La última
película del director británico Ken Loach (Yo, Daniel Blake, la número 31 de
este realizador experto en cine social) llegó a nuestras carteleras en octubre
de 2016. Ahora podemos verla en el ancho y liberado espacio de Internet.
Daniel Blake
(interpretado por el gran actor Dave Johns) es un carpintero que vive en el noroeste de Inglaterra y que cae enfermo, debiendo
enfrentarse a los obstáculos burocráticos de un sistema de servicios sociales
más preocupado en ahorrar costes, para que unos pocos aumenten sus beneficios,
que en atender a la gente trabajadora. Mientras intenta superar las trabas de
este sistema neoliberal, que trata a las personas como si fueran cosas, Daniel
conoce a Katie (Hayley Squires), una madre soltera que se ve obligada a mudarse
a más de 500 km de su lugar de origen, Londres, para encontrar una vivienda
social y escapar de un albergue de personas sin hogar. Utilizando esta historia
de personajes solitarios, traicionados y abandonados por el sistema, Ken Loach
denuncia las privatizaciones de servicios públicos y los recortes sociales y,
al mismo tiempo, nos muestra la capacidad del ser humano de luchar contra las
injusticias y por su dignidad; especialmente
cuando encuentra el apoyo de otras personas. Además, esta película nos enseña,
en apenas 100 minutos, como los recortes en servicios sociales hacen que sean
las mujeres las que cargan, fundamentalmente, con los trabajos de cuidados de
la infancia, personas mayores y enfermas. Más allá del apoyo mutuo que se
ofrecen ambos personajes protagonistas y que aporta algo de optimismo, la
película, ganadora de la Palma de Oro del Festival de Cannes, ofrece una visión
realista, si acaso algo pesimista, sobre la realidad de una Unión Europea que
trata a la gente trabajadora como mercancías. Personajes solitarios, que al
menos llegan a apoyarse unos a otros, que luchan con todas sus fuerzas por
salir a flote en medio de un mar de injusticias sociales convertidas en normas
legales y laberintos burocráticos sin sentimientos.
Un enfoque parecido encontramos en una película americana,
basada en hechos reales, que está ahora en cartelera, Figuras Ocultas (Hidden Figures). Película que nos muestra una historia reciente oculta y que está nominada a
Mejor Película en los Óscars de este año. Sus protagonistas, todas mujeres
afroamericanas, luchan contra la segregación racial y para impulsar sus
carreras profesionales en la NASA, donde trabajan como calculadoras humanas a comienzos de los
años sesenta. La película denuncia claramente el racismo imperante entonces en
Estados Unidos contra el que las protagonistas, tres brillantes científicas,
luchan con todas sus fuerzas y de forma
individual aunque, eso sí, apoyándose entre ellas. La película intenta
vendernos que el sueño americano es posible… Aunque sus hijos tuvieran hoy día,
por ejemplo, muchas más posibilidades de acabar en la cárcel o asesinados por
policías racistas que hijos de familias blancas.
Aún queda mucho por avanzar en las luchas contra el
neoliberalismo, los recortes sociales, contra el racismo… En definitiva, contra
el capitalismo, su naturaleza asesina, y sus trampas y divisiones para la gente
trabajadora. Y más hoy día con el impulso retrógrado y reaccionario de Trump en
la casa Blanca. Eso lo saben muy bien, por ejemplo, las activistas de Black Lives Matter en Estados Unidos,
quienes luchan ahora contra el racismo policial como luchaban entonces millones
de personas en el movimiento por los derechos civiles de los afroamericanos que
acabó con la segregación racial. Una lucha colectiva que aparece en Figuras
Ocultas, pero que las protagonistas miran de reojo, como si no fuera con ellas,
mientras luchan individualmente con el mismo objetivo de fondo: acabar con el
racismo. De igual modo, el y la protagonista de Yo, Daniel Blake, luchan individualmente
sin buscar unir sus luchas a la de colectivos sociales, como podrían ser
sindicatos o grupos feministas.
Las luchas sociales colectivas sí son protagonistas en
otras muchas películas. Por ejemplo, La Cuadrilla (The Navigators;
2001) de Ken Loach. Afortunadamente para los amantes del
séptimo arte, tenemos cine para casi todo, y mucha filmografía que nos enseña
que luchando de forma colectiva llegamos más lejos, también a nivel personal,
al tiempo que construimos los mundos del futuro.
Jesús
M. Castillo
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