domingo, 8 de enero de 2017

2016, el final de un ciclo electoral en un sistema en crisis



Igual que este cuadro de Felipe González, el mundo se ha puesto patas arriba para muchos votantes del PSOE, después del apoyo que dio la dirección de su partido al PP.


El año 2016 ha estado marcado por una crisis poliédrica que afecta a todas las esferas de la vida política, social, económica y ambiental en el Estado español.
Jesús M. Castillo analiza la realidad política del Estado español haciendo un repaso por los acontecimientos más relevantes del año 2016.  

Elecciones generales y la ruptura del bipartidismo
A nivel político, las elecciones generales del 20D de 2015 evidenciaron la superación del bipartidismo y la crisis profunda del PsoE (Partido ‘socialista obrero’ Español). El eslogan del Movimiento 15M que aún sigue escuchándose en muchas movilizaciones, “PsoE, PP, la misma mierda es”, se hizo visible en las urnas. El reflejo de la profunda y larga crisis del bipartidismo en los resultados de las elecciones generales profundizó la crisis política del Régimen del 78. A los malos resultados del PPsoE en las elecciones europeas, municipales y autonómicas se sumaban los de las elecciones generales. El bipartidismo pasó de obtener cerca del 80% de los votos desde inicios de los años 80 a menos del 55% en las últimas elecciones, al tiempo que grandes ciudades, como Madrid y Barcelona, pasaban a ser gobernadas por alternativas políticas nacidas al calor de las movilizaciones del 15M.
Por otro lado, las elecciones generales fueron la prueba de la importancia del partido Ciudadanos (Cs) y su 13% de apoyo electoral. Un partido impulsado, primero en Cataluña y luego a nivel estatal, por la plutocracia que gobierna desde las sombras del poder. Sin embargo, el PP no pudo obtener la mayoría absoluta ni siquiera sumando con Cs, la “muleta” derecha de la casta política.
Por otro lado, la potente irrupción de Podemos en el Congreso (con un 21%, unos 5 millones de votos) ejerció una presión muy fuerte en la dirección del PsoE de Pedro Sánchez que, aunque no sufrió el temido “sorpaso”, necesitó mostrarse como una alternativa real y consecuente de izquierdas para su base de votantes de clase trabajadora, desde donde Podemos recibió más apoyos. Esta presión desde la izquierda llevó al PsoE a no dejar gobernar a Rajoy, conduciendo a nuevas elecciones generales el 26 de junio de 2016. Estas elecciones, a pesar de registrar un leve ascenso en el voto del PP (del 29% al 33%), siguieron reflejando la ruptura del bipartidismo y el proceso de ‘pasokización’ del PsoE. Un PsoE que, atrapado entre la “responsabilidad de estado” y la presión desde la izquierda, acabó sufriendo un golpe de estado interno. La derecha del partido forzó la salida de la dirección de Pedro Sánchez para facilitar otro gobierno de Rajoy con la abstención. Un gobierno del PP en el que muchos dirigentes autonómicos del PsoE se encontrarían muy cómodos, más allá de las siglas.
Después de casi 1 año con gobierno en funciones, gracias a lo que no se pusieron en marcha nuevos recortes y reformas antisociales, se constituyó un gobierno continuista del PP en una situación de debilidad. Un gobierno dependiente del sacrificio de Cs y la oposición de cartón-piedra de un PsoE, también debilitado. Un gobierno con el objetivo de seguir aumentando las desigualdades sociales en favor de los más ricos a través de la consolidación de las reformas antisociales de los últimos años (especialmente la reforma