Fueron las obreras de Petrogrado en 1917 las que
empezaron la revolución. Cuando el 22 de febrero un grupo de obreras se reunió
para debatir la celebración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora (era
el día siguiente según el antiguo calendario), V. Kaiurov, el líder obrero del
distrito de Petrogrado del partido bolchevique, les aconsejó evitar las
acciones precipitadas. Comenta él:
“Pero, para mi sorpresa e indignación, el 23 de febrero,
en una reunión urgente de cinco personas en el pasillo de la fábrica Erikson,
nos enteramos por el camarada Nikifor Ilyin de que algunas fábricas textiles
estaban en huelga y de que estaban llegando portavoces de las obreras
declarando su apoyo a los metalúrgicos. Estaba extremadamente indignado con el
comportamiento de los huelguistas, tanto porque habían ignorado totalmente la
decisión del comité de distrito del partido, como porque habían salido en
huelga a pesar de que la noche anterior se les había suplicado que
permaneciesen tranquilos y disciplinados. Con precaución, los bolcheviques se
pusieron de acuerdo (en extender la huelga) y detrás vinieron otros obreros
-mencheviques y eserros-. Pero, una vez que hay una huelga de masas, uno tiene
que llamar a todos a la calle e ir adelante.”
No fue antes del 25 de febrero cuando los bolcheviques
sacaron su primera octavilla llamando a una huelga general -después de que 200
mil obreros ya habían parado de trabajar-.
Fueron las obreras de la industria textil de Petrogrado
las que comenzaron una huelga masiva que al final del camino llevó a la
abdicación del zar. A la manifestación de la huelga con 90 mil trabajador@s,
encabezada por las trabajadoras, se unieron miles de mujeres más que habían
estado esperando muchas horas en las colas por el pan. Como recuerda un
testigo: “Las obreras, llevadas a la desesperación por la hambruna y la
guerra, salieron como un huracán que lo destroza todo en su camino, con la
violencia de una fuerza elemental. Esta marcha revolucionaria de obreras,
llenas de odio por los siglos de opresión, fue la chispa que empezó el gran
incendio de la revolución de febrero, la revolución que iba a quebrantar el
zarismo.”
Fueron las obreras en la industria textil las que eligieron
delegadas y las mandaron a las fábricas cercanas con llamamientos de apoyo. Así
se detonó la revolución. Era, como lo describe Trotsky, “una revolución
empezada desde abajo, superando la resistencia de sus propias organizaciones
revolucionarias; la iniciativa la tomó por su cuenta la parte más oprimida y
pisoteada del proletariado -las mujeres de la industria textil, entre ellas,
sin duda, muchas esposas de soldados-.”
Fueron estas mismas mujeres las que
tuvieron un papel crítico en debatir con los soldados, convenciéndoles de
desobedecer a los oficiales y no abrir fuego: “Van a los cordones más
valientemente que los hombres, toman los rifles en las manos, imploran, casi
mandan: “Dejad al lado vuestras bayonetas -uníos con nosotras”. Los soldados
están emocionados, avergonzados, intercambian miradas ansiosas, vacilan;
alguien se decide primero y suben las bayonetas avergonzados por encima de la
multitud que está avanzando. La barrera se abre, un “¡Viva!” lleno de alegría y
de agradecimiento sacude los aires. Los soldados están rodeados. En todas
partes hay debates, quejas, llamamientos -la revolución da un paso más
hacia delante-.” (Trotsky en la “Historia de la Revolución Rusa”)
El periódico Pravda, que acababa de republicarse,
reconoció su deuda con las mujeres en una editorial después del Día
Internacional de la Mujer: “¡Vivan las mujeres! ¡Viva la Internacional!” Las mujeres fueron las primeras que salieron a
las calles de Petrogrado en su Día de la Mujer. Las
mujeres en Moscú en muchos casos determinaron el ánimo del ejército; fueron a
los cuarteles y convencieron a los soldados de pasar al bando de la revolución.
¡Vivan las mujeres!
Pero... el peso de tantos siglos no se deja a un lado fácilmente
Ni siquiera la revolución podía sacar los enormes
prejuicios que llevaban generaciones implantados en las mentes de obreros y
obreras. El desnivel entre hombres y mujeres, incluso en 1917, se expresaba de
varias maneras. Veamos dos ejemplos, uno sobre la igualdad en cobrar; y otro
sobre la representación de las mujeres en el soviet, la forma de poder más
democrática que ha existido.
Durante la revolución de 1905, las reivindicaciones de
salario mínimo, en la mayoría de los casos explícitamente, pedían nóminas más
bajas para las mujeres que para los hombres. Incluso en 1917, después de la
revolución de febrero, la desigualdad de salarios era algo asumido como
aceptable tanto por los obreros como por las obreras.
El primer acuerdo de salario mínimo que se hizo entre
una asociación de propietarios de fábricas y el soviet de diputados de obreros
y soldados estableció dos salarios mínimos, uno para los hombres, que iban a
cobrar cinco rublos al día, y otro para las mujeres, que iban a cobrar cuatro.
El mínimo que se acordó en las fábricas de zapatos en
Nevsky el 7 de marzo de 1917 fue de 5 rublos para los hombres y 3 para las
mujeres. En la gigantesca fábrica de zapatos Skorokhed en Petrogrado, el
salario mínimo se acordó el 13 de marzo a 5 rublos para los hombres y 3,5 para
las mujeres. El soviet de Ekaterinoslav decidió el 14 de junio un salario
mínimo de 2 rublos para obreras no especializadas y 3 rublos para los hombres.
