domingo, 25 de diciembre de 2016

2016, Un año de más inestabilidad, una población más indignada




EL año que llega a su fin ha sido, ni más ni menos, que el año en el que la Unión Europea (UE) se quedó sin estrategia y sin liderazgo.
La naturaleza inhumana de esta alianza y de sus instituciones se ha puesto de manifiesto más que nunca con la llegada de los refugiados y refugiadas sirias a suelo europeo. Tras las promesas de que iban a acogerlos, encabezadas por Merkel, las vallas y las fronteras se fueron levantando. Primero fue en los Balcanes. Si Hungría, Polonia, la República Checa y Eslovaquia componían el frente del “Este”, que algunos querían hacer ver como el más retrógrado, lo cierto es que la política racista se formalizó con el acuerdo entre la UE y Turquía. Miles de personas acuciadas por la guerra quedaron así en tierra de nadie. Se instalaron campos de concentración de refugiad@s en ambas orillas del Mar Egeo. Y ningún gobierno les tendió la mano, ni siquiera el supuesto gobierno de izquierdas de Syriza en Grecia que, con su actuación ante este drama, está dejando claro que agacha la cabeza ante las imposiciones de la dirección europea no sólo en lo que a materia económica se refiere. La OTAN, siguiendo un plan orquestado por los ministros de Defensa que la integran, asumió por primera vez sin disimulo un papel contra l@s refugiad@s, desplegando en febrero sus mayores barcos en el Egeo para vigilar que no circularan las pateras llenas de quienes sólo tratan de huir del horror de la muerte. Y con la caradura de disfrazarse de humanitarios con la excusa de llevar a cabo una misión contra los traficantes que organizan estas incursiones para evitar que en los viajes mueran más refugiadas.
Poco a poco, el discurso racista y anti-refugiados de todos los gobiernos se desató. Sin entrar siquiera en su participación en la guerra misma, sin la cual estas miles de personas no se verían abocadas a abandonar su tierra y perderlo todo, las palabras y, sobre todo, los hechos de los dirigentes mundiales en general, y europeos en particular, han conseguido que se bata el récord de muertes en el Mediterráneo. A finales de octubre, más de 3800 personas habían perdido la vida intentando cruzarlo, según cifras de la ONU. Casi el 90% de estas muertes han ocurrido en el Mediterráneo central, gracias a la hipocresía de la EU y de la OTAN “salvadora”, dado que desde que la ruta balcánica se cerrara, cada vez eran más los que intentaban pasar de Libia a Italia. Y más los ahogados provenientes de Oriente, que se sumaban al incesante drama de los subsaharianos. A las muertes sangrientas bajo el estruendo de las bombas en Siria se suman estas muertes silenciosas en tantos y tantos episodios de ahogamientos, algunos de ellos masivos. No olvidamos tragedias como la del pasado abril, en la que unas 500 personas fallecieron ahogadas frente a las costas de Egipto. Y, desgraciadamente, se trata sólo de un ejemplo entre tantos.
Esta esperpéntica situación ha evidenciado así la cara más mezquina de esta Unión Europea cercada y hermética que, por otra parte, nada tiene de nuevo, pues el Mediterráneo lleva muchos años engullendo a personas en sus aguas cada día ante las puertas de la Europa Fortaleza.
A quienes, después de superar tantos obstáculos, consiguen llegar y afincarse en Europa, les espera una realidad institucional que dista mucha de ser la cálida bienvenida que merecen quienes han vivido tanto sufrimiento. Las políticas racistas e islamófobas están a la orden del día. Y como muestra un botón: hace unos días Merkel defendía ante su partido que los velos que cubren toda la cara, como el burka, no son apropiados en la sociedad alemana, y que deberían estar prohibidos.
Contemplando otras realidades de Europa en el 2016, éste pasará a la historia también como el año del Brexit. La salida de Reino Unido de la UE después de 40 años es un claro fracaso del neoliberalismo. Los mismos gobiernos que fomentan el racismo dicen que la gente en Inglaterra votó por salir de la UE porque son racistas.
Y es que esta ruptura ha dado lugar a una crisis del escenario político en el Reino Unido -o quizás sería mejor decir que ha profundizado a marchas forzadas una brecha que ya se había abierto. El Brexit forzó a Cameron a dimitir, y desató una crisis en el partido conservador. El que parecía el sustituto seguro para ocupar el lugar de Cameron, el exalcalde de Londres Boris Johnson, que había estado liderando la campaña euroescéptica, ni siquiera presentó su candidatura y se abrió un concurso de locos, a través del cual llegó al poder Teresa May.
Por otro lado, todos auguraban que la victoria del Brexit reforzaría al partido racista de ultraderecha UKIP, y en lugar de esto lo que ocurrió es que su líder, Nigel Farage, dimitió, y las peleas internas no han cesado desde entonces. La campaña Lexit (en pos de una salida de la UE por la izquierda), en la que nuestros compañeros y compañeras del Socialist Workers Party (SWP) han jugado un papel relevante, fue importante para expresar el rechazo a la UE desde la izquierda, fundamental para no dejar el campo abierto a los racistas y los xenófobos.
Al mismo tiempo, los acontecimientos más inesperados han tenido lugar en el Partido Laborista. Cuando Jeremy Corbyn se presentó como candidato a liderar a los laboristas todos, incluida la derecha, lo veían como un marginal cuya participación incluso podía resultar positiva para dar credibilidad al sistema electoral de Partido Laborista. Finalmente, aquel “marginal” se convirtió en el nuevo líder. Después del Brexit se organizó un golpe de estado interno, en el que la gran mayoría de los diputados trató de echar a Jeremy Corbyn. El resultado fue una participación masiva en favor de Corbyn, con una afluencia de público espectacular en sus discursos, que le llevó a reconquistar otra vez la dirección. Tras el surgimiento de una figura como ésta aupada a tal puesto por los militantes laboristas y por muchos y muchas que, sin serlo, se registraron en el partido para poder votarlo, se encuentran la herencia del movimiento contra la guerra y del fracaso del neoliberalismo dentro de la socialdemocracia. Los límites para llevar a cabo un cambio sustancial desde el reformismo y las instituciones son obvios pero, en cualquier caso, la aventura de Corbyn supone un giro sin precedente.


