miércoles, 26 de julio de 2017

Liberación sexual y la Revolución rusa





La Revolución rusa de 1917 transformó todos los aspectos de la sociedad. El autor Dan Healey le habla a Colin Wilson sobre su impacto en la libertad sexual.

El movimiento contemporáneo de los derechos de los homosexuales empezó en 1969 con la revuelta de Stonewall en Nueva York. Los activistas en aquella época daban por hecho que formaban parte de un movimiento más amplio que luchaba contra el racismo y contra la guerra en Vietnam.
En concreto, los socialistas en aquel movimiento empezaron a estudiar la historia de las campañas por la liberación sexual. Volvieron a descubrir una tradición que llega hasta los años 1840 y que argumentaba que el socialismo no solo acabaría con la explotación económica, sino que traería libertad personal y sexual.
El punto álgido de esta tradición fue la revolución rusa de 1917, que derrumbó la dictadura del zar e introdujo un gobierno liderado por los bolcheviques y basado en el control de los obreros y campesinos.
La revolución de 1917 transformó las actitudes frente a la sexualidad y las mujeres. Se inició un período de libertad sexual que duró hasta los primeros años de la década de 1930, cuando fue aplastado por la contrarrevolución de Stalin.
El libro “Deseo homosexual en la Rusia revolucionaria”, escrito por Dan Healey, ofrece pruebas abundantes sobre todo esto -a la vez que da una visión más detallada de las contradicciones entre los primeros años de liberación y la intolerancia brutal de Stalin-.
Rusia bajo el Zar era una sociedad extremadamente desigual y represiva. Estaba dominada por la iglesia ortodoxa rusa, y tanto el sexismo como el antisemitismo estaban muy profundamente enraizados.
Pero partes de Rusia en aquella época se estaban industrializando rápidamente, de modo que en algunas regiones muchas de las tradiciones y los controles sociales que habían existido durante siglos en el campo empezaban a desprenderse.
El concepto de homosexualidad no estaba muy extendido en la Rusia de la época. La gente no categorizaba a los demás ni a ellos mismos en base a su preferencia sexual.
Pero empezaban a circular modernas ideas sobre el sexo, especialmente cuando la censura se fue relajando después de la revolución fracasada de 1905.
Una subcultura gay empezó a desarrollarse, con hombres quedando para sexo en parques y aseos públicos. Muchos hombres ricos tenían relaciones con camareros, sirvientes o soldados, mientras que prostitutos trabajaban en algunos baños públicos. Algunas mujeres empezaron a identificarse a sí mismas como lesbianas, mientras otras mujeres que deseaban a mujeres vivían sus vidas como si fueran hombres.
El sexo entre hombres era un delito, castigable con exilio a Siberia. Los menos privilegiados corrían mayor riesgo de ser detenidos. Los ricos sabían cómo ser “discretos” y evitar la ley.
Pero la revolución de octubre de 1917 bajo dirección bolchevique llevó a un cambio profundo de visión. “Lo que vino con los bolcheviques fue un concepto muy diferente de cómo se tiene que entender la sexualidad”, dice Dan Healey.
Se trataba de una idea extremadamente moderna: que la sexualidad debía ser laica, que todo el abracadabra religioso debía ser eliminado y que la ciencia debía ser el factor más importante que determinara el enfoque en la sexualidad.
Este pensamiento era la base detrás de la descriminalización del sexo entre hombres en el código penal después de la revolución. El aborto fue también legalizado, mientras el divorcio podía hacerse efectivo bajo petición de cualquiera de los cónyuges.
¿Fue esta descriminalización legal acompañada de cambios en las actitudes sociales y de una liberación más amplia? “Es muy difícil determinar con precisión”, dice Healey, “pero se puede tener una idea de que se trataba de un gran momento de liberación para algunas personas orientadas al mismo sexo. Hay alguna gente que lo vivió como un momento de soltar amarras respecto a las antiguas convenciones, incluso de pavonearse.”
Healey menciona un ejemplo del período después de la revolución, cuando la guerra civil había llevado a la hambruna y la pobreza. “La gente estaba abandonando las ciudades porque no había ni comida, ni combustibles, ni trabajo. Se necesitó mucho tiempo para que se estabilizara la situación hasta que la gente se sintió económicamente cómoda y capaz de expresarse. Pero había una sensación de que las personas gays lo vivían también como su revolución. Por ejemplo, una drag queen en Kursk, mencionada en un artículo médico, parece que interpreta los eventos de la guerra civil y de la revolución como un permiso a ser escandalosa. Durante un tiempo la gente parecía dispuesta a seguir este camino.”
Un caso legal de 1927 nos ofrece otro ejemplo. Se trata de una mujer que había vivido como un hombre desde la revolución, por la que había sido una activista entusiasta. Se había casado con otra mujer en 1922. El juicio reconoció su matrimonio como “legal, porque se había realizado con consenso mutuo.” Es destacable que la Rusia soviética reconociera un matrimonio homosexual en los años 20, cuando en el Estado español tuvimos que llegar al año 2005.
Algunos historiadores han argumentado que no fue un gran avance para los homosexuales tener que tratar con los médicos y los psiquiatras en la Rusia soviética, en vez de tratar con la policía. Haley no está de acuerdo. Argumenta que exactamente esto era lo que los activistas homosexuales de la época estaban reivindicando y fue un paso adelante.
En términos históricos, es algo extremadamente progresista”, dice. “La medicina es un arma de doble filo, puede ser una fuerza para lo bueno o para lo malo. Muchos psiquiatras en los años 20 en Rusia mostraron una simpatía destacable para los homosexuales y trabajaban para intentar ayudar a sus pacientes homosexuales a adaptarse de algún modo a la homofobia que encontraban a su alrededor.”
Sin embargo, Healey habla también sobre las tensiones en el pensamiento bolchevique y en su experiencia con la sexualidad, tensiones que ve provenientes del deseo, por una parte, de liberar a las personas y, por otra, de mantener el estado colectivo soviético. Healey apunta que muchos líderes bolcheviques llamaron a la transformación de la vida familiar, a poner fin al trabajo doméstico y a los comedores sociales. Kollontai quería liberar las relaciones del penoso trabajo doméstico, permitiendo a las mujeres vivir vidas como trabajadoras independientes fuera de la casa familiar.
La posición de los bolcheviques frente a la homosexualidad y su compromiso con la liberación femenina le dio al régimen soviético una reputación internacional entre los que luchaban por la libertad sexual.
Activistas por los derechos de los homosexuales en todo el mundo, incluido Magnus Hirschfeld, probablemente el activista gay más importante del mundo en aquella época, se inspiraron en las victorias de la Rusia revolucionaria.
No obstante, Healey detecta también una visión diferente de la de Kollontai -la que describe como “una visión de poca confianza hacia el placer por el placer y una visión de muy poca confianza hacia las conductas desordenadas e irresponsables en las relaciones sexuales. El problema para los homosexuales es que sus relaciones parecen desordenadas, en parte porque no hay maneras aceptadas para que las personas gays se conozcan y formalizan sus relaciones”-. Healey tiene cuidado de matizar el contexto de todo esto. “La sexualidad no era un asunto de primera línea para el régimen”, opina. “Estaban más interesados en las cifras de la industria y en la creación de la primera economía socialista del mundo -ésta era su prioridad”. Estos argumentos tienen su mérito, pero la preocupación de los bolcheviques por proteger a su nueva sociedad no era por consideraciones económicas. Había también factores militares. La Rusia soviética estaba bajo ataque de fuerzas imperialistas y ejércitos contrarrevolucionarios durante la mayor parte de su tiempo en el poder.
Además, las visiones progresistas de Kollontai sobre sexualidad no eran nada marginales o insólitas entre los líderes bolcheviques. Leon Trotski, que jugó un papel crucial durante la revolución de 1917 y en la guerra civil después de ella, tenía posiciones similares en muchos de estos asuntos.
Cuando un periodista estadounidense le preguntó si era verdad que en Rusia se podía llegar al divorcio sólo con una simple petición de un cónyuge, Trotsky le respondió preguntándole si era verdad que había países donde todavía no se podía hacer esto.
Sea cual sea la lectura que se haga de los debates de los años 20, Healey recalca que los años 30 fueron una revocación completa de las victorias de la revolución, tanto por la democracia como para la libertad sexual.
La homosexualidad y el aborto se convirtieron ambos en delitos criminales en 1933, con una sentencia de cárcel de mínimo tres años por homosexualidad. Esto iba mano a mano con otros ataques -los pasaportes internos se introdujeron desde 1932 y los sueldos de los obreros se redujeron a una décima parte de los que eran en 1926-. Healey opina que se puede ver el principio de este giro con el primer plan quinquenal en 1928. La dirección empezó a preocuparse de aumentar la población, inquieta porque no iba a tener suficientes personas para el ejército.
El régimen de Stalin quería también mantener el control económico y social. La prostitución era independiente del régimen, así que empezaron a tomar medidas contra las prostitutas. Según comentaba Trotsky en aquel momento, el hecho de que de todas maneras existiera la prostitución demostraba que lejos estaba Rusia del socialismo real.
Al principio el Estado aspiraba a sacar a las prostitutas de las calles y a enseñarles un oficio. Pero después de unos años las pusieron en colonias de trabajo o las mandaron a campos carcelarios. Muchos prostitutos y otros hombres gays solían quedar en las mismas partes de las ciudades donde trabajaban las prostitutas, así que se vieron afectados por estos acontecimientos.
Una vez la homosexualidad volvió a ser criminalizada, centenas de hombres fueron arrestados en cuatro o cinco ciudades claves. De estos ataques no sabemos detalles, ya que los archivos relevantes de la KGB no son accesibles a los historiadores.
Healey subraya que incluso en esas condiciones, la prohibición fue un gran shock para mucha gente. “Hay el caso maravilloso de un comunista británico, Harry Whyte, que escribió a Stalin después de la prohibición de la homosexualidad. Le mandó buenos argumentos contra la prohibición, todos basados en un conocimiento bueno de la historia marxista.” Whyte estaba viviendo en Rusia en aquel momento, añade Healey. “Acudió a psiquiatras que no tenían ni idea de la prohibición y no se lo creían hasta que él les llevó un periódico y les enseñó que la prohibición ya se había llevado a cabo. Habló con varios oficiales, fue hasta a la policía y les preguntó cómo iban a interpretar esta prohibición.”
Healey explica que antes de 1933 la libertad sexual se consideraba como el sentido común en la Rusia soviética. “Era como una parte de la revolución sexual el hecho de que Rusia no perseguía a la gente de la misma manera que lo hacen los países “burgueses filisteos”, donde la constricción religiosa y moral alimentaba los antiguos prejuicios.” Por el contrario, en los años 30, los portavoces de Stalin empezaron a pretender que todos los homosexuales eran espías y fascistas.
Los ideales de la revolución fueron desenraizados y revocados. Las victorias y los atisbos de libertad en todos ámbitos de la vida humana fueron destrozados por la contrarrevolución estalinista.



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