sábado, 13 de febrero de 2016

La carrera por la presidencia y las luchas sociales en Estados Unidos



¿Quién podía esperarlo? Hillary Clinton tenía un camino de rosas hacia la candidatura a presidenta de Estados Unidos (EE.UU.) Ha estado aguardando con paciencia después de su derrota por Obama en 2008, ha ganado el apoyo interno de la maquinaria del Partido Demócrata, reforzando sus lazos con las grandes multinacionales y con la burocracia estatal. Y, a pesar de todo esto, en las primeras semanas de una carrera que no terminará hasta el verano, está luchando contra Bernie Sanders, que se autopresenta como un “socialista democrático” y llama a una “revolución política” por el 99% de la sociedad contra el 1% más rico. Las primarias empezaron en Iowa, con empate entre Clinton y Sanders, y en New Hampshire, donde Sanders ganó a Clinton con mucha diferencia. Clinton está esperando para respirar al primero de marzo, cuando votarán al mismo tiempo muchos de los estados del sur.


Pero Sanders ya se ha convertido en un fenómeno para la izquierda de EE.UU. Casi medio millón de personas han acudido a sus actos públicos y sus charlas. En su mayoría jóvenes, muchos y muchas estudiantes. En Iowa, en las edades entre 18-29 años, ganó un 84% frente a sólo un 14% para Clinton. Sanders promete un sueldo mínimo de 15 dólares por hora, universidades públicas gratuitas, restricciones al tamaño de los bancos, controlar la bolsa de Wall Street, disminución de la población encarcelada, acción decidida contra el Cambio Climático y participación significativa del Estado en un sistema de sanidad pública potenciado.

Sanders ha superado la más yanqui de todas las barreras: la enorme cantidad de dinero que invierten las grandes empresas para comprar a candidatos y candidatas. Hillary Clinton dijo en el inicio de su campaña que su meta era llegar a un increíble apoyo de 2.500 millones de dólares. Para tener una medida de comparación, la campaña de Obama en las elecciones de 2012 costó 1.000 millones. Frente a esa montaña de dinero, Sanders se basa en la participación de la gente normal que le está apoyando con contribuciones medias de 20 dólares por persona.

Hay tres cambios profundos que están en marcha en EE.UU. y que explican el ‘fenómeno Sanders’. El primero es que la crisis económica ha golpeado a los salarios de los y las trabajadoras y ha dejado a sus hogares en deuda. Los ingresos promedio por hogar en 2014 fueron 4.000 dólares menos que en 2007. La rabia de los y las estudiantes tanto contra el sistema bancario como por el sistema educativo se explica con una cifra sencilla: el/la estudiante promedio en el momento que termina la Universidad tiene una deuda de 35.000 dólares. Muchos empiezan su carrera profesional con una deuda de cien o doscientos mil dólares.

 

Pero, y esta es una segunda cuestión a tener muy en cuenta, en los años de la crisis el movimiento en EE.UU. ha hecho también pasos importantes y ha ganado experiencia. La juventud organizó el “Occupy Wall Street” en 2011-12 luchando contra las multinacionales y los bancos que salían ganando después de los rescates gubernamentales. Los barrios de población afroamericana se levantaron después de la serie de asesinatos policiales, con la revuelta en Ferguson en 2014 a la cabeza y enfrentamientos con la policía desde Nueva York hasta Texas, creando el movimiento “Las vidas negras importan”. El movimiento contra el Cambio Climático se hizo masivo hasta convocar en septiembre de 2014 a 400.000 personas en una manifestación en Nueva York. Los docentes en Chicago en septiembre de 2012 dieron ejemplo a toda la clase obrera con una huelga masiva de una semana y media que cerró todos los institutos, consiguiendo importantes mejoras en la Educación Pública. Las ocupaciones de Occupy ya habían intentado crear vínculos con el movimiento obrero llamando a una huelga el primero de mayo de aquel año. De aquellos esfuerzos nació el movimiento por los 15 dólares por hora, que se convirtió en el lema central de la lucha sindical en las grandes cadenas de comida rápida que está consiguiendo subidas salariales para los y las trabajadoras más precarias.

La campaña de Sanders se basa en la experiencia de estos movimientos y, hasta cierto punto, intenta expresarlos en el escenario político oficial. La revista The Economist dice, con un guiño de infraestimación, que las multitudes que acuden a los actos de Sanders son “jóvenes disgustados de hasta 29 años que llevan barbas y perlas”.