A mitad del año asistimos al Brexit y a finales contemplamos el fracaso de Renzi y su dimisión tras la victoria en el referéndum del “No” a sus reformas que pretendían estabilizar el sistema político en Italia. La clase dirigente italiana y europea había depositado en Renzi todas sus esperanzas de solucionar la mayor crisis de la deuda de toda Europa. Pero Renzi ahora está en casa, e Italia en el precipicio de una crisis bancaria. Entre la juventud, el “No” superó el 70%. En estos momentos, la derecha y el partido demócrata, incapaces de controlar el sistema, afrontan con miedo la perspectiva de unas posibles elecciones.
Hablando de desestabilización política, cruzamos el charco para fijarnos en Estados Unidos, donde también se está dando pese a ser ajena a su tradición profundamente bipartidista. La carrera electoral comenzó con dos candidatos seguros: Jeb Bush por parte de los Republicanos y Hillary Clinton a la cabeza de los Demócratas. Las elecciones prometían ser las más aburridas de la historia. Pero los 8 años de Obama en el gobierno y el fracaso de todas las esperanzas que había generado frente a cuestiones como la guerra, la crisis económica, el racismo, la política medioambiental, entre otra, crearon nuevos fenómenos.
Bernie Sanders, que se declaraba como “socialista”, ganó las primarias en muchos estados y movilizó en sus mítines a un público que Clinton ni podía imaginar, en su mayoría jóvenes, bajo el eslogan de una “una revolución política”. Al final, en el aparato Demócrata controló la situación y Sanders se rindió, pero la brecha ya se había abierto. En el otro lado, la crisis del Partido Republicano le dio alas a Donald Trump para aparecer como un “anti-sistema” dentro del partido más “sistema” del mundo. Todos los analistas coincidían en que iba a ser una victoria fácil de Clinton, pero esta vez la mayoría de la población, y especialmente la gente pobre, no vio ninguna razón para ir a votar a una mujer estandarte del establishment. El “mal menor” no funcionó, y Trump, con su discurso del odio basado en proclamas racistas, xenófobas, machistas y otras lindezas, fue elegido para ocupar la Casa Blanca.

Se anuncian turbulencias para el sistema en Estados Unidos. Y la resistencia ya está en la calle. Al día siguiente de las elecciones, estudiantes de institutos cortaron calles, y en las universidades se organizaron ocupaciones y marchas bajo el lema “No es nuestro presidente”. Las manifestaciones se sucedieron por todo el país, de gente que defiende a sus hermanos y hermanas inmigrantes, mejicanos y de otros lugares. La investidura de Trump está prevista para el próximo 20 de enero a los pies del Capitolio, y ya hay previstos varios días de acción para esas fechas en todo el país e internacionalmente. Y estas protestas tienen lugar en un país en el que ya existe un importante movimiento contra las políticas y las actuaciones policiales racistas que sufre la población negra, Black Lives Matter, y otras luchas importantes como la que han abanderado los nativos americanos junto a cientos de activistas y que recientemente ha culminado con una victoria al conseguir frenar la construcción del oleoducto en Dakota.  

