miércoles, 21 de diciembre de 2016

La Guerra de Suez, entre dos imperialismos




“Por lo tanto, queridos ciudadanos, digo que hoy en día construyendo la presa de Altura, construiremos una fortaleza de honor y de gloria. (…) No daremos la ocasión a los países ocupantes del poder para ejecutar sus planes, y construiremos con nuestros propios brazos un Egipto fuerte, y es por estas razones por las que firmo hoy el acuerdo del Gobierno sobre la nacionalización de la Compañía del Canal. (…) Después de cien años hemos recuperado nuestros derechos y hoy construimos nuestro nuevo edificio, derribando un Estado que existía en el interior de nuestro Estado: el canal de Suez para el interés de Egipto y no para la explotación. (…) No existirá en Egipto ninguna otra soberanía que no sea la del pueblo de Egipto, un pueblo que avanza en la vía de la construcción y de la industrialización, y un bloque contra todo agresor y contra las aspiraciones de los imperialistas.”
Gamal Abdel Nasser – Presidente de la República Árabe de Egipto
26-7-1956
Así comenzó uno de los momentos históricos más decisivos en las antiguas colonias de Oriente Medio y Norte de África. Estamos ante los últimos esfuerzos del Imperialismo colonial por mantener su influencia en la zona, y la irrupción del imperialismo económico, político y militar que representaban las dos superpotencias, inmersas en una “guerra fría” por extender su influencia en todo el mundo.
Egipto había obtenido su independencia en 1923, nombrándose rey a Fuad I, aunque Gran Bretaña seguía teniendo el control de las comunicaciones y presencia militar. Egipto se transformó en una monarquía prooccidental, lo que provocó que las voces nacionalistas fuesen en aumento. Fue en 1936 cuando Farouk I, que sucedió ese mismo año a su padre, firmó el tratado anglo-egipcio por el que Gran Bretaña tendría que retirar sus tropas, pero se reservaba el control y derecho de explotación del Canal de Suez. Durante el reinado de ambos, padre e hijo ejercieron una política pro colonial y antiparlamentaria, llegando incluso Farouk I a destituir al gobierno del partido nacionalista Wafd. Esto, unido a la derrota del frente árabe, liderado por Egipto, contra el recién nacido estado de Israel, y la situación económica del país, hizo que aumentasen las protestas hasta desembocar en la revolución llevada a cabo por el Movimiento de los Oficiales Libres que a la postre llevaría a la presidencia del gobierno a Gamal Abdel Nasser.
Nasser fue un decidido enemigo de Israel y líder nacionalista árabe; con él el panarabismo tuvo especial auge en la época. Quiso enterrar definitivamente el pasado de Egipto como colonia y mostrar su independencia y su total rechazo a depender ya fuese económica o militarmente de una potencia extranjera, en especial Reino Unido y EEUU. Todo esto lo puso de manifiesto en la Conferencia de Bandung, donde se hacía una oposición fuerte a la colonización, y que quedó rubricada en la Conferencia de Brioni dando cuerpo al “Movimiento de los países no alineados”.
La presa de Asuán
Después de la descolonización, Egipto necesitaba activar su economía, y el proyecto de la presa de Asuán era fundamental porque permitiría aumentar la extensión regada en el sur del país, a la vez que incrementar en un 50% la potencia eléctrica y así activar la industria. Para construir la presa Egipto pidió financiación al Banco Mundial, a lo que Gran Bretaña y EEUU se opusieron cada uno por sus motivos.
Los motivos del Reino Unido eran evidentes: había sido expulsado del país recientemente y además Nasser se erigió, en la conferencia de Bandung, como el principal detractor de las colonizaciones. Por su parte EEUU, dentro del marco de la Guerra Fría, veía preocupante el interés de la URSS en la zona, ofreciendo armas y apoyo económico. Los países que no obtenían lo que querían de una de las superpotencias, se dirigían a la otra. Egipto era uno de estos países, puesto que había comprado armas a Checoslovaquia después de intentarlo con EEUU.
El proyecto de Asuán, como hemos dicho anteriormente, era de capital importancia para que Egipto diese un paso adelante en su modernización, aumentar su PIB, y, aún más importante para Nasser, de cara a consolidar su independencia. Los aliados sabían esto y esperaban que la negativa a financiar la obra llevase a protestas populares contra el gobierno y poder intervenir de nuevo en el país. Entonces Nasser anunció ante una muchedumbre en la Plaza de la Liberación de Alejandría la nacionalización de la compañía del Canal de Suez, lo que supondría un punto de inflexión en el panorama geopolítico del medio oriente y norte de África.
Canal de Suez: nacionalización y reacciones
El Canal Suez estaba en manos de capitalistas franceses y británicos, los cuales vieron cómo se ponían en peligro sus intereses en la zona. La mayor parte del petróleo de estos países pasaba por el canal y la alternativa, que pasaba por bordear África, hacía que la rentabilidad bajase. Por otro lado, el canal era un lugar geoestratégico por el control que podía tener Egipto sobre él, influyendo en la economía mundial si decidía bloquear el paso, cosa que dijo que haría con los barcos israelitas. Así, de una sola tacada desafiaba al moribundo colonialismo de Gran Bretaña y Francia, y a la ocupación sionista.
El canal suponía una inyección importante de dinero para financiar la obra de la presa, y para la economía egipcia en general. Se estima que de los 100 millones de dólares anuales que producía el canal, los capitalistas se quedaban con el 97%.
Intervenciones imperialistas
El presidente Eisenhower, con muchos intereses en la zona, y viendo que la nacionalización había levantado muchas simpatías en el mundo árabe, se opuso a una intervención militar de sus aliados británicos y franceses.
La URSS, después de la 2ª Guerra Mundial, y dentro de la Guerra Fría que mantenía con el capitalismo estadounidense, se centró en anexionarse a los países del este de Europa. Había dejado pasar un poco por alto Oriente Medio, al considerarlo una zona altamente volátil y complicada por las luchas internas y la cantidad de grupos en conflicto. Pero tras el Pacto de Bagdad (Reino Unido, Irán, Irak, Turquía, Pakistán), que sería el último coletazo del colonialismo británico para tratar de mantener su influencia, la URSS no estaba dispuesta a permitir el monopolio imperialista occidental. A raíz de esto tomó contacto con Egipto y Siria.
En este escenario, se produjeron varias negociaciones, dos conferencias y deliberaciones en las Naciones Unidas. En todas ellas EEUU privó de voz a la representación israelí. Ninguna tuvo éxito. Gran Bretaña y Francia (que también acusaba a Egipto de estar detrás de movimientos anticoloniales en Argelia) se jugaban su posición de influencia y sus intereses capitalistas en la zona; Israel quería asestar un golpe al panarabismo y a su principal enemigo, Gamal Abdl Nasser; EEUU no podía permitir que una intervención militar produjese un efecto llamada y de rechazo a la presencia estadounidense y los países volviesen sus ojos hacia la URSS en busca de ayuda militar y económica, y la URSS estaba decidida a acabar con el monopolio imperialista occidental en Oriente Medio. A todo esto hay que añadir la revolución obrera que se estaba produciendo en Hungría contra la URSS, reprimida violentamente por los soviéticos, y que tendría gran importancia en la resolución del conflicto ocasionado por el movimiento descolonizador de Egipto al nacionalizar el Canal.

Inicio de la ofensiva colonial

De forma secreta, paralelamente a este periodo de conversaciones para intentar evitar el enfrentamiento y, lo que más preocupaba a Eisenhower, una confrontación con la URSS y la rebelión de los países árabes, británicos y franceses, heridos en su orgullo colonial, urdieron un plan para intentar intervenir militarmente en Egipto.
Israel comenzaría la invasión de la península del Sinaí. Entonces, Gran Bretaña y Francia darían un ultimátum a las tropas sionistas y egipcias para retirarse de las inmediaciones del Canal de Suez, con la idea de que Nasser rechazara el ultimátum y verse legitimadas para la intervención militar. Las operaciones comenzaron el 29 de octubre de 1956. Las tropas israelíes ocuparon rápidamente la península del Sinaí y EEUU pidió la retirada de las tropas sionistas en el consejo de seguridad de la ONU, a lo que se opusieron británicos y franceses. Dos días después de la invasión israelí, las fuerzas coloniales lanzaron un ataque sobre Egipto, que pilló por sorpresa a Eisenhower.
Por otro lado, Egipto era clave para el intento de la URSS de potenciar su imperialismo en la región, puesto que Nasser era considerado el líder del nacionalismo árabe. Como mencionamos, también jugó un papel importante la revolución húngara que se estaba produciendo al unísono. (Puedes leer nuestro artículo sobre la revolución aquí: Hungría 1956: revolución obrera contra el estalinismo)
Los EEUU sabían que no podían exigir a la URSS que detuviese la represión violenta contra la revolución obrera en Hungría mientras permitía la violencia de sus aliados coloniales en Egipto, y la URSS dejó claro que no lo iba a tolerar amenazando a Gran Bretaña y Francia con atacarlos con armas nucleares si no se retiraban, lo cual podía desembocar en un conflicto mundial.
El 6 de noviembre se decretó el alto el fuego y la ONU desplegó una Fuerza de Emergencia de las Naciones Unidas (UNEF) para separar a las fuerzas egipcias e israelíes, las cuales no se retiraron del Sinaí hasta marzo de 1957.
La consecuencia más inmediata fue la pérdida de poder de las fuerzas coloniales de Francia y Reino Unido, siendo sustituidas por el imperialismo yanqui y soviético. Nasser obtuvo un gran reconocimiento entre los países árabes, y su figura era un modelo a seguir por estos. No en vano, había acabado con el imperialismo colonial, se había erigido como líder de los Países no Alineados, había rechazado la ocupación de Israel sobre su territorio y el Canal seguía siendo de Egipto.
Israel resultó perdedor en la guerra de Suez. Pero había demostrado que es un perro guardián de los intereses imperialistas en la región, dispuesto a luchar contra la liberación de los árabes, incluso en las condiciones más difíciles. Los nuevos jefes del medio oriente se encargarían de adueñarse de él y alimentarle con dinero y armas, hasta la próxima oportunidad, que no tardó a llegar, la guerra de los seis días, en 1967.

Nakrac

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