martes, 28 de marzo de 2017

Las mujeres, la chispa que hizo prender la Revolución rusa



Fueron las obreras de Petrogrado en 1917 las que empezaron la revolución. Cuando el 22 de febrero un grupo de obreras se reunió para debatir la celebración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora (era el día siguiente según el antiguo calendario), V. Kaiurov, el líder obrero del distrito de Petrogrado del partido bolchevique, les aconsejó evitar las acciones precipitadas. Comenta él:

Pero, para mi sorpresa e indignación, el 23 de febrero, en una reunión urgente de cinco personas en el pasillo de la fábrica Erikson, nos enteramos por el camarada Nikifor Ilyin de que algunas fábricas textiles estaban en huelga y de que estaban llegando portavoces de las obreras declarando su apoyo a los metalúrgicos. Estaba extremadamente indignado con el comportamiento de los huelguistas, tanto porque habían ignorado totalmente la decisión del comité de distrito del partido, como porque habían salido en huelga a pesar de que la noche anterior se les había suplicado que permaneciesen tranquilos y disciplinados. Con precaución, los bolcheviques se pusieron de acuerdo (en extender la huelga) y detrás vinieron otros obreros -mencheviques y eserros-. Pero, una vez que hay una huelga de masas, uno tiene que llamar a todos a la calle e ir adelante.”

No fue antes del 25 de febrero cuando los bolcheviques sacaron su primera octavilla llamando a una huelga general -después de que 200 mil obreros ya habían parado de trabajar-.

Fueron las obreras de la industria textil de Petrogrado las que comenzaron una huelga masiva que al final del camino llevó a la abdicación del zar. A la manifestación de la huelga con 90 mil trabajador@s, encabezada por las trabajadoras, se unieron miles de mujeres más que habían estado esperando muchas horas en las colas por el pan. Como recuerda un testigo: “Las obreras, llevadas a la desesperación por la hambruna y la guerra, salieron como un huracán que lo destroza todo en su camino, con la violencia de una fuerza elemental. Esta marcha revolucionaria de obreras, llenas de odio por los siglos de opresión, fue la chispa que empezó el gran incendio de la revolución de febrero, la revolución que iba a quebrantar el zarismo.”

Fueron las obreras en la industria textil las que eligieron delegadas y las mandaron a las fábricas cercanas con llamamientos de apoyo. Así se detonó la revolución. Era, como lo describe Trotsky, “una revolución empezada desde abajo, superando la resistencia de sus propias organizaciones revolucionarias; la iniciativa la tomó por su cuenta la parte más oprimida y pisoteada del proletariado -las mujeres de la industria textil, entre ellas, sin duda, muchas esposas de soldados-.”

Fueron estas mismas mujeres las que tuvieron un papel crítico en debatir con los soldados, convenciéndoles de desobedecer a los oficiales y no abrir fuego: “Van a los cordones más valientemente que los hombres, toman los rifles en las manos, imploran, casi mandan: “Dejad al lado vuestras bayonetas -uníos con nosotras”. Los soldados están emocionados, avergonzados, intercambian miradas ansiosas, vacilan; alguien se decide primero y suben las bayonetas avergonzados por encima de la multitud que está avanzando. La barrera se abre, un “¡Viva!” lleno de alegría y de agradecimiento sacude los aires. Los soldados están rodeados. En todas partes hay debates, quejas, llamamientos -la revolución da un paso más hacia delante-.” (Trotsky en la “Historia de la Revolución Rusa”)

El periódico Pravda, que acababa de republicarse, reconoció su deuda con las mujeres en una editorial después del Día Internacional de la Mujer: “¡Vivan las mujeres! ¡Viva la Internacional!” Las mujeres fueron las primeras que salieron a las calles de Petrogrado en su Día de la Mujer. Las mujeres en Moscú en muchos casos determinaron el ánimo del ejército; fueron a los cuarteles y convencieron a los soldados de pasar al bando de la revolución. ¡Vivan las mujeres!

Pero... el peso de tantos siglos no se deja a un lado fácilmente

Ni siquiera la revolución podía sacar los enormes prejuicios que llevaban generaciones implantados en las mentes de obreros y obreras. El desnivel entre hombres y mujeres, incluso en 1917, se expresaba de varias maneras. Veamos dos ejemplos, uno sobre la igualdad en cobrar; y otro sobre la representación de las mujeres en el soviet, la forma de poder más democrática que ha existido.

Durante la revolución de 1905, las reivindicaciones de salario mínimo, en la mayoría de los casos explícitamente, pedían nóminas más bajas para las mujeres que para los hombres. Incluso en 1917, después de la revolución de febrero, la desigualdad de salarios era algo asumido como aceptable tanto por los obreros como por las obreras.

El primer acuerdo de salario mínimo que se hizo entre una asociación de propietarios de fábricas y el soviet de diputados de obreros y soldados estableció dos salarios mínimos, uno para los hombres, que iban a cobrar cinco rublos al día, y otro para las mujeres, que iban a cobrar cuatro.

El mínimo que se acordó en las fábricas de zapatos en Nevsky el 7 de marzo de 1917 fue de 5 rublos para los hombres y 3 para las mujeres. En la gigantesca fábrica de zapatos Skorokhed en Petrogrado, el salario mínimo se acordó el 13 de marzo a 5 rublos para los hombres y 3,5 para las mujeres. El soviet de Ekaterinoslav decidió el 14 de junio un salario mínimo de 2 rublos para obreras no especializadas y 3 rublos para los hombres.