De vuelta a Europa, en 2016 el gobierno Hollande se consumió. Después de los ataques terroristas declaró el “estado de emergencia” e intentó utilizarlo contra los movimientos. Pero estos salieron a la calle sin miedo desde el principio ignorando las prohibiciones de manifestarse. Trataron de utilizar la islamofobia una y otra vez, con actuaciones como la polémica prohibición del burkini que finalmente se vieron obligados a retirar, estrategia que favoreció la subida de Le Pen en las encuestas. Pero surgió el movimiento contra la ley El Khomry, que sirvió para dejar a un lado las divisiones y la represión. El Nuit Debout tiene elementos similares al15M que tuvo lugar en el Estado español, pero en Francia la clase trabajadora asumió un papel mucho más importante. Se convocaron días de acción con huelgas generales que comenzaron en marzo y fueron sucediéndose, respaldadas por todos los sindicatos. Estas movilizaciones consiguieron que los ataques impuestos por la ley El Khomry que finalmente se aprobó fueran bastante más limitados, y no se abandonaron después de esto, sino que las luchas sectoriales han continuado después de verano. Y por el camino dejaron a Hollande convertido en el primer presidente de la V República que no será candidato por segunda vez en las elecciones.
En Irlanda, el movimiento contra la privatización del agua y, de manera más general, la resistencia a que la gente trabajadora pague la crisis de los capitalistas, ha tenido sus resultados políticos. El Fine Gael perdió más del 10% de los votos en las elecciones de febrero. El Sinn Fein subió casi un 4%, expresando el giro a la izquierda. Un giro que también se plasmó en el éxito de la coalición anticapitalista People Before Profit – Anti-Austerity Alliance (PBP-AAA), que obtuvo 6 diputados, 3 de los cuales son miembros de nuestro partido hermano en Irlanda, Socialist Wokers Party (SWP). Las victorias anticapitalistas llegaron también a Irlanda de Norte, donde Eamonn McCann y Jerry Carrol, dos revolucionarios, fueron elegidos diputados en Stormont (el parlamento norirlandés) en las elecciones del 5 mayo.
La crisis política llegó hasta en Alemania. La canciller Merkel sufrió un nuevo revés en las elecciones regionales el pasado septiembre. El partido demócratacristiano (CDU) que preside selló su peor resultado electoral en la capital germana desde el final de la Segunda Guerra Mundial, coincidiendo con un nuevo éxito electoral del partido populista de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD), que quiere aprovecharse de la situación. Pero hay también oportunidades para la izquierda. Depende de su política. Muchos activistas de Die Linke participaron en la nueva iniciativa “Aufstehen gegen Razismus” (Levantémonos contra el racismo), pero las declaraciones de Sahra Wagenknecht, una de las responsables de su dirección, no ayudan en este sentido, cuando afirma que Alemania no puede acoger a todos los refugiados que está recibiendo y que lo primero que estos tienen que hacer es demostrar que son capaces de adoptar la cultura alemana.
En Austria esta batalla para que la ultraderecha no se aproveche de la crisis política llegó a su culmen. El nazi Norbert Hofer, ultranacionalista del FPO, perdió las elecciones, pero su partido no aceptó el resultado e de las mismas después de que su adversario ganara por apenas 30.000 votos y lo impugnó. Los juzgados le dieron segunda oportunidad mes y medio después alegando errores burocráticos por las irregularidades cometidas en varios distritos electorales y relacionadas fundamentalmente con el recuento del voto por correo. De manera que el movimiento antifascista se vio obligado a organizar una nueva campaña, que dio sus frutos en las segundas elecciones el 4 de diciembre, en las que venció el candidato de los verdes Alexander Van der Bellen. Haberles parado los pies a los fascistas supone una importante victoria, y ha sido la movilización en la calle y en los barrios la que lo ha conseguido, pero ello no debe hacernos depositar falsas ilusiones en que el candidato de los verdes que apoya la UE puede ser la alternativa.
La coordinación internacional es fundamental en la lucha contra el fascismo. El pasado 19 de marzo se organizaron manifestaciones en solidaridad con los refugiados y en contra de los fascistas en muchas ciudades del mundo. Y en octubre, en la conferencia organizada por KEERFA (Unión contra el Fascismo y el Racismo en Grecia) en Atenas, se acordó una nueva cita para el 18 de marzo de 2017. Será unas semanas antes de las elecciones en Francia, donde Le pen parece segura de pasar a la segunda ronda.
En otro orden de cosas, el escándalo de los Panama Papers, que salió a la luz en abril, tuvo repercusiones en todo el mundo. Básicamente se destapó como, desde Islandia hasta el Estado español, políticos y empresarios estaban conectados con mil lazos entre ellos para ocultar su dinero en paraísos fiscales. Las dimisiones se sucedieron, y los trapos sucios de los capitalistas volvieron a airearse una vez más.
2016 ha sido también el año que ha mostrado la locura del capitalismo de otra manera, con evidentes contradicciones. La Unión Europea acusó a Apple de no pagar impuestos por sus operaciones en Irlanda y le exigía el pago de 13.000 millones de euros, cuando fue el gobierno de Irlanda el que insistió en que no pagara para evitar perder su fama como paraíso para seguir atrayendo a las multinacionales.
Dando un salto a la India, allí se organizó a principios de septiembre una huelga enorme, quizás una de las huelgas más grandes de la historia. Según algunos cálculos participaron 100 millones de obreros y obreras. En Kerala, Andra Pradesh y Tripura la huelga lo paró todo. Los triciclos que se usan como “taxis” fueron usados para bloquear calles y vías de trenes. La huelga se convocó por casi todos los sindicatos del país contra las reformas laborales y económicas que está promoviendo el gobierno de Narendra Modi. Concretamente, los sindicatos están en contra de la reforma que quiere hacer los despidos más fáciles y da derecho a los empresarios a contratar trabajadores por obra y servicio pagándoles por debajo del salario mínimo. Los sindicatos exigen un salario mínimo de 15.000 rupias (200 euros). En Calcuta, la capital de Bengala occidental, miles de trabajador@s participaron en una manifestación sobre las vías de los trenes, formando un mar de banderas rojas y no dejando ningún espacio para que los jefes hicieran circular los trenes utilizando esquiroles.
El sistema bancario dejó de funcionar y no se hicieron transacciones de miles de millones. Solo en Telangana, más de 15000 empleados bancarios participaron en la huelga. En la capital de la India, Nuevo Delhi, casi todas las enfermeras comenzaron una huelga indefinida, a pesar de que la policía empezó a amenazar y a detener huelguistas. “Los enfermeros y enfermeras en toda la India participaron en la huelga” decía GK Khurana de la Federación de enfermeros, añadiendo: “Mi detención no nos va a parar”. La huelga se extendió en la industria pesada. Muchas fábricas de autos pararon y los mineros suspendieron el suministro de carbón. A pesar de que la huelga no fue seguida al mismo nivel en todo el país, fue un éxito y dio la oportunidad también a millones de obreros no especializados y no organizados en sindicatos, tal como a estudiantes, a participar en la resistencia contra el gobierno.