Un tercer asunto es que la crisis del sistema político no se limita a Europa, sino que define los acontecimientos incluso en EE.UU. Hasta hace ocho meses había muchas dudas sobre este argumento. La mayoría esperaba que el tándem de candidatos para la presidencia sería el de Hillary Clinton y Jeb Bush, una esposa de un ex-presidente y un hermano de otro ex-presidente. “¿Qué más señales de estabilidad necesitáis?”, nos decían.

Ahora, la inestabilidad política se expresa más claramente en el Partido Republicano. Jeb Bush está perdido, y los debates se convierten en una competición de payasos de la extrema derecha. Donald Trump quiere fichar a todos los musulmanes y deportar a 11 millones de inmigrantes. Ted Cruz habla con dios y pide a sus votantes que recen, mientras amenaza con nuevas guerras diciendo que “la arena de Siria y de Iraq estará brillando en la oscuridad”. Ahora, se vende como republicano “moderado” a Marco Rubio, un tipo que piensa que las mujeres violadas tienen la obligación de dar luz. El establishment profundo de los partidos ya no está en condiciones de poner orden en sus propios procesos. Un 60% de los estadounidenses afirma que le da asco Donald Trump, pero es probable que este personaje odioso sea candidato del “Viejo Gran Partido” de los capitalistas en EE.UU.

En el bando de los Demócratas, esta crisis se expresa con rechazo a todo lo que simboliza Clinton: niña mimada de las multinacionales dentro del sistema, de una u otra manera, durante décadas. La gente que vota a Sanders en su gran mayoría no ha participado en procesos de partidos anteriormente. Sanders está en su ala más izquierda, pero forma parte del sistema político. Como senador se ha posicionado claramente contra la guerra de Iraq y contra la ocupación de Iraq y Afganistán, pero al principio votó a favor de la guerra en Afganistán. Apoyó las intervenciones en Yugoslavia en los años 90 -de hecho activistas del movimiento contra la guerra ocuparon su despacho en 1999, contra la guerra que empezó un tal... Bill Clinton.- Y sólo bajo la presión de sus bases se ha declarado abiertamente a favor de la legalización de los inmigrantes.

Más allá de las limitaciones de Sanders, son más importantes las limitaciones del Partido Demócrata. Los Demócratas son uno de los dos partidos de los capitalistas de EE.UU: el partido de Truman, que bombardeó Hiroshima; el partido de Kennedy, que empezó la guerra en Vietnam; el partido de Clinton y, por supuesto, el partido de Obama, que multiplicó los bombardeos con drones. Los desafíos y las críticas desde la izquierda dentro del Partido Demócrata durante décadas no han reforzado a los movimientos sociales, al contrario, los cooptaron y los atraparon dentro del bipartidismo.

Jesse Jackson, que por poco no ganó en las primarias en 1984 y 1988 expresando al ala izquierda del Partido Demócrata y los movimientos de liberación, terminó jugando el papel de convertir a estos movimientos en mecanismos de búsqueda de votos para los candidatos oficialistas. En 2004 y 2008, hubo candidaturas en el Partido Demócrata que quisieron expresar la rabia contra George Bush, pero lo que consiguieron fue ofrecer un poco de maquillaje radical y contra la guerra a un Partido al servicio del 1%.

En el 2000, la candidatura de Ralph Nader con el apoyo de Los Verdes, que alcanzó casi los 3 millones de votos, fue la excepción más importante, enseñando que puede haber camino fuera de los dos grandes partidos capitalistas.

Sanders afirma que apoyará a Clinton si ella gana la candidatura. Lo que crea inquietud al establishment es que la juventud inspirada por Sanders no siga el mismo camino que éste y puede independizarse. Un columnista de la revista Político expresa así su preocupación porque la base de Sanders odie a Clinton “en cuanto Sanders mencionó el nombre del banco Goldman Sachs en su charla… alguien del público gritó: ´Hillary va con ellos´, y otra gente alrededor aplaudieron fuerte […] Muchos Demócratas se acuerdan del acercamiento entre Clinton y Obama después de la batalla de 2008, pero algunos tienen miedo de que la dinámica de Sanders sea diferente porque muchos de sus votantes más jóvenes y votantes independientes a quienes les gusta el mensaje de Sanders, no se consideran de ningún partido”.

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