sábado, 17 de diciembre de 2016

Ser -o no ser- madre en el capitalismo





Nuestra sociedad se basa en un sistema de creencias estrechamente ligado al sistema económico capitalista y productivo. Uno de los mitos más dañinos y peligrosos es la creencia de que los individuos aislados podemos con todo, que toda responsabilidad recae sobre la persona.
Es en estas verdades sesgadas, donde también se enmarca la de la libre elección de ser o no madre. La opinión generalizada es que una se hace madre si quiere, sin más. Es una elección personal y el dichoso dios, ya proveerá. Bueno, pues no puedo estar más en desacuerdo y voy a dar mis razones.
En este mito del “self made man” (o “woman”, en este caso), se omite, se invisibiliza y se tergiversa a conciencia la realidad.
Una puede decidir “técnicamente” si ser madre o no, pero es que ser madre no significa sólo dar a luz   una vida, sino cuidarla, protegerla, nutrirla, en todos los aspectos y durante muchos años, y eso no se hace sola, sino teniendo una red de personas y servicios que lo permitan. Así, quienes no tienen una familia biológica cerca o no se lo consiguen montar de forma paralela con amig@s, quedan en total desamparo estructural y han de sacrificar aspectos fundamentales de su propia vida.
Porque hoy   por hoy, ser madre   en   este país, supone estar sola ante el peligro.  Ni servicios comunes que garanticen la crianza de calidad, ni apoyo estructural a madres y criaturas, ni exención laboral prolongada, ni nada de nada. Si decides ser madre es a tu costa personal y de tu propio entorno.  Cuando lo razonable sería que las vidas se cuidaran en todo el proceso vital desde el Estado y que fuera éste quien garantizase, no sólo por ley, sino en su aplicación total, unas políticas de bienestar, protección, cuidados, servicios comunes, etc.
Esto lo abordó en profundidad Alejandra Kollontai, que propuso toda una batería de servicios comunales que permitieron, ahí sí, la libre elección de las mujeres a ser madres o no. Han pasado cien años y aún distamos mucho de todas aquellas medidas llevadas a cabo por los primeros soviets. Aún seguimos reclamando que el cuidado de la vida se ponga en el centro de las políticas y que estas garanticen una vida digna para todos y todas que merezca la pena ser vivida, entendiendo que los cuidados son una parte fundamental e imprescindible de la misma.
Por tanto, si nuestro país decide revertir en algún momento la tasa más baja de natalidad en Europa, tendrá que hacer leyes específicas y de obligado cumplimiento. La mayoría de los países de nuestro entorno, garantizan un año la excedencia laboral por crianza, las guarderías son públicas y cuestan mucho menos, y se entiende que los nacimientos son un bien común para toda la sociedad, por lo que el papel de ser madre no se infravalora ni menosprecia.  La elección   de ser madre está respaldada con unas garantías de cuidados y protección que se asumen desde el Estado. Todo ello dista de todo lo que se podría hacer, pero es que en el Estado español aún estamos a la cola.
Una vez más, lo personal, es político.

Helena Renuncio

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