El 2016 fue un año más con muchas promesas de que la guerra se iba a acabar en Oriente Medio.  En vez de esto fue el año de la masacre en Alepo, del asedio de Mosul, de la intervención turca en el norte de Siria y de nuevos asesinatos masivos en Yemen. En 2016 Irak se reconvirtió en un campo de guerra. El asedio de Mosul empezó con la esperanza de que iba a acabar en unas semanas. Ya han pasado meses y todavía la parte más dura del ataque no ha empezado. Nadie sabe qué va a quedar al final de esta ciudad y de sus 1 – 1,5 millón de habitantes. Quizás, lo mismo que ha quedado en Alepo bajo los bombardeos de Asad y de Rusia: cadáveres y ruinas. Ya la ONU dice que está preparando campamentos para 150000 personas refugiadas. Los medios de comunicación no paran de repetir que los del “Estado Islámico” utilizan los ciudadanos como “escudo humano”. La ironía es que el mismo argumento lo utiliza Rusia para la barbarie que comete en Alepo. Hace dos años el Estado Islámico ocupó la ciudad usando menos de 15 mil hombres armados y el ejército iraquí, que tiene un millón de soldados, fue cómo si no existiera. No es que ahora se motivaron por salvar a la gente, después de dos años. Los que hoy están aliándose contra el Estado Islámico, lo hacen porque saben que muy rápido se van a pelear entre ellos, durante la reocupación misma o un poco después: todos quieren coger un trozo y echar a los demás. Irán quiere apoyar a sus aliados dentro de Irak y Turquía necesita asegurarse que la influencia de Irán no llegará tan al norte. “A nivel militar, se trata de una de las alianzas más grandes después de la invasión de 2003… pero es una batalla militar sin ningún plan político para lo que amanezca el día siguiente”, dice un analista del instituto Carnegie.
Ya no hay ninguna manera de separar entre la guerra en Irak y la guerra en Siria. Desde Alepo hasta Mosul las alianzas temporales pueden cambiar pero la crisis es una e inseparable. Los imperialistas, pequeños y grandes, se pelean como hipopótamos dentro del pantano sangrante que han creado. Y a su lado todos los gobiernos de UE, que dan luz verde, hablando solo de lo que consideran el asunto más importante: como cerrar las fronteras a las personas que están intentando huir de esta matanza.
No sólo no se contuvo la crisis en Irak y Siria, sino que en 2016 el caos se extendió a Turquía. Erdogan era el primer ministro y presidente que se suponía que había terminado la guerra contra los kurdos después de décadas. Pero ha sido el mismo que la ha llevado a un nivel aún más elevado, por el miedo de lo que está pasando en las fronteras con Siria. Ha estado viendo la posibilidad de un estado kurdo al lado del semi-estado kurdo que ya funciona en el norte de Irak, como resultado de la guerra en Siria, y empezó a machacar el movimiento kurdo dentro del país. El papel del ejército ha vuelto a ser importante, así que fuerzas del “estado profundo” llegaron a hacer un golpe de estado contra Erdogan en el pasado julio. Fue la movilización masiva en las calles de las grandes ciudades la que paró los tanques y a los militares que se querían convertir en dictadores. En nuestro boletín aquellos días escribíamos: “Lo que no calcularon bien los golpistas fue la reacción masiva a su intento. Esta resistencia cambió el equilibrio de fuerzas y marcó la opinión de los altos militares que no se habían pronunciado en los primeros momentos. Los manifestantes que anduvieron en el puente de Bósforo, sin miedo a las balas ni a los tanques que lo habían ocupado, fueron los que mostraron con su sangre que si los golpistas hubieran insistido, habrían encontrado una resistencia sin precedente, que podría haber llegado al borde de una guerra Civil".
Así que Erdogan, que casi se había escondido, hizo un llamamiento al pueblo para que saliera a la calle (utilizando las redes sociales). Pero la resistencia al golpe de estado no vino solo del estrecho núcleo de seguidores acérrimos de Erdogan y del aparato de su partido, AKP, a los que algunos “analistas” se atreven a llamar “chusma islamista”. Erol Onderoglu, portavoz de Periodistas sin Fronteras, que está perseguido por el gobierno de Erdogan por hacer “propaganda terrorista” al apoyar un periódico pro-Kurdo, dijo a The Guardian: “La resistencia al intento de golpe de estado anoche fue especialmente heterogénea. El resultado más útil de estos acontecimientos es que mucha gente que no apoya a AKP apoyó los valores democráticos a pesar de la represión gubernamental reciente.” Un profesor de Universidad comentó en el mismo periódico: “Esta gente no apoya a Erdogan pero están contra la idea de un golpe de estado militar. Turquía tiene una historia de intervenciones militares, que han sido muy dolorosas y traumáticas, y por eso no me sorprendí cuando vi una oposición tan unida a este intento”.
La represión por parte de Erdogan sigue pero el pueblo turco ha dado una gran lección de como se pueden parar los “levantamientos militares”.
Los trabajadores de Corea del Sur nos han enseñado como echar a una presidenta corrupta, hija de un dictador, con manifestaciones de millones cada sábado durante casi dos meses. En 9 de diciembre el parlamento decidió mandar al juzgado a la presidenta Park Geun-hye. La victoria en el parlamento fue un resultado claro de la acción en las calles. Para que fuera imputada Park se necesitaba una mayoría de dos tercios, pero su propio partido controla 43% de los escaños. Esto significa que por lo menos uno de cada dos de sus diputados votó para imputarla, frente al miedo de lo que significaría la continuación y extensión del movimiento. El ímpetu de la lucha era tan grande que casi un millón y medio de personas salieron a la calle para festejar la victoria. 800000 participaron en la manifestación en Seúl, con la temperatura bajo cero.
Cuando salió Park, hace cuatro años, había causado “depresión” a los activistas. El padre de Park era el dictador que gobernó Corea del Sur desde el golpe de estado de 1961 hasta su asesinato en 1979, durante 18 años. Sólo después de la revuelta de 1987 se puso fin a las conexiones directas entre el estado surcoreano y la dictadura de Park. Así que cuando ganó el poder en 2012, el mensaje que mandaba el sistema político coreano era que la hija del dictador está de vuelta, legitimada a través de las elecciones. La nueva presidenta aclaró muy rápido que iba a enfrentarse con los movimientos utilizando más represión. Pero, lo que consiguió al final fue provocar el movimiento más grande, por lo menos después de 1987, y una crisis interna en el partido gobernante.
Los límites de los gobiernos del cambio en América Latina se pusieron en evidencia durante el 2016. Se terminó la ilusión de que se puede tener contentos tanto a los capitalistas como la clase trabajadora durante una crisis mundial. Esto implica nuevos retos para organizar en contra de la derecha que quiere aprovecharse de la situación.
En Brasil, la escoria más corrupta, agrupada alrededor de Temer, dio un golpe de estado “suave” para echar a Dilma Rousseff. Ahora ostentan un gobierno homófobo, machista, fanático “cristiano” que, estando integrado por los primeros en la lista de los que robaban el dinero durante el gobierno del Partido de los Trabajadores, pretenden presentarse como un gobierno anti-corrupción. No pueden convencer a nadie y la lucha bajo el eslogan “Fora Temer” continúa.
El balance del año 2016, un año marcado por la crisis económica, la inestabilidad política y la cada vez más clara evidencia de que el capitalismo no funciona para la gente trabajadora, abre un 2017 lleno de oportunidades. Está en nuestras manos aprovecharlas para darle un vuelco a los poderes que nos oprimen y al sistema que los sustenta.

