martes, 14 de marzo de 2017

Yo, Daniel Blake y Figuras Ocultas: de la soledad a las luchas colectivas





La última película del director británico Ken Loach (Yo, Daniel Blake, la número 31 de este realizador experto en cine social) llegó a nuestras carteleras en octubre de 2016. Ahora podemos verla en el ancho y liberado espacio de Internet.
Daniel Blake (interpretado por el gran actor Dave Johns) es un carpintero que vive en el noroeste de Inglaterra y que cae enfermo, debiendo enfrentarse a los obstáculos burocráticos de un sistema de servicios sociales más preocupado en ahorrar costes, para que unos pocos aumenten sus beneficios, que en atender a la gente trabajadora. Mientras intenta superar las trabas de este sistema neoliberal, que trata a las personas como si fueran cosas, Daniel conoce a Katie (Hayley Squires), una madre soltera que se ve obligada a mudarse a más de 500 km de su lugar de origen, Londres, para encontrar una vivienda social y escapar de un albergue de personas sin hogar. Utilizando esta historia de personajes solitarios, traicionados y abandonados por el sistema, Ken Loach denuncia las privatizaciones de servicios públicos y los recortes sociales y, al mismo tiempo, nos muestra la capacidad del ser humano de luchar contra las injusticias y por su dignidad; especialmente cuando encuentra el apoyo de otras personas. Además, esta película nos enseña, en apenas 100 minutos, como los recortes en servicios sociales hacen que sean las mujeres las que cargan, fundamentalmente, con los trabajos de cuidados de la infancia, personas mayores y enfermas. Más allá del apoyo mutuo que se ofrecen ambos personajes protagonistas y que aporta algo de optimismo, la película, ganadora de la Palma de Oro del Festival de Cannes, ofrece una visión realista, si acaso algo pesimista, sobre la realidad de una Unión Europea que trata a la gente trabajadora como mercancías. Personajes solitarios, que al menos llegan a apoyarse unos a otros, que luchan con todas sus fuerzas por salir a flote en medio de un mar de injusticias sociales convertidas en normas legales y laberintos burocráticos sin sentimientos.
Un enfoque parecido encontramos en una película americana, basada en hechos reales, que está ahora en cartelera, Figuras Ocultas (Hidden Figures). Película que nos muestra una historia reciente oculta y que está nominada a Mejor Película en los Óscars de este año. Sus protagonistas, todas mujeres afroamericanas, luchan contra la segregación racial y para impulsar sus carreras profesionales en la NASA, donde trabajan como calculadoras humanas a comienzos de los años sesenta. La película denuncia claramente el racismo imperante entonces en Estados Unidos contra el que las protagonistas, tres brillantes científicas, luchan con todas sus fuerzas y de forma individual aunque, eso sí, apoyándose entre ellas. La película intenta vendernos que el sueño americano es posible… Aunque sus hijos tuvieran hoy día, por ejemplo, muchas más posibilidades de acabar en la cárcel o asesinados por policías racistas que hijos de familias blancas.
Aún queda mucho por avanzar en las luchas contra el neoliberalismo, los recortes sociales, contra el racismo… En definitiva, contra el capitalismo, su naturaleza asesina, y sus trampas y divisiones para la gente trabajadora. Y más hoy día con el impulso retrógrado y reaccionario de Trump en la casa Blanca. Eso lo saben muy bien, por ejemplo, las activistas de Black Lives Matter en Estados Unidos, quienes luchan ahora contra el racismo policial como luchaban entonces millones de personas en el movimiento por los derechos civiles de los afroamericanos que acabó con la segregación racial. Una lucha colectiva que aparece en Figuras Ocultas, pero que las protagonistas miran de reojo, como si no fuera con ellas, mientras luchan individualmente con el mismo objetivo de fondo: acabar con el racismo. De igual modo, el y la protagonista de Yo, Daniel Blake, luchan individualmente sin buscar unir sus luchas a la de colectivos sociales, como podrían ser sindicatos o grupos feministas.
Las luchas sociales colectivas sí son protagonistas en otras muchas películas. Por ejemplo, La Cuadrilla (The Navigators; 2001) de Ken Loach. Afortunadamente para los amantes del séptimo arte, tenemos cine para casi todo, y mucha filmografía que nos enseña que luchando de forma colectiva llegamos más lejos, también a nivel personal, al tiempo que construimos los mundos del futuro.
Jesús M. Castillo

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