No es que los bolcheviques no lucharan contra los salarios desiguales. Kollontai, por ejemplo, en un artículo titulado “Una omisión seria”, que se publicó en Pravda el 5 de mayo, criticó el orden del día del congreso de sindicatos que iba a empezar por no incluir nada sobre la igualdad de salario: “Hay una omisión seria en el orden del día de la conferencia. El asunto del pago igual para trabajo igual, que es uno de los asuntos más ardientes para la clase trabajadora en su conjunto y para las obreras en concreto, no tiene espacio para ser debatido. El bajo salario que cobran las mujeres es ahora aún más inaceptable, ya que con la guerra un gran número de mujeres han entrado en el mercado laboral y ahora son ellas las que mantienen a sus familias”.

Solo con la revolución de octubre, el pago igual se estableció por ley.

El segundo aspecto de desnivel entre hombre y mujeres en el proletariado es la extremadamente baja representación de mujeres en los soviets. Una y otra vez, en las elecciones más democráticas en la historia, las obreras votaron a hombres para representarlas.

Así, en la provincia de Moscú, donde las mujeres formaban la mitad del proletariado, de unos 4.743 delegad@s en los soviets el 26-27 de marzo de 1917 había solamente 259 mujeres. En el soviet de Volgorod, de unos ciento cincuenta delegad@s, solo 3 fueron mujeres. En el soviet de Grozny, de 170 delegad@s, 4 eran mujeres. En el soviet de Nizhnigorod, de 135 delegad@s, 3 eran mujeres. En el soviet de Odesa, de casi 900 delegad@s, cerca de 40 eran mujeres. En el soviet de Iaroslav, de 87 delegad@s, 5 eran mujeres.

Las obreras que estaban en la vanguardia de la revolución en febrero de 1917, luego se quedaron más atrás en el escenario de la historia (es por eso por lo que en la Historia de la Revolución Rusa de Trotsky las obreras están presentes solo en los primeros capítulos).

Los bolcheviques hacen un esfuerzo especial para organizar a las mujeres

El hecho de que las mujeres acabaran de incorporarse al movimiento obrero no era excusa para no hacer el esfuerzo de organizarlas. Una de las primeras cosas que hizo Lenin al volver a Petrogrado en abril de 1917 fue escribir una carta al comité central pidiendo su apoyo para el trabajo político entre las mujeres. “Si las mujeres no se lanzan a tomar un papel independiente, no solo en la vida política en general, sino también en los servicios sociales diarios obligatorios para todos, será en vano hablar no solo de socialismo, sino de democracia completa y estable.”

El magnífico papel de las obreras en la revolución de febrero convenció al comité ejecutivo de los bolcheviques de Petrogrado de la necesidad de un esfuerzo especial para organizar a las mujeres. El 10 de marzo, Vera Slutskaia se encargó de hacer campaña entre las proletarias. Tres días después llevó sus recomendaciones a la ejecutiva: crear un departamento de mujeres como parte del comité de Petrogrado y reanimar la publicación de Rabotnitsa (Obrera).

El 15 de marzo, Slutsaia presentó su idea de cómo se debería organizar el departamento de mujeres. Cada comité de distrito del comité de Petrogrado elegiría una representante y la mandaría a trabajar en el departamento. Sus deberes inmediatos serían pasos para republicar Rabotnitsa, recaudar dinero para esto y sacar octavillas “específicamente dirigidas al asunto de la mujer proletaria”.

No se planteó ninguna organización femenina para intervenir separadamente. “El departamento realizará sólo campañas de agitación; las obreras en general se organizarán en las instituciones proletarias políticas y sindicales. No se creará ninguna organización de mujeres por separado. Todo el trabajo se realizará en pleno acuerdo con las decisiones del comité de Petrogrado.”

Departamentos de agitación fueron establecidos a todos los niveles de distritos del partido. Se fundaron también clubs con el objetivo de atraer a la actividad del partido a obreras no afiliadas.

El 10 de mayo, Rabotnitsa se lanzó como una publicación semanal con una circulación de 40-50 mil ejemplares. Sus editoras eran Krupskaya, Elizarova, Kollontai, Samoilova, Nikolaeva, Kudelli y Velichkina. En los números que se publicaron se trataron asuntos como la guerra, la jornada laboral de 8 horas, la participación en las dumas (parlamentos) de los distritos, el trabajo infantil, etc. El primer número tenía una serie de resoluciones que se habían aprobado en varias fábricas, apuntes sobre el movimiento de mujeres en Rusia y el extranjero, saludos a las obreras rusas de obreras de partidos socialistas en Suecia y Finlandia y saludos por parte de los editores de Pravda que expresaban su confianza en que la nueva revista lograría organizar masas de proletarias, de forma que junto a los proletarios “levantarían el templo del socialismo sobre las ruinas del zarismo”.

Una vez los bolcheviques llegaron al poder, la cuestión de la participación de las mujeres no afiliadas obtuvo nuevas dimensiones. Ahora la pregunta era cómo movilizar miles y millones de mujeres para participar en el Estado, en la administración económica, social y estatal. Así nacieron los Zhenotdely (los departamentos de mujeres).

El texto proviene de un artículo de Tony Cliff titulado “Alejandra Kollontai: Marxistas Rus@s y Obreras” publicado en la revista inglesa “International Socialism” en otoño de 1981)

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