Marta Castillo

viernes, 23 de diciembre de 2016

Número especial de balance de 2016 y perspectivas de 2017





¿Qué nos deja el 2016 y cómo empieza el año 2017 dentro de pocos días? Hay una manera errónea de contestar a esta pregunta. Es la que dice que más o menos entramos en 2017 de la misma manera que entrábamos en el 2016, como si no hubiera pasado nada. “Mirad” -dice este tipo de discurso-, “muchas cosas pasaron durante el año en todo el mundo, desde el Brexit hasta la elección de Trump, y desde las huelgas en Francia hasta la crisis en China, pero al fin y al cabo Rajoy era un presidente con un pie ya fuera de la Moncloa hace un año y ahora vuelve a ser presidente, pero con una legislatura que termina en 2020”.
Esto, en realidad, es el cuento que quiere contar Rajoy mismo. En su última entrevista para el Wall Street Journal, Rajoy posa como el “superviviente” de 2016 que puede despreciar a todos los demás: qué caos en Italia, qué irresponsabilidad lo del Brexit en el Reino Unido, qué peligro de populismos existe en Francia y en todos lados. Hasta con Merkel tiene la cara de meterse Rajoy, acusando a la dirección alemana de no hacer lo suficiente para parar la crisis en la UE.
La conclusión que tenemos que sacar de todo este postureo es que las instituciones y los gobiernos de la Unión Europea entran en el 2017 en una situación de tanta corrosión que incluso puede llegar a pensarse en Rajoy como pilar de estabilidad. Rajoy, que está en su silla gracias a los votos del PSOE. Rajoy, que no paró de intentar tapar escándalos de corrupción -llámese Rita Barberá o Soria- incluso estando “en funciones”. Rajoy, que sabe que Cataluña ya está en la órbita de la independencia. Rajoy, que sabe que siguiendo así muy rápido la hucha de pensiones se va a quedar vacía.
La verdad es que el nuevo gobierno de Rajoy es el gobierno más débil desde la Transición y está débil exactamente en el momento de máxima debilidad de la Unión Europea. Las luchas con las que se ha topado desde el primer momento este gobierno no son simbólicas, se pueden transformar en una fuerza capaz de echarlo y de poner en crisis no sólo el PP, sino también a sus nuevos amigos del ámbito de Susana Díaz y Felipe González, que controlan el PSOE e incluso la Unión Europea entera.
El boletín que tienes en tus manos es una contribución a estos argumentos, al porqué y al cómo podemos seguir adelante. El ritmo que llevamos en nuestras luchas y en la vida política de los últimos años hace indispensable la reflexión más profunda, una visión “histórica” sobre los acontecimientos, incluso cuando estos han pasado hace sólo pocos meses. Porque, en realidad, el 2016 ha sido un año histórico. El 52% del Brexit en el verano se completó con el 59% del No a las reformas de Renzi en diciembre. Fue el año de la crisis en los dos partidos dinosaurios de EEUU. Fue el año de la masacre de Alepo, de Raqqa, de Mosul, de Yemen, el año de más muert@s que nunca en el Mediterráneo.
Esperamos que este repaso al año que podéis leer en las páginas siguientes nos haga más fuertes y más claros en nuestra orientación.
Sabemos que cada vez más gente está buscando argumentos y respuestas en los debates que siguen abiertos. Lo que está ocurriendo en Podemos en las últimas semanas es un síntoma positivo. Hace menos de un año, la dirección de Podemos declaraba que las cuestiones estratégicas, los “grandes debates entre reforma y revolución”, pertenecían al pasado. En nuestra época, supuestamente, bastaban las redes sociales, unos eslóganes audaces y “unidad popular”.
Y ahora, la realidad misma ha reabierto estos debates “antiguos” y son Pablo Iglesias e Iñigo Errejón los que “se pelean” ideológicamente con artículos, entrevistas y comentarios. La estrategia de ser la cola del PSOE fracasó. Las esperanzas del cambio fácil desde arriba se han puesto en evidencia en Grecia. El debate “clásico” de cómo combinar la lucha hoy y ahora con la construcción de una alternativa estratégica vuelve.

Nosotros, en la izquierda revolucionaria, no infraestimamos estos debates. Y por supuesto, declaramos nuestra solidaridad con quienes entienden que la lucha contra el gobierno de Rajoy es la responsabilidad número 1 en este momento. Pero este debate debe traspasar los límites “organizativos” de Podemos. No se trata de cómo organizar la estructura de un partido, sino de qué izquierda necesitamos. ¿Una izquierda que se quedará en la esquina parlamentaria esperando la próxima oportunidad de tenderle la mano a un sector del PSOE? ¿O una izquierda que entenderá el nivel de la crisis y se arrojará al fuego de la resistencia tomando iniciativas para romper los límites de la burocracia sindical? Nosotros, en el Colectivo Acción Anticapitalista, apostamos por lo segundo, y empleamos todas nuestras modestas fuerzas para ello. Esperamos que la lectura de este boletín te aporte más argumentos para unirte a nosotr@s.

