado un importante papel internacional con múltiples actos solidarios hacia muchos pueblos durante décadas. Esta pequeña isla caribeña estuvo presente, material o simbólicamente, en luchas anticoloniales de África, de las que se pueden extraer muchos aprendizajes. También estableció numerosos canales de ayuda humanitaria y sanitaria, ejerciendo su solidaridad ante cientos de desastres naturales. Sirva de ejemplo también el método de alfabetización cubano “Yo sí puedo”, que se implementó como primera experiencia europea en Sevilla, en cuyos barrios ha combatido el analfabetismo de, al menos, 35.000 personas. Todo esto es un gran logro viniendo de una pequeña isla con demasiadas limitaciones.
A principios de los años 70 Cuba se integró en el COMECON, el bloque económico de la URSS, lo que hizo que sus instituciones se burocratizaran más de lo que ya lo estaban, al tiempo que empezó a recibir importantes cantidades de dinero ruso que le permitían seguir sosteniéndose económicamente. Si en los años 50 Cuba tenía una relación de dependencia con EEUU, ahora pasó a tenerla con la URSS, para la cual la isla era una manera relativamente barata de mejorar su imagen y ganar influencia. La centralización cerró toda posibilidad de autoorganización desde abajo. El régimen se alejó aún más de la sociedad y de sus necesidades. No se avanzó en el cambio de conciencia de la sociedad, relativo a la ruptura con las ideas racistas, machistas y homófobas. En el movimiento 26 de julio, y posteriormente en el Partido Comunista Cubano, se prohibía la entrada de homosexuales, que incluso fueron internados en campos de trabajo.
El colapso de la URSS en 1991 tuvo un efecto devastador en Cuba, iniciándose el llamado "período especial", en el que Cuba perdía a su principal aliado comercial, recrudeciéndose así el efecto del bloqueo impuesto por EEUU. Más tarde, la Venezuela de Chávez se convirtió en el principal socio comercial y aliado político de Cuba, proporcionándole petróleo a cambio de personal médico y docente. Durante el mencionado “período especial”, el gobierno de Castro llevó a cabo un programa de austeridad y recortes sociales. Desde algunos sectores revolucionarios sostienen que fue entonces cuando "Fidel y la propia dirección castrista restauraron el capitalismo en Cuba".
En realidad, el capitalismo de Estado siempre existió en Cuba, acentuándose en los años 60 y 70. Dos años después del inicio de la revolución de 1959, el 16 de abril de 1961 Fidel Castro declaró el carácter socialista de Cuba. Sin embargo, lo que realmente se instauró no fue el socialismo, sino un capitalismo de Estado. A pesar de los indiscutibles avances sociales, la revolución cubana fue una liberación nacional orquestada por una minoría ilustrada sometida a la injerencia imperialista externa y continuada. Su objetivo no fue una nueva sociedad controlada por la gente trabajadora, sino una sociedad enfocada hacia el desarrollismo económico estatal y nacional de forma centralizada.
La nueva clase dirigente formó un conglomerado burocrático privilegiado bien diferenciado del resto del pueblo cubano que tenía un carácter represivo, sin libertades reales para los trabajadores y trabajadoras, como la de formar organizaciones políticas diferentes del Partido Comunista o sindicatos independientes de los autorizados por el Gobierno.
El trabajo siempre ha sido planificado, financiado y gestionado por el Estado, que es quien designa a los directores de las empresas, y los beneficios se consideran renta estatal. Obviamente, esto no implica que sean controlados por la gente trabajadora ni mucho menos. La burocracia castrista no se limita a distribuir los productos finales para el consumo, sino que también ejerce un control directo sobre la producción y la distribución de la fuerza de trabajo en el proceso productivo.
El intento fallido de invasión en Playa Girón en 1961, perpetrado por 1.500 soldados entrenados por la CIA con apoyo logístico del dictador nicaragüense Somoza, sirvió para unificar a un pueblo que ha hecho bandera de su resistencia. Frente a las reiteradas incursiones del imperialismo y al criminal bloqueo que habría hecho caer a cualquier gobierno, Cuba soportó 10 presidentes de EEUU distintos. Está por ver si alcanza el undécimo con Trump.
Ante la muerte de Fidel Castro, hecho que ha generado un gran impacto en América Latina y en el mundo entero que aún perdurará mucho tiempo, el legado de la revolución cubana vuelve a estar en el centro del debate.
El devenir de la revolución cubana dependerá en gran medida de la lucha social desde abajo para defender los intereses de una mayoría. ¿Serán capaces estas luchas de desbordar a las burocracias del Gobierno para controlar y socializar los medios de producción? El Estado aún conserva gran parte de la producción y, como dice el compañero David Karvala, que fue brigadista en Cuba, "si se mantiene la dinámica de las dos últimas décadas, con la gradual extensión del capitalismo de mercado combinado con el mantenimiento del control por parte del Partido Comunista Cubano, y el papel destacado, incluso en la economía, de las Fuerzas Armadas, podría llevar a la integración de Cuba en el mercado mundial —quizá incluso con préstamos del Banco Mundial o del FMI—. Esto sólo puede traer aún más recortes sociales y la pérdida de lo que queda del Estado del bienestar en la isla. Pero la alternativa a este destino no vendrá de ningún sector del régimen que defienda la vuelta al capitalismo de Estado de los años 60 o 70; esta opción simplemente ya no existe".
Obama en la reunión con Castro en marzo de 2016 exigió "más apertura hacia la inversión del mercado exterior", que traería consigo una gran ola de privatizaciones y recortes en gasto público y social. Aunque esto también choca de lleno con los intereses de las empresas que controla el Estado, lo importante es que el pueblo no tiene nada que ganar de los que prometen libertades en nombre del mercado. Es momento de luchar desde abajo, en beneficio de la mayoría, para ir hacia la consecución consciente de las libertades en la búsqueda de una sociedad socialista más justa.
José María Bravo
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