No es que los bolcheviques no lucharan contra los
salarios desiguales. Kollontai, por ejemplo, en un artículo titulado “Una
omisión seria”, que se publicó en Pravda el 5 de mayo, criticó el orden del día
del congreso de sindicatos que iba a empezar por no incluir nada sobre la
igualdad de salario: “Hay una omisión seria en el orden del día de la
conferencia. El asunto del pago igual para trabajo igual, que es uno de los
asuntos más ardientes para la clase trabajadora en su conjunto y para las
obreras en concreto, no tiene espacio para ser debatido. El bajo salario que
cobran las mujeres es ahora aún más inaceptable, ya que con la guerra un gran
número de mujeres han entrado en el mercado laboral y ahora son ellas las que
mantienen a sus familias”.
Solo con la revolución de octubre, el pago igual se
estableció por ley.
El segundo aspecto de desnivel entre hombre y mujeres
en el proletariado es la extremadamente baja representación de mujeres en los soviets.
Una y otra vez, en las elecciones más democráticas en la historia, las
obreras votaron a hombres para representarlas.
Así, en la provincia de Moscú, donde las mujeres
formaban la mitad del proletariado, de unos 4.743 delegad@s en los soviets el
26-27 de marzo de 1917 había solamente 259 mujeres. En el soviet de Volgorod,
de unos ciento cincuenta delegad@s, solo 3 fueron mujeres. En el soviet de
Grozny, de 170 delegad@s, 4 eran mujeres. En el soviet de Nizhnigorod, de 135
delegad@s, 3 eran mujeres. En el soviet de Odesa, de casi 900 delegad@s, cerca
de 40 eran mujeres. En el soviet de Iaroslav, de 87 delegad@s, 5 eran mujeres.
Las obreras que estaban en la vanguardia de la
revolución en febrero de 1917, luego se quedaron más atrás en el escenario de
la historia (es por eso por lo que en la Historia de la Revolución Rusa de
Trotsky las obreras están presentes solo en los primeros capítulos).
Los bolcheviques hacen un esfuerzo especial para
organizar a las mujeres
El hecho de que las mujeres acabaran de incorporarse
al movimiento obrero no era excusa para no hacer el esfuerzo de organizarlas.
Una de las primeras cosas que hizo Lenin al volver a
Petrogrado en abril de 1917 fue escribir una carta al comité central pidiendo
su apoyo para el trabajo político entre las mujeres. “Si las mujeres no se
lanzan a tomar un papel independiente, no solo en la vida política en general, sino también en los servicios sociales
diarios obligatorios para todos, será en vano hablar no solo de socialismo,
sino de democracia completa y estable.”
El magnífico papel de las obreras en la revolución de
febrero convenció al comité ejecutivo de los bolcheviques de Petrogrado de la
necesidad de un esfuerzo especial para organizar a las mujeres. El 10 de marzo,
Vera Slutskaia se encargó de hacer campaña entre las proletarias. Tres días
después llevó sus recomendaciones a la ejecutiva: crear un departamento de
mujeres como parte del comité de Petrogrado y reanimar la publicación de
Rabotnitsa (Obrera).
El 15 de marzo, Slutsaia presentó su idea de cómo se
debería organizar el departamento de mujeres. Cada comité de distrito del
comité de Petrogrado elegiría una representante y la mandaría a trabajar en el
departamento. Sus deberes inmediatos serían pasos para republicar Rabotnitsa,
recaudar dinero para esto y sacar octavillas “específicamente dirigidas al
asunto de la mujer proletaria”.
No se planteó ninguna organización femenina para intervenir separadamente. “El
departamento realizará sólo campañas de agitación; las obreras en general se
organizarán en las instituciones proletarias políticas y sindicales. No se
creará ninguna organización de mujeres por separado. Todo el trabajo se realizará
en pleno acuerdo con las decisiones del comité de Petrogrado.”
Departamentos de agitación fueron establecidos a todos
los niveles de distritos del partido. Se fundaron también clubs con el objetivo
de atraer a la actividad del partido a obreras no afiliadas.
El 10 de mayo, Rabotnitsa se lanzó como una publicación
semanal con una circulación de 40-50 mil ejemplares. Sus editoras eran
Krupskaya, Elizarova, Kollontai, Samoilova, Nikolaeva, Kudelli y Velichkina. En
los números que se publicaron se trataron asuntos como la guerra, la jornada
laboral de 8 horas, la participación en las dumas (parlamentos) de los
distritos, el trabajo infantil, etc. El primer número tenía una serie de
resoluciones que se habían aprobado en varias fábricas, apuntes sobre el movimiento
de mujeres en Rusia y el extranjero, saludos a las
obreras rusas de obreras de partidos socialistas en Suecia y Finlandia y
saludos por parte de los editores de Pravda que expresaban su confianza en que
la nueva revista lograría organizar masas de proletarias, de forma que junto a
los proletarios “levantarían el templo del socialismo sobre las ruinas del
zarismo”.
Una vez los bolcheviques llegaron al poder, la cuestión
de la participación de las mujeres no afiliadas obtuvo nuevas dimensiones.
Ahora la pregunta era cómo movilizar miles y millones de mujeres para
participar en el Estado, en la administración económica, social y estatal. Así
nacieron los Zhenotdely (los departamentos de mujeres).
El texto proviene de un
artículo de Tony Cliff titulado “Alejandra
Kollontai: Marxistas Rus@s y Obreras” publicado en la revista inglesa
“International Socialism” en otoño de 1981)
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