Colectivo Acción Anticapitalista

jueves, 22 de diciembre de 2016

Dario Fo (1926-2016): La revolución en el teatro






El dramaturgo italiano Dario Fo, que falleció el pasado 13 de octubre a sus 90 años, fue uno de los grandes revolucionarios del arte y de la política en los siglos XX y XXI.
Tras su muerte, incluso miembros de la clase dominante italiana han salido con elogios. Pero no os equivoquéis. La burguesía odiaba a Dario Fo, y este sentimiento era mutuo. Las grandes obras de Fo, como Muerte Accidental de un Anarquista, Aquí no paga nadie y Misterio Bufo (una obra de un solo personaje que confirmó que Fo era increíble también como actor) son espectacularmente graciosas a la vez que feroces en su sátira de los ricos y los poderosos.
En concreto, Muerte accidental de un anarquista es el ejemplo más importante del compromiso de Fo con dar respuesta a eventos políticos en la sociedad italiana. Después de un atentado con una bomba que mató a 16 personas en un banco en Milán en diciembre de 1969, el estado italiano intentó culpar de aquella atrocidad a la izquierda revolucionaria, a pesar de que había serias sospechas de que elementos de la extrema derecha conectados con el estado habían colocado la bomba para provocar. Muy pronto, un “sospechoso” anarquista, el obrero ferroviario Giuseppe Pinelli, murió después de caerse “accidentalmente” desde la cuarta planta de la comisaría central de Milán, algo que implicó claramente a los policías en la muerte de Pinelli. En los cuatro años siguientes, más de un millón de italianos e italianas vieron la obra de Fo. Mientras la obra se trasladaba de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad, sufría las molestias de la policía y amenazas de bombas en los teatros. A menudo, como pasó con otras actuaciones del grupo que montó Dario Fo con su esposa Franca Rame, la obra se representaba en plazas públicas y en fábricas ocupadas por sus obreros y obreras.
Los intentos del estado italiano y otras fuerzas reaccionarias y fascistas asociadas a él de intimidar a Fo, a Rame y a su grupo eran muy comunes.
La carrera de Fo en la televisión, por ejemplo, estuvo marcada a la vez por el gran éxito -llegando a una audiencia de 15 millones en un momento dado- y por una censura brutal. Cuando su sátira ateísta e irreverente, Misterio Bufo, se retransmitió en 1977, fue denunciada por el Vaticano por “ser el show más blasfemo en la historia de la televisión”.
Las amenazas contra Fo y Rame no adoptaron sólo forma de “denuncias”. El dramaturgo se enfrentó a muchas amenazas de muerte y fue detenido por no permitir a la policía entrar en su teatro.
En 1973 tuvo lugar el ataque más bárbaro de todos. Mientras caminaba por Milán, Rame fue secuestrada, violada y torturada por una banda de cinco fascistas. Según el testimonio de un policía 25 años más tarde, la noticia de la violación de Rame fue recibida con aplausos en la comisaría central de la policía.
Pero el compromiso de la pareja con la política socialista revolucionaria nunca se puso en duda. En 1985, donaron los ingresos de sus actuaciones en Roma al sindicato NUM de los mineros en Gran Bretaña. Los mineros estaban en medio de una huelga difícil contra el gobierno de Margaret Thatcher.
En 2006, Fo, que nunca había ostentado ningún cargo en su vida, participó en las elecciones a alcalde de Milán. A sus 79 años, respondía a los que decían que era demasiado radical: “Milán, si mi música te parece demasiado fuerte, significa que te estás poniendo viejo”.
Sigue siendo uno de los dramaturgos modernos con más obras interpretadas en todo el mundo. Algo que es muy positivo, ya que ahora más que nunca necesitamos su sátira mordedora, su rabia política y su humor aplastante.


Mark Brown en Socialist Worker (traducción)

miércoles, 21 de diciembre de 2016

La Guerra de Suez, entre dos imperialismos




“Por lo tanto, queridos ciudadanos, digo que hoy en día construyendo la presa de Altura, construiremos una fortaleza de honor y de gloria. (…) No daremos la ocasión a los países ocupantes del poder para ejecutar sus planes, y construiremos con nuestros propios brazos un Egipto fuerte, y es por estas razones por las que firmo hoy el acuerdo del Gobierno sobre la nacionalización de la Compañía del Canal. (…) Después de cien años hemos recuperado nuestros derechos y hoy construimos nuestro nuevo edificio, derribando un Estado que existía en el interior de nuestro Estado: el canal de Suez para el interés de Egipto y no para la explotación. (…) No existirá en Egipto ninguna otra soberanía que no sea la del pueblo de Egipto, un pueblo que avanza en la vía de la construcción y de la industrialización, y un bloque contra todo agresor y contra las aspiraciones de los imperialistas.”
Gamal Abdel Nasser – Presidente de la República Árabe de Egipto
26-7-1956
Así comenzó uno de los momentos históricos más decisivos en las antiguas colonias de Oriente Medio y Norte de África. Estamos ante los últimos esfuerzos del Imperialismo colonial por mantener su influencia en la zona, y la irrupción del imperialismo económico, político y militar que representaban las dos superpotencias, inmersas en una “guerra fría” por extender su influencia en todo el mundo.
Egipto había obtenido su independencia en 1923, nombrándose rey a Fuad I, aunque Gran Bretaña seguía teniendo el control de las comunicaciones y presencia militar. Egipto se transformó en una monarquía prooccidental, lo que provocó que las voces nacionalistas fuesen en aumento. Fue en 1936 cuando Farouk I, que sucedió ese mismo año a su padre, firmó el tratado anglo-egipcio por el que Gran Bretaña tendría que retirar sus tropas, pero se reservaba el control y derecho de explotación del Canal de Suez. Durante el reinado de ambos, padre e hijo ejercieron una política pro colonial y antiparlamentaria, llegando incluso Farouk I a destituir al gobierno del partido nacionalista Wafd. Esto, unido a la derrota del frente árabe, liderado por Egipto, contra el recién nacido estado de Israel, y la situación económica del país, hizo que aumentasen las protestas hasta desembocar en la revolución llevada a cabo por el Movimiento de los Oficiales Libres que a la postre llevaría a la presidencia del gobierno a Gamal Abdel Nasser.
Nasser fue un decidido enemigo de Israel y líder nacionalista árabe; con él el panarabismo tuvo especial auge en la época. Quiso enterrar definitivamente el pasado de Egipto como colonia y mostrar su independencia y su total rechazo a depender ya fuese económica o militarmente de una potencia extranjera, en especial Reino Unido y EEUU. Todo esto lo puso de manifiesto en la Conferencia de Bandung, donde se hacía una oposición fuerte a la colonización, y que quedó rubricada en la Conferencia de Brioni dando cuerpo al “Movimiento de los países no alineados”.
La presa de Asuán
Después de la descolonización, Egipto necesitaba activar su economía, y el proyecto de la presa de Asuán era fundamental porque permitiría aumentar la extensión regada en el sur del país, a la vez que incrementar en un 50% la potencia eléctrica y así activar la industria. Para construir la presa Egipto pidió financiación al Banco Mundial, a lo que Gran Bretaña y EEUU se opusieron cada uno por sus motivos.
Los motivos del Reino Unido eran evidentes: había sido expulsado del país recientemente y además Nasser se erigió, en la conferencia de Bandung, como el principal detractor de las colonizaciones. Por su parte EEUU, dentro del marco de la Guerra Fría, veía preocupante el interés de la URSS en la zona, ofreciendo armas y apoyo económico. Los países que no obtenían lo que querían de una de las superpotencias, se dirigían a la otra. Egipto era uno de estos países, puesto que había comprado armas a Checoslovaquia después de intentarlo con EEUU.
El proyecto de Asuán, como hemos dicho anteriormente, era de capital importancia para que Egipto diese un paso adelante en su modernización, aumentar su PIB, y, aún más importante para Nasser, de cara a consolidar su independencia. Los aliados sabían esto y esperaban que la negativa a financiar la obra llevase a protestas populares contra el gobierno y poder intervenir de nuevo en el país. Entonces Nasser anunció ante una muchedumbre en la Plaza de la Liberación de Alejandría la nacionalización de la compañía del Canal de Suez, lo que supondría un punto de inflexión en el panorama geopolítico del medio oriente y norte de África.
Canal de Suez: nacionalización y reacciones
El Canal Suez estaba en manos de capitalistas franceses y británicos, los cuales vieron cómo se ponían en peligro sus intereses en la zona. La mayor parte del petróleo de estos países pasaba por el canal y la alternativa, que pasaba por bordear África, hacía que la rentabilidad bajase. Por otro lado, el canal era un lugar geoestratégico por el control que podía tener Egipto sobre él, influyendo en la economía mundial si decidía bloquear el paso, cosa que dijo que haría con los barcos israelitas. Así, de una sola tacada desafiaba al moribundo colonialismo de Gran Bretaña y Francia, y a la ocupación sionista.
El canal suponía una inyección importante de dinero para financiar la obra de la presa, y para la economía egipcia en general. Se estima que de los 100 millones de dólares anuales que producía el canal, los capitalistas se quedaban con el 97%.
Intervenciones imperialistas
El presidente Eisenhower, con muchos intereses en la zona, y viendo que la nacionalización había levantado muchas simpatías en el mundo árabe, se opuso a una intervención militar de sus aliados británicos y franceses.
La URSS, después de la 2ª Guerra Mundial, y dentro de la Guerra Fría que mantenía con el capitalismo estadounidense, se centró en anexionarse a los países del este de Europa. Había dejado pasar un poco por alto Oriente Medio, al considerarlo una zona altamente volátil y complicada por las luchas internas y la cantidad de grupos en conflicto. Pero tras el Pacto de Bagdad (Reino Unido, Irán, Irak, Turquía, Pakistán), que sería el último coletazo del colonialismo británico para tratar de mantener su influencia, la URSS no estaba dispuesta a permitir el monopolio imperialista occidental. A raíz de esto tomó contacto con Egipto y Siria.
En este escenario, se produjeron varias negociaciones, dos conferencias y deliberaciones en las Naciones Unidas. En todas ellas EEUU privó de voz a la representación israelí. Ninguna tuvo éxito. Gran Bretaña y Francia (que también acusaba a Egipto de estar detrás de movimientos anticoloniales en Argelia) se jugaban su posición de influencia y sus intereses capitalistas en la zona; Israel quería asestar un golpe al panarabismo y a su principal enemigo, Gamal Abdl Nasser; EEUU no podía permitir que una intervención militar produjese un efecto llamada y de rechazo a la presencia estadounidense y los países volviesen sus ojos hacia la URSS en busca de ayuda militar y económica, y la URSS estaba decidida a acabar con el monopolio imperialista occidental en Oriente Medio. A todo esto hay que añadir la revolución obrera que se estaba produciendo en Hungría contra la URSS, reprimida violentamente por los soviéticos, y que tendría gran importancia en la resolución del conflicto ocasionado por el movimiento descolonizador de Egipto al nacionalizar el Canal.

