Socialist Worker: Un monstruo en la Casa Blanca. Resistamos a la derecha racista.
Primero el Brexit y ahora Trump. Existe un patrón en ello que tenemos que intentar entender. Por supuesto, es asqueroso que un promotor inmobiliario racista y sexista haya ganado la presidencia de EEUU. Pero lo que está pasando es algo más grande.
Gran Bretaña y EEUU fueron las dos fuerzas del capitalismo avanzado que primero promovieron el neoliberalismo. Esto ocurrió después de las victorias electorales de Margaret Thatcher en 1979 y de Ronald Reagan en 1980. Ahora en ambos países somos testigos de las consecuencias acumuladas de más de 35 años de capitalismo globalizado de mercado libre. Estas consecuencias han sido extremadamente reforzadas por lo que el blogger marxista Michael Roberts llama “la Larga Depresión”, que empezó en 2007-8.
Así, vemos un tipo de involución en el sistema político. Por un lado, la política -sea cual sea el partido que esté gobernando- ha llegado a ser dominada por una élite de las grandes empresas ligadas al neoliberalismo. Quizás el ejemplo más claro de esto fue la victoria de Obama hace ocho años. Con aquella victoria estalló una ola de esperanzas por un cambio real, pero el orden social existente permaneció intacto.
Por otro lado, y como consecuencia, cada vez más gente pobre, víctimas de una manera u otra de las políticas neoliberales y del bajón económico, se ha distanciado de la política oficial. Pero -ya que todavía les queda el voto- su amargura y su rabia pueden tener efectos políticos explosivos. Fue Trump mismo el que subrayó el paralelismo entre su campaña presidencial y el Brexit. En el referéndum del 23 de junio, todas las fuerzas del sistema se movilizaron para que Gran Bretaña se quedara en la Unión Europea. La UE ha sido el motor que ha introducido el neoliberalismo profundamente en la sociedad europea, permitiendo a la “City” de Londres, que fue remodelado por Thacher, prosperar. Pero los “Remainers” de las grandes empresas fracasaron, y lo merecían. Y todos los análisis del resultado muestran que cuanto más pobre era alguien más probable era que votara “Leave”.
En las elecciones de EEUU, de nuevo, el establishment, incluyendo las grandes empresas, se alineó con Hillary Clinton. No estaban necesariamente entusiasmados con Clinton, pero la preferían a Trump.
Trump fue abandonado por parte de la dirección de los Republicanos. El único ex-candidato Republicano que votó a favor de Trump fue el desafortunado Bob Dole, que había sido arrasado por Bill Clinton en 1996. Como en el caso del Brexit, la postura de las grandes empresarias era lógica.
Trump hizo campaña contra el orden capitalista liberal internacional que el imperialismo yanqui ha construido y mantenido desde la Segunda Guerra Mundial. Es decir, contra el libre comercio y el movimiento libre de capital con el apoyo del poder militar yanqui. Denunció las diversas rondas de liberalización del comercio, a las que culpó del declive de sectores industriales básicos de EEUU. Fue tan eficaz en esto que obligó a Clinton a rechazar el acuerdo TPP que anteriormente apoyaba. Pero esto no le ha impedido a Trump ganar los estados con las antiguas industrias de la región del Midwest -Pennsylvania, Ohio, Michigan y Wisconsin- en las elecciones.
Lo que hemos visto son dos grandes revueltas por parte de los votantes contra los efectos del presente orden neoliberal. Fijáos que digo “efectos”. No se trata de revueltas contra el neoliberalismo en sí.
En EEUU la campaña de Bernie Sanders demostró cómo un auto-proclamado socialista pudo conectar exactamente con el tipo de votante que al final Trump pudo dominar. Desafortunadamente, Sanders entró en las filas de Clinton una vez su propia candidatura fue destrozada por la maquinaria oficial del Partido Demócrata. Después de este desastre electoral, ¿escapará por fin la izquierda en EEUU de la mano muerta del Partido Demócrata?
Tres preguntas para concluir. La primera, ¿puede ir más allá todo este proceso? Por supuesto. La líder fascista francesa Marine le Pen está celebrando la victoria de Trump como un presagio de su propia victoria en las elecciones francesas de la primavera próxima.
Segundo, ¿qué de diferente va a hacer Trump de verdad? Esto es difícil saberlo. La era neoliberal de especulación financiera fue la que creó a Trump. Él no va a romper con ella. Pero sus votantes esperarán que cumpla con sus incumplibles promesas electorales. Y esto va ser una gran fuente de presión sobre su gobierno. Lo que es seguro es que, después del Brexit, la victoria de Trump es la segunda gran brecha en el orden internacional capitalista liberal en el mismo año. EEUU ha sido la piedra angular de este orden, gestionando las crisis y coordinando al resto de grandes estados capitalistas. Y ahora se ha convertido en factor impredecible. ¿Es capaz la arrogante, disfuncional y cada vez menos popular Unión Europea, de cubrir este espacio que deja EEUU? Sólo al formular la pregunta ya la hemos contestado.
A nivel más general, en EEUU y Gran Bretaña el sistema político está escapando a la subyugación tradicional al capital. Las grandes empresas no querían ni Brexit ni a Trump, y ahora están contemplando los resultados con estupefacción. Probablemente esta situación será sólo algo temporal, hasta que se encuentre un nuevo equilibrio entre estado y capital. Pero es fuente de una inestabilidad enorme.
Tercera pregunta, ¿qué hacer? Primero de todo, resistir. Un racista descarado sucediendo al primer presidente negro reforzará la ola de racismo que está arrasando las sociedades occidentales. En Gran Bretaña tenemos que intensificar la construcción de Stand Up to Racism como un movimiento antirracista amplio y unitario. En los EEUU de Trump, las comunidades de afroamericanos, migrantes y musulmanes se sentirán acosadas. Black Lives Matter y movimientos similares resultarán aún más importantes.
Pero la resistencia no es suficiente. Necesitamos estrategia también. La victoria de Trump subraya el éxito de la derecha populista, al dar forma a la rebelión contra los efectos del neoliberalismo y la crisis. ¿Cómo puede la izquierda radical ofrecer una alternativa mejor? Tenemos mucho trabajo duro y pensamiento imaginativo por delante.
Alex Callinicos en Socialist Worker (traducción)
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