laboral), subidas de impuestos indirectos y nuevos recortes sociales. Un gobierno que sigue desplegando el discurso neoliberal de la “estabilidad presupuestaria” para cumplir los límites arbitrarios de déficit público impuestos por la Unión Europea (UE) y poder privatizar así los servicios públicos, incluyendo el sistema de pensiones. Un gobierno que sigue favoreciendo a las multinacionales más contaminantes, como las eléctricas, y que aún presume de puertas giratorias. Preparémonos en 2017 para enfrentar, entre otras cosas, una más que posible ola de nuevas privatizaciones de empresas públicas con la excusa de disminuir arbitrariamente el déficit público. Mostremos nuestra solidaridad con la lucha de sus plantillas afectadas en empresas como podrían ser Renfe, Aena, Adif, Puertos, etc.
En definitiva, el cierre del ciclo electoral que se abriera en mayo de 2014 con las elecciones europeas, y la “sorpresa” de un desconocido Podemos, se cerraba asentando la crisis del Régimen del 78. Un Régimen que se enfrenta a un potente movimiento independentista en Cataluña, a un fuerte reto social a instituciones como la monarquía, la iglesia católica y los poderes económicos (representados por la banca y sus desahucios), a lo que se suma el derrumbe de la estabilidad política dominante desde la Transición.
Podemos: los límites del nuevo reformismo
La llegada de “Podemos y sus confluencias” a las instituciones, ya sea en gobiernos locales, apoyando gobiernos locales y autonómicos del PsoE o en la oposición, ha mostrado claramente los límites de este nuevo reformismo para mejorar la vida de la mayoría de la gente trabajadora.
La formación morada giró a la derecha rápidamente desde su origen, tanto a nivel organizativo como a nivel programático. Paradójicamente, este giro electoralista conducido desde la estrategia populista de Iñigo Errejón, junto con la alianza con la burocracia de Izquierda Unida (IU) para las elecciones generales del 26J impulsada por Pablo Iglesias, condujo a Podemos a perder la confianza de muchos activistas de los movimientos sociales que dejaron de militar activamente en el partido, así como a perder cerca de 1 millón de votos entre el 20D y el 26J.
Desde que acabara el ciclo electoral, se extendieron en Podemos las batallas ideológicas y de poder dentro del partido entre el sector populista, el “izquierdista” y el “anticapitalista” con vistas a las asambleas ciudadanas autonómicas (Madrid y Andalucía) y la estatal (“Vistalegre II”).
La acción política de Podemos en las instituciones está mostrando las limitaciones de jugar en campo contrario, de jugar con las cartas marcadas en el sistema democrático burgués. Se hace muy difícil ganar las elecciones frente al bipartidismo y su control mayoritario de los grandes medios de comunicación y del aparato del Estado (policías, jueces, fuerzas armadas, etc.). Además, una vez en el gobierno, el no enfrentar al sistema capitalista conduce a contradicciones brutales, como el pago de deuda ilegítima a especuladores, el fomento del cambio climático o el apoyo a industrias insostenibles social y ambientalmente, como le ocurre a los gobiernos municipales “del cambio”. Esta contradicción entre un discurso social más o menos transformador y una práctica política basada en gestionar el sistema incorporando algunas reformas insuficientes se evidencia más conforme más poder político se alcanza. Baste con mirar al gobierno de Syriza en Grecia, sus brutales recortes sociales y su política anti-migratoria.

Las crisis socioeconómica y territorial continúan

Más allá de comprobar la fragilidad del Régimen del 78 y los límites del nuevo reformismo, el año 2016 también nos ha servido para comprobar que los capitalistas españoles y europeos han aprovechado la crisis económica, que ellos mismos generaron sobreexplotando y especulando, para aumentar la tasa de explotación de la gente trabajadora. Así, los gobiernos de Zapatero y Rajoy impusieron las reformas antisociales necesarias para que la crisis la pagasen las clases populares y para que la posterior recuperación de las cifras macroeconómicas se tradujese en grandes beneficios para el 1% y precariedad a todos los niveles para el 99%.
Las condiciones sociales que llevaron al estallido del Movimiento 15M siguen estando presentes: desempleo elevado, alta precariedad laboral, la corrupción inherente al sistema (que desgraciadamente no se va a la tumba con Rita Barberá), miles de familias desahuciadas, niveles de pobreza muy altos, negación absolutista del derecho a la autodeterminación de las naciones oprimidas en el Estado español, etc. Así, eslóganes de las movilizaciones de los últimos años como “No hay pan pa tanto chorizo”, “Sí hay dinero, se lo dan a los banqueros” o “Lo llaman democracia y no lo es” siguen  tan vigentes como en 2011 cuando surgió el 15M.
Además, la profundización del neoliberalismo del PPsoE aprovechando la crisis económica ha traído nuevos problemas y ha intensificado problemáticas antiguas que afectan de lleno a la gente trabajadora, como el ataque al sistema público de pensiones, el agravamiento de la crisis socio-ambiental (con el cambio climático a la cabeza), una deuda pública impagable e ilegítima, y la privatización de los servicios públicos.
Respuestas de la gente trabajadora
Siguen presentes las condiciones socioeconómicas que hicieron salir a millones de personas a las calles a raíz de la crisis y los recortes del PPsoE, y que electoralmente se expresaron con la irrupción de Podemos. Pero encaramos 2017 con importantes avances a nivel de la organización de las luchas sociales.
Desde que acabara el ciclo electoral y Rajoy formara gobierno, se está notando una subida del nivel de movilizaciones, que van desde luchas laborales como la del sector de telemarketing por un nuevo convenio colectivo, a luchas políticas de fondo, como la de las Marchas de la Dignidad exigiendo “Pan, Techo, Trabajo y Dignidad”, pasando por la movilización incansable de la Plataforma de Afectadas por la Hipoteca (PAH) o la defensa de la sanidad pública y de Doñana en Andalucía.
Los movimientos sociales que han luchado en los últimos años no se sienten derrotados, a pesar de que la gente trabajadora esté pagando la crisis, porque han conseguido muchos triunfos parciales y confianza en la lucha colectiva. Esta subjetividad luchadora, unida a la situación socioeconómica objetiva que sufre la gente trabajadora, ha llevado al gobierno de Rajoy a buscar pactos con el PsoE de la Gestora golpista y a las burocracias sindicales de UGT y CCOO a convocar movilizaciones a finales de 2016. Unas burocracias sindicales que, por otra parte, son cooperadoras necesarias para que la crisis la estén pagando las clases populares.
Partiendo de las redes de organizaciones y activistas creadas en los últimos años, de la solidaridad tejida y de la experiencia política adquirida en las luchas, de cara a 2017 nos toca unificar las luchas con perspectivas anticapitalistas claras. Tenemos que incorporar a las marchas de la Dignidad objetivos concretos que especifiquen el significado de ‘Pan, Techo, Trabajo y Dignidad’ ahora, como la derogación de la reforma laboral. Hay que volver a marchar por millones con las Marchas de la Dignidad en Madrid en primavera, construir desde las bases una huelga general para el otoño e impulsar un fuerte movimiento anti-racista, anti-guerra y por los derechos de las personas migrantes.
Debemos decir alto y claro que tenemos la oportunidad de tumbar a unos gobiernos débiles que intentan esconder su fragilidad, como el gobierno andaluz de Díaz y el gobierno central de Rajoy. Frente a la nueva reforma constitucional de la casta política y económica con el objetivo de hacer una “Segunda Transición” para “cambiarlo todo y que nada cambie”, tengamos claro que no hay futuro amable para la gente trabajadora dentro de una UE irreformable instrumento de los capitalistas, que hay que nacionalizar bajo control obrero los sectores claves de la economía (como el energético), que hay que prohibir los despidos en empresas con beneficios, que no pagaremos la deuda a los especuladores, que es urgente una banca pública que financie proyectos social y ambientalmente responsables, que hay que subir los impuestos a las grandes empresas y grandes fortunas, que hace falta una reforma agraria profunda en Andalucía, que hay que generar millones de puestos de trabajo luchando contra el cambio climático… Nos sobran propuestas para transformar el mundo y podemos hacer que en 2017 la crisis la empiecen a pagar quienes realmente la han provocado: los capitalistas.

Sin duda, existe el riesgo de que millones de personas se aclimaten a la precariedad y las luchas sociales se vengan abajo, pero el sistema capitalista depredador (que nunca tiene bastante) seguirá agrediendo y la gente responderá luchando. Además, la crisis económica capitalista volverá con fuerza más pronto que tarde, por ejemplo, tras la explosión de la burbuja inmobiliaria que ahora crece en China. Sigamos impulsando la construcción de poder popular anticapitalista en las calles y los centros de trabajo durante 2017.

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