Inicio de la ofensiva colonial

De forma secreta, paralelamente a este periodo de conversaciones para intentar evitar el enfrentamiento y, lo que más preocupaba a Eisenhower, una confrontación con la URSS y la rebelión de los países árabes, británicos y franceses, heridos en su orgullo colonial, urdieron un plan para intentar intervenir militarmente en Egipto.
Israel comenzaría la invasión de la península del Sinaí. Entonces, Gran Bretaña y Francia darían un ultimátum a las tropas sionistas y egipcias para retirarse de las inmediaciones del Canal de Suez, con la idea de que Nasser rechazara el ultimátum y verse legitimadas para la intervención militar. Las operaciones comenzaron el 29 de octubre de 1956. Las tropas israelíes ocuparon rápidamente la península del Sinaí y EEUU pidió la retirada de las tropas sionistas en el consejo de seguridad de la ONU, a lo que se opusieron británicos y franceses. Dos días después de la invasión israelí, las fuerzas coloniales lanzaron un ataque sobre Egipto, que pilló por sorpresa a Eisenhower.
Por otro lado, Egipto era clave para el intento de la URSS de potenciar su imperialismo en la región, puesto que Nasser era considerado el líder del nacionalismo árabe. Como mencionamos, también jugó un papel importante la revolución húngara que se estaba produciendo al unísono. (Puedes leer nuestro artículo sobre la revolución aquí: Hungría 1956: revolución obrera contra el estalinismo)
Los EEUU sabían que no podían exigir a la URSS que detuviese la represión violenta contra la revolución obrera en Hungría mientras permitía la violencia de sus aliados coloniales en Egipto, y la URSS dejó claro que no lo iba a tolerar amenazando a Gran Bretaña y Francia con atacarlos con armas nucleares si no se retiraban, lo cual podía desembocar en un conflicto mundial.
El 6 de noviembre se decretó el alto el fuego y la ONU desplegó una Fuerza de Emergencia de las Naciones Unidas (UNEF) para separar a las fuerzas egipcias e israelíes, las cuales no se retiraron del Sinaí hasta marzo de 1957.
La consecuencia más inmediata fue la pérdida de poder de las fuerzas coloniales de Francia y Reino Unido, siendo sustituidas por el imperialismo yanqui y soviético. Nasser obtuvo un gran reconocimiento entre los países árabes, y su figura era un modelo a seguir por estos. No en vano, había acabado con el imperialismo colonial, se había erigido como líder de los Países no Alineados, había rechazado la ocupación de Israel sobre su territorio y el Canal seguía siendo de Egipto.
Israel resultó perdedor en la guerra de Suez. Pero había demostrado que es un perro guardián de los intereses imperialistas en la región, dispuesto a luchar contra la liberación de los árabes, incluso en las condiciones más difíciles. Los nuevos jefes del medio oriente se encargarían de adueñarse de él y alimentarle con dinero y armas, hasta la próxima oportunidad, que no tardó a llegar, la guerra de los seis días, en 1967.

Nakrac

martes, 20 de diciembre de 2016

¿Qué supone la llegada de Trump a la Casa Blanca?

Socialist Worker: Un monstruo en la Casa Blanca. Resistamos a la derecha racista.


Primero el Brexit y ahora Trump. Existe un patrón en ello que tenemos que intentar entender. Por supuesto, es asqueroso que un promotor inmobiliario racista y sexista haya ganado la presidencia de EEUU. Pero lo que está pasando es algo más grande.
Gran Bretaña y EEUU fueron las dos fuerzas del capitalismo avanzado que primero promovieron el neoliberalismo. Esto ocurrió después de las victorias electorales de Margaret Thatcher en 1979 y de Ronald Reagan en 1980. Ahora en ambos países somos testigos de las consecuencias acumuladas de más de 35 años de capitalismo globalizado de mercado libre. Estas consecuencias han sido extremadamente reforzadas por lo que el blogger marxista Michael Roberts llama “la Larga Depresión”, que empezó en 2007-8.
Así, vemos un tipo de involución en el sistema político. Por un lado, la política -sea cual sea el partido que esté gobernando- ha llegado a ser dominada por una élite de las grandes empresas ligadas al neoliberalismo. Quizás el ejemplo más claro de esto fue la victoria de Obama hace ocho años. Con aquella victoria estalló una ola de esperanzas por un cambio real, pero el orden social existente permaneció intacto.
Por otro lado, y como consecuencia, cada vez más gente pobre, víctimas de una manera u otra de las políticas neoliberales y del bajón económico, se ha distanciado de la política oficial. Pero -ya que todavía les queda el voto- su amargura y su rabia pueden tener efectos políticos explosivos. Fue Trump mismo el que subrayó el paralelismo entre su campaña presidencial y el Brexit. En el referéndum del 23 de junio, todas las fuerzas del sistema se movilizaron para que Gran Bretaña se quedara en la Unión Europea. La UE ha sido el motor que ha introducido el neoliberalismo profundamente en la sociedad europea, permitiendo a la “City” de Londres, que fue remodelado por Thacher, prosperar. Pero los “Remainers” de las grandes empresas fracasaron, y lo merecían. Y todos los análisis del resultado muestran que cuanto más pobre era alguien más probable era que votara “Leave”.
En las elecciones de EEUU, de nuevo, el establishment, incluyendo las grandes empresas, se alineó con Hillary Clinton. No estaban necesariamente entusiasmados con Clinton, pero la preferían a Trump.
Trump fue abandonado por parte de la dirección de los Republicanos. El único ex-candidato Republicano que votó a favor de Trump fue el desafortunado Bob Dole, que había sido arrasado por Bill Clinton en 1996. Como en el caso del Brexit, la postura de las grandes empresarias era lógica.
Trump hizo campaña contra el orden capitalista liberal internacional que el imperialismo yanqui ha construido y mantenido desde la Segunda Guerra Mundial. Es decir, contra el libre comercio y el movimiento libre de capital con el apoyo del poder militar yanqui. Denunció las diversas rondas de liberalización del comercio, a las que culpó del declive de sectores industriales básicos de EEUU. Fue tan eficaz en esto que obligó a Clinton a rechazar el acuerdo TPP que anteriormente apoyaba. Pero esto no le ha impedido a Trump ganar los estados con las antiguas industrias de la región del Midwest -Pennsylvania, Ohio, Michigan y Wisconsin- en las elecciones.
Lo que hemos visto son dos grandes revueltas por parte de los votantes contra los efectos del presente orden neoliberal. Fijáos que digo “efectos”. No se trata de revueltas contra el neoliberalismo en sí.
En EEUU la campaña de Bernie Sanders demostró cómo un auto-proclamado socialista pudo conectar exactamente con el tipo de votante que al final Trump pudo dominar. Desafortunadamente, Sanders entró en las filas de Clinton una vez su propia candidatura fue destrozada por la maquinaria oficial del Partido Demócrata. Después de este desastre electoral, ¿escapará por fin la izquierda en EEUU de la mano muerta del Partido Demócrata?
Tres preguntas para concluir. La primera, ¿puede ir más allá todo este proceso? Por supuesto. La líder fascista francesa Marine le Pen está celebrando la victoria de Trump como un presagio de su propia victoria en las elecciones francesas de la primavera próxima.
Segundo, ¿qué de diferente va a hacer Trump de verdad? Esto es difícil saberlo. La era neoliberal de especulación financiera fue la que creó a Trump. Él no va a romper con ella. Pero sus votantes esperarán que cumpla con sus incumplibles promesas electorales. Y esto va ser una gran fuente de presión sobre su gobierno. Lo que es seguro es que, después del Brexit, la victoria de Trump es la segunda gran brecha en el orden internacional capitalista liberal en el mismo año. EEUU ha sido la piedra angular de este orden, gestionando las crisis y coordinando al resto de grandes estados capitalistas. Y ahora se ha convertido en factor impredecible. ¿Es capaz la arrogante, disfuncional y cada vez menos popular Unión Europea, de cubrir este espacio que deja EEUU? Sólo al formular la pregunta ya la hemos contestado.
A nivel más general, en EEUU y Gran Bretaña el sistema político está escapando a la subyugación tradicional al capital. Las grandes empresas no querían ni Brexit ni a Trump, y ahora están contemplando los resultados con estupefacción. Probablemente esta situación será sólo algo temporal, hasta que se encuentre un nuevo equilibrio entre estado y capital. Pero es fuente de una inestabilidad enorme.
Tercera pregunta, ¿qué hacer? Primero de todo, resistir. Un racista descarado sucediendo al primer presidente negro reforzará la ola de racismo que está arrasando las sociedades occidentales. En Gran Bretaña tenemos que intensificar la construcción de Stand Up to Racism como un movimiento antirracista amplio y unitario. En los EEUU de Trump, las comunidades de afroamericanos, migrantes y musulmanes se sentirán acosadas. Black Lives Matter y movimientos similares resultarán aún más importantes.
Pero la resistencia no es suficiente. Necesitamos estrategia también. La victoria de Trump subraya el éxito de la derecha populista, al dar forma a la rebelión contra los efectos del neoliberalismo y la crisis. ¿Cómo puede la izquierda radical ofrecer una alternativa mejor? Tenemos mucho trabajo duro y pensamiento imaginativo por delante.
Alex Callinicos en Socialist Worker (traducción)