lunes, 12 de diciembre de 2016

El cambio climático ahora







Hoy en día, prácticamente nadie pone en duda la existencia de un calentamiento global de origen antrópico. Al mismo tiempo que desaparecían las dudas sobre la existencia de un cambio climático y sus causas, se van comprobando sobre el terreno las terribles consecuencias del calentamiento global. El problema no es que la atmósfera se esté calentando, siempre ha habido cambios climáticos en la Tierra, sino que lo está haciendo más rápido que nunca antes en la historia del planeta. Lo que antiguamente tardaba milenios ahora está ocurriendo en décadas. Esta rapidez en el calentamiento deja muy pocas posibilidades a la biodiversidad para aclimatarse y adaptarse, y al mismo tiempo amenaza la forma de vida, y la vida misma, de la mayoría de la población mundial. Según las predicciones, el cambio climático está provocando ya la sexta gran extinción de especies en la historia de la Tierra.
Mientras que todo esto sucede, las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) no paran de aumentar. Tanto es así que la mitad de las emisiones antrópicas de CO2 desde 1750 han ocurrido en las últimas cuatro décadas. De no cambiar el escenario actual, la temperatura atmosférica aumentará entre 3,7 y 4,8 ºC en 2100 comparado con los niveles de antes de la Revolución Industrial. Esto significaría que el calentamiento global entraría en una fase de evolución brusca. Para que esto no ocurra debemos evitar que la temperatura ascienda más de 2,0 ºC (y ya ha subido cerca de 0,7 ºC). Esto representa reducir las emisiones globales de GEI en cerca del 60% en 2050, muy lejos de los «compromisos voluntarios» de reducción de emisiones enviados por los gobiernos a la Cumbre del Clima de París de noviembre de 2015.
Detrás de las emisiones de GEI que aumentan sin cesar se ocultan aquellos que están ganando mucho dinero con el calentamiento global. Porque… ¡el cambio climático es negocio! Más automóviles, más venta de combustibles fósiles, construcción de presas, canales de riego, diques, etc. para adaptarse al cambio climático y sus consecuencias. Nuevas rutas comerciales, nuevos bancos pesqueros y minas submarinas en un Ártico que se descongela, reconstrucción de zonas impactadas por “catástrofes climáticas”, guerras por agua, especulación climática en los mercados bursátiles… Unos pocos se están forrando con la crisis ecológica global y, especialmente, con su problemática más importante, el cambio climático.
Capitalismo = cambio climático
Quizás esta ecuación resulte excesivamente simplificadora e, incluso, alarmista. Sin embargo, trata de reflejar lo que creo que es una verdad muy, muy incómoda: en el contexto actual de desarrollo del cambio climático y del sistema capitalista es imposible frenar el primero sin superar el segundo. Igual que no puede haber capitalismo sin guerras, es imposible tener capitalismo sin calentamiento global. La búsqueda ciega de beneficios a cualquier precio de las diferentes empresas ha generado una multitud de dinámicas perversas que provocan el calentamiento de la atmósfera terrestre del que, a su vez, sacan más beneficios. La evolución del sistema capitalista le lleva a utilizar sucesivas problemáticas ambientales generadas por su funcionamiento como inicios de nuevos ciclos de inversión, de manera que el sistema está siempre hambriento de degradación ambiental.
El petróleo corre por las arterias y venas del sistema productivo. Frenar ahora el consumo de petróleo es frenar el capitalismo. Para esto serían necesarias grandes luchas sociales contra la resistencia al cambio del 1% más rico. El desangramiento del sistema como única salida a la crisis ecológica global despierta fortísimas resistencias por parte de las transnacionales de hidrocarburos que cuentan con una gran influencia sobre gobiernos y medios de comunicación (entre las 15 mayores empresas del mundo, seis son petroleras), que han desarrollado ejércitos privados de mercenarios y que controlan el mercado energético mundial. Las luchas contra estos poderes económicos y los gobiernos a su servicio abrirán las puertas y pondrán la semilla, en forma de autoorganización desde abajo, de un sistema alternativo cada día más necesario.
Luchas desde abajo contra el cambio climático
Una de las claves a la hora de orientar nuestros movimientos de mitigación popular del cambio climático es dirigirlos hacia una gestión democrática, desde abajo, de los recursos naturales, incluyendo los combustibles fósiles. Solo así podremos desangrar al sistema. «El futuro del planeta está en nuestras manos», y éstas deben ser manos asamblearias, radicales e imaginativas que construyan futuro a la vez que revolucionan el presente. Huelgas, manifestaciones, desovediencia civil y otras acciones masivas son el único camino para controlar realmente nuestras vidas y cómo nos relacionamos con el entorno. Está claro que si dejamos esta lucha en manos de los de arriba no llegaremos o llegaremos tarde, cuando el calentamiento global haya entrado en una fase de evolución brusca de consecuencias impredecibles y nefastas para la mayoría.
Los y las manifestantes de la contracumbre de Copenhague en 2009 lo dijeron alto y claro: «somos l@s trabajadores y trabajadoras, la gente de la calle, l@s que más sufrimos el cambio climático y, a la vez, l@s únicos que podemos pararlo». Debemos denunciar a los responsables de ecocidio allí donde estén, consumir responsablemente de forma colectiva, y tomar el control de la extracción de recursos naturales, de la producción de bienes y servicios, y de la distribución de mercancías para hacerlas de manera justa con nosotr@s y con nuestro entorno. Obviamente, este camino no es fácil y, muy posiblemente, llegaremos tarde a muchas de las citas para salvar nuestros mundos. Sin embargo, durante el camino estamos construyendo desde ya una sociedad nueva que nacerá de las luchas contra las injusticias a través de una participación radicalmente democrática y crítica.
Exijamos justicia climática para todos los pueblos del Planeta y construyamos democracia energética para descentralizar la producción de energía renovable. El reto es construir democráticamente una estrategia alternativa de mitigación y adaptación al cambio climático desde una perspectiva anticapitalista, afrontando la crisis ecológica de frente y relacionándola con las guerras, con el neoliberalismo y sus privatizaciones de servicios públicos, con la obligación de miles de personas a abandonar sus hogares y las políticas migratorias xenófobas que encuentran, con los desahucios, con las crisis económicas que conllevan más destrucción ambiental…
Afortunadamente, cada vez somos más quienes nos movilizamos y organizamos. Desde hace años han venido sucediéndose movilizaciones en todo el mundo contra el calentamiento global. También se desarrollan batallas que, no por ser locales, dejan de ser claves en la lucha global contra el cambio climático. Además, contamos con el ejemplo de las «prohibiciones verdes» (green bans, en inglés) que nos muestran la fuerza que tenemos desde los centros de trabajo de cara a frenar la degradación ambiental. Estamos viviendo una ola de protestas sociales y revoluciones políticas a escala internacional que van desde el Movimiento del 15M a la lucha contra los recortes sociales en Irlanda y las huelgas en Francia. En algunas de éstas pueden reconocerse elementos de protesta de lo que podríamos denominar un «nuevo ecologismo combativo», un ecologismo que se caracteriza por basarse en movilizaciones más o menos masivas en las calles y que no necesariamente parte de grupos ecologistas ni de altos niveles de conocimiento académico sobre las problemáticas socioambientales que enfrenta. Uno de los mejores ejemplos de las luchas que van del verde al rojo es la protesta en defensa del parque Gezi en Estambul en 2013. La oposición a la destrucción parcial de una zona verde derivó en protestas generalizadas contra el gobierno neoliberal y antidemocrático de Erdogán. En este tipo de movilizaciones podrían englobarse también las protestas masivas en Brasil, también en 2013, que comenzaron enfrentando la subida de los precios del transporte público y denunciando la especulación urbanística para apuntar después a la corrupción política y empresarial detrás de las grandes obras de infraestructuras. Siguen en esta línea las masivas protestas de 2016 contra la construcción del aeropuerto de Notre-Dame-des-Landes en Francia, que impulsaron un ambiente político que generó, junto con otras movilizaciones, las ocupa-ciones de plazas por el movimiento Nuit Debout y animó a las huelgas contra la reforma laboral de Hollande.
Nos negamos a salir de la crisis económica generando más cambio climático con proyectos contaminantes como la apertura de nuevas explotaciones mineras en manos de multinacionales, la reactivación del sector de la construcción o el fracking. No podemos ceder al chantaje que defiende que estos proyectos generarán empleo y que, por lo tanto, si queremos empleo no podremos disfrutar de un medio ambiente de calidad. Sabemos que podemos tener ambas cosas. Eso sería pagar, también en el plano ambiental, una crisis que no hemos provocado.

Jesús M. Castillo
Jesús M. Castillo es autor del libro ‘Los Negocios del Cambio Climático’ publicado recientemente por Virus